Hace siglos, en Madrid, un joven tenista canario que también escribía poemas me presentó en un hotel de la calle de Velázquez al único jurado de la Academia sueca que leía español y era, por entonces, el Responsable Último de la incultura sueca en materia de literaturas españolas…
A los cinco minutos de hablar, me sorprendió su Ignorancia y Suficiencia. No sin la impertinencia propia de mi alocada juventud, me atreví a sugerir que, en verdad, la lectura de algunos manuales de historia literatura española, para estudiantes de bachillerato, también podía ser muy útil para tratar de tales asuntos.
Mi amigo el tenista me lanzó una mirada asesina y se disculpó en sueco ante el Ilustre Académico, que dio por terminado nuestro encuentro, liberándome del penoso deber de tener que soportarlo, a él y a mi amigo, que en aquel instante mismo dejó de serlo, dejándome al descubierto lo que en verdad había intentando favoreciendo aquel encuentro, que él y mis superiores jerárquicos, en un periódico desaparecido, consideraban como un gran honor.
Joaquín says
“Amicus Plato, sed magis amica veritas”
JP Quiñonero says
Bueno, Joaquín,
Yo no me pondría tan solemne. Hay una brizna de ironía y alguna elipsis malévola en mi texto, que, a pesar de todo, SI es totalmente verídico, camuflada la identidad de mi amigo, que, en verdad, quizá nunca lo fue..
Q.-
Joaquín says
Bueno, Juan Pedro, es que ser impertinente es un lujo que sólo se lo pueden permitir los jóvenes impertinentes…
JP Quiñonero says
Joaquín,
Retrospectivamente, mi impertinencia quizá rozaba la Mala educación: cosa que lamento, porque AL era un hombre honrado, cosa que no podría decir de mi amigo.
Q.-