Mi padre fue detenido en el Campo de los Almendros, y, como ha contado Max Aub, aquellos vencidos fueron conducidos a distintas prisiones y campos de concentración (Albatera, Las Agustinas, etc.). En aquella tierra baldía se echaron los cimientos de la arquitectura espiritual de mi vida: París / Murcia / París (1). Las Agustinas, mi madre, Pedro Flores, Ramón Gaya y la arquitectura espiritual.
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Mis padres, Luis Rosales, Feliciano Fidalgo, José Alberto Santiago, el Campo de los almendros de Max Aub, se confunden para mí con el recuerdo de mi madre, entonando un Ave María de Schubert, en aquel jardín de mi infancia.
El verano pasado, NO deseé transmitir a mis hijos la parte más dramática de esa herencia [La patria de los desterrados].
Nunca visité el antiguo convento de las Agustinas, prisión habilitada, durante la Guerra civil, hasta que Ramón Jiménez Madrid y José Luis Martínez Valero me ayudaron a descubrirlo.
Andando el tiempo, mientras leo su último y muy bello libro, Plaza de Belluga, José Luis me envía un poema, que presenta de este modo:
Siempre me ha parecido el Domingo de Ramos uno de esos días luminosos, cegadores. Recuerdo sobre todo una Lorca amarilla y la blancura de las ropas talares más las palmas. No era triste, por caminos polvorientos llegaban Jesús y sus discípulos. Jesús era un vecino, pacífico y gordinflón al que conocíamos por Canalejas, naturalmente era carpintero.
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Ayer fuimos a ver a los negros cantar y bailar en las Agustinas. Supongo que, por contraste, me acordé de nuestro paseo y de algunas cosas que encontré en el Archivo, las listas de casi todos los que pasaron por allí, más los que pernoctaban en tránsito y facturas de peluquería. He escrito este poema que te dedico.MADRES AGUSTINAS
A Juan Pedro Quiñonero, en recuerdo de aquel paseo.
Esta luz que arrasa todo y
deja el pasado mondo como un hueso
me ha hecho que recuerde
lo que fue este lugar:
un campo de concentración,
olvidado por todos,
donde sufrieron y murieron hombres
de mirada perdida
en una lejanía sin horizonte.
De esa historia no queda casi rastro
sólo una lista, nombres y lugares,
y el control riguroso de la peluquería,
más el viejo dolor de las familias.
Esta mañana luminosa
de domingo de Ramos
derrama su blancura
sobre aquel oscuro pasado.
Es alegre la procesión,
sobre todo por los negros de Nigeria,
que, junto al sacerdote,
cantan y bailan.
Contagiados por este movimiento
todos sonreímos.
Huele el azahar,
la luz es más intensa.
Por unas horas se han alejado
los grises nubarrones de la muerte,
La Pasión está lejos,
ahora es la vida
en triunfo quien pasea.
Los negros se detienen en la acacia
africana, que crece sobre la plaza,
sudorosos, parece que
han llegado a la tierra prometida,
se miran y nos miran
como en otro planeta.
La historia permanece, pese a todo,
el templo del que parte
es el lugar donde yacen los restos
del fundador en la ciudad
de aquella Sociedad tan al dieciocho
Económica de Amigos del País.
Y, sobre su piel de ladrillo,
aún conserva el signo del progreso,
la pieza que sostuvo
la catenaria del tranvía
que nos llevó hasta la República.
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¿Cómo no cerrar los ojos con un gesto de gran emoción y reconocimiento..?
Gracias, JL.
Marie says
Que bello deber ser tener amigos como los que usted tiene, Mr. Q.
JP Quiñonero says
Marie,
Dicho sea con simplicidad: me hace melancólicamente feliz todo eso. Corro un tupido velo…
Q.-