Como en tantas otras ocasiones, salimos de la autopista París / Caldetes para poner una maceta de flores en la tumba de Antonio Machado, en Collioure, tan modesta, solitaria y olvidada como siempre.
Los restos de don Antonio reposan en Collioure por razones bien conocidas. Un suboficial de la Gendarmería francesa detuvo el modesto automóvil donde el poeta y su madre -ya perdida la cabeza, con la edad- se dirigían hacia al destierro, en los Pirineos, nevados. Corpus Barga, que los acompañaba, se dirigió al gendarme francés en estos términos: “Oiga, este señor es en España algo así como Paul Valery en Francia”.
Ante tal argumento, el gendarme hizo un saludo marcial y ordenó a dos colegas que acompañaran a los Machado a Collioure. Entre el frío y la lluvia, dirigiéndose hacia el pueblo que sería se destino último, la madre preguntaba: “Hijo, ¿estamos llegando a Sevilla…?”.
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Han pasado los años. Y don Antonio sigue en el modestísimo cementerio de Collioure. En Washington, en Roma, en Londres, en Berlín, en París, hay grandes cementerios nacionales donde reposan los héroes y los grandes hombres de la patria. Es pavorosa la relación de grandes hombres españoles que esperan el día y la hora del juicio final olvidados en lejanos y polvorientos cementerios cubiertos de jaramagos, en tierra extraña. En Caína, es ley de vida -o de Muerte, como en el Oficio de tinieblas de CJC- el olvido, indiferencia, cuando no el reniego y la maldición sobre la tumba de los antepasados.
maty says
Lecturalia Antonio Machado en La Vanguardia
JP Quiñonero says
Maty,
Vas más rápido que yo… que ya es decir. Pensaba hacer algo sobre don Antonio, en su tumba. Y tú te adelantas. Ayayayay,
Q.-