Amanecertardío, desde la terraza de casa, en Caldetes, 29 diciembre 08. Foto JPQ.
Año nuevo… ninguna profecía más alta que la proclamación mesiánica de un Mundo nuevo, a la manera del Nuevo Testamento y el Cántico. Tardé trece años en escribir mi versión de la misma fábula, contando la llegada de un niño a un hogar, trayendo con la luz de su rostro la ilusión de un Mundo nuevo.
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Un caballero inexistente y una muñeca acompañaban al niño de mi fábula, Navidad, el caballero, la muñeca y el tesoro, condenado también él -como nosotros- a continuar la inconclusa batalla entre los Titanes y los Inmortales…
… Con creciente frecuencia, la voz de unos conjurados se alzaba en el silencio de la noche, para denunciar aquel orden injusto y cruel. Nadie respondía a sus proclamas subversivas. Porque imperaba el miedo en todos los confines del imperio. Pero el rumor corría la voz sobre la incierta suerte de los primeros mártires, dispuestos a morir en nombre de la duda y la incertidumbre. Una niña, o una muñeca, nunca se supo, hasta mucho más tarde, llegó a desafiar la orden marcial del toque de queda, para tirarse a la calle y rendir fraternal homenaje a sus hermanos caídos en las barricadas, ofreciendo las libaciones rituales que pudieran honrar y salvar su memoria, cubriendo sus rostros caídos con el paño de Antígona o la Magdalena. Bandas de adolescentes, desesperados, se atrevían a apedrear la pizarra negra del orden y el infortunio. Los ancianos morían anunciando la inexistencia del paraíso terrenal. Con la palabra, sus artes y mañas musicales, aquellos seres infelices habían descubierto el más eficaz de los instrumentos de tortura.
Así fue como el niño se vio forzado a pactar la primera alianza, contemplando el vasto dominio de tanta desolación. Imaginando la tragedia del éxodo. El martirio de la duda. La condena de una ley. La mano de hierro de Moisés. El destino de un pueblo sin tierra.
Meñaka,desde el dormitorio del caserío Goitxibeko, 27 diciembre 08. Foto JPQ.
Cada nueva noche era más difícil y angustioso el sueño, perseguido por la pesadilla de aquel bosque de hombres sin cuerpo ni rostro. Pidiendo justicia. Mientras él agonizaba. Coleccionando estampas de mundos y ciudades imaginarias. Entusiasmándose, hasta las lágrimas, evocando la gesta de algunos de sus muñecos. Llorando por la muerte de todos ellos. Prometiéndoles la resurrección que pondría fin al martirio de su existencia de seres de azar y de juego, en el tapete verde de una lívida e incierta partida de cartas.
La madre, con frecuencia, deseaba poner orden en su habitación, o en el desván de los juguetes. Pero el niño, horrorizado, ponía el grito en el cielo. Allí donde la madre contemplaba el fáustico desorden de los objetos dispersos, en los más oscuros rincones de aquella modesta morada, perdida en los confines del universo, el niño honraba ceremoniosamente a cada uno de los héroes caídos en el campo de batalla de un juego celeste e inmortal. El antiguo desván de los juguetes rotos, la morada última donde el niño recibió de Rodrigo y la muñeca el plano de la isla del tesoro, se había convertido en taller de un artista en ciernes, taller de la gracia, en suma, donde sus palabras, su ilusión y su angustia construían un mundo nuevo, poblado de viejas figurillas de ilusión, tocadas con la locura de Lázaro, la locura de los cerezos y los almendros en flor. Aquí, en esta llanura, reposa el cadáver de Patroclo, y su preciosa armadura, cubierta por el polvo, a las puertas de Troya. Allí, en lontananza, es la figura de Héctor, que arrastra eternamente el cuerpo sin vida del héroe caído, para hacerlo pasto de los perros y las aves de rapiña. Más allá, son los caballos de Aquiles, llorando la muerte del amigo. Los persas no pasarán en Salamina, pero Eteocles y Polinices luchan en combate singular para darse muerte el uno al otro y cumplir la maldición. Caído en una trampa, Ulises engaña a Polifemo para recobrar su libertad. Errante, en el brumoso mar del tiempo, Eneas baja a los infiernos para escuchar, de la voz de su padre, muerto, la profecía de la fundación de Roma. Sócrates toma su cicuta. Jesús expira en el madero. Sus discípulos y algunas mujeres se abrazan, desconsolados y en lágrimas, esperando el día de la resurrección. [Ault, verano de 1990; París, verano del 2003. El caballero, la muñeca y el tesoro].
SanJuandeGaztelugatxe, 27 diciembre 08. Foto JPQ.
Bello despertar, gracias a usted, Mr Q. Se lo agradezco, mucho.
Feliz año Quiño, y muchas gracias por este bello texto…
Mme Marie, Joaquín II,
… Mme Marie,
Su generosidad me trae cosas felices: que mi gratitud la acompañe.
… Joaquín II,
Feliz Año, si, oye: con una brazada de gratitudes y deseos de felicidad, si, si…
Q.-
Feliz Navidad en el infierno, donde el fuego es tan aristocráticamente democrático.
GL,
Feliz alumbramiento navideño de un nuevo año, esperanza de un mundo nuevo, gracias, justamente, a quienes nos enseñan los misterios Del alma,
Q.-