Liseuse sur fond noir.
Una expo. indispensable para repensar la historia del arte contemporáneo.
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DE LA TRINIDAD AL BEBOP
Entre la selva de grandes retrospectivas y estudios consagrados a Henri Matisse, esta exposición selectiva, Paires et séries (Centre Pompidou) tiene una importancia muy particular, por esta razón: explora uno de los misterios más íntimos de uno de los grandes patriarcas del arte contemporáneo, su pasión bien conocida y mal estudiada por las “parejas”, las “series”, la repetición de temas tratados desde muy distintas perspectivas.
Desde Bach al bebop (Charlie Parker), sin olvidar la Trinidad vienesa (Schoenberg, Berg y Webern), la historia de la música contemporánea nos recuerda la importancia esencial de la repetición, columna vertebral, en cierta medida, de grandes metamorfosis.
DE MOLLY BLOOM A CELA
En la historia de la pintura, Picasso o Pollock -por citarlos solo a ellos- recurrieron a la repetición y las series de manera permanente. Incluso la escritura y el arte de la novela del siglo XX recurrieron a la repetición de manera obsesiva. El monólogo de Molly Bloom con el que se cierra el Ulises se funda -en cierta medida- en la repetición obsesiva de algunas palabras. Los grandes textos surrealistas del último Cela (sus mal llamadas “novelas”, que son muy otra cosa: salvíficos actos de sabotaje contra el “arte” de la vieja novela decimonónica) recurren a la versión más castiza de la repetición: la vieja salmodia de los pliegos de cordel, que es, a su vez, una parodia desalmada, con frecuencia, de la salmodia religiosa de la liturgia cristiana.
En ese marco, tan esencial, para intentar explorar el devenir de las artes y las literaturas, en la historia de nuestra civilización, las parejas y series de Matisse tienen una importancia en la que insisten los mejores especialistas, roturando terrenos inexplorados para la reescritura en curso de la historia del arte contemporáneo.
DE GIOTTO A LA ABSTRACCIÓN LÍRICA
Yves-Alain Bois, por ejemplo, nos revela ocultas relaciones de insondable alcance, a través de la pareja que encarnan Lujo I y Lujo II. Conocíamos el glorioso homenaje a la misma Venus Anadiómena que tiene un puesto tan glorioso en la historia del arte, a través Botticelli y el Tiziano. Bois estima que Lujo II pudiera ser una variación del mismo tema, tras la “revelación” de los frescos del Giotto, durante un viaje a Italia, acompañado de Leo Stein. Así, a través de una sola pareja, el mismo Matisse vuelve sin cesar al mismo tema, enriquecido, siempre, a través de la mitología comparada y las fuentes clásicas de grandes capítulos del arte contemporáneo.
Rémi Labrusse ha estudiado la evolución de las parejas de Matisse, realizadas desde su estudio en el parisino muelle St.-Michel, desde donde el artista vuelve sin cesar al paisaje que contempla desde su ventana: Notre-Dame. Esa repetición, sin embargo, oculta variaciones esenciales sobre el devenir de la pintura moderna y la desaparición de las figuras tradicionales, a través de la óptica cubista. La primera Notre-Dame es todavía una catedral impresionista. Las últimas se han transformado en “paisajes interiores” (“paisajes del alma”), a través del orfismo, el cubismo, el futurismo y la geometría celeste que Matisse desvela, a su manera.
NATURALEZAS MUERTAS COMO MUJERES y HOMBRES ASFIXIADOS POR EL DESORDEN ESTABLECIDO
Éric de Chassey nos subraya otra “evidencia” olvidada, si es que, en verdad, hubiese sido estudiada. Las naturalezas muertas de Matisse, en la Niza de 1940 y años siguientes (años de la Ocupación, con su secuela de tragedias, soledad, miseria y callada melancolía amarga, incluso para el pintor, huido de la Francia ocupada por los nazis, cuando Niza se convirtió en un “gueto perfumado”), las naturalezas muertas de una Costa Azul, víctimas de oscuras nubes tóxicas, dialogan, a su manera, con las naturalezas muertas del Joan Miró de años anteriores. Así, la naturaleza muerta (asfixiada, pudiera decirse, víctima de la historia) se convierte en una metáfora, una parábola sobre el arte y la vida misma, indisociables, en atormentado diálogo.
Jack Flam, todavía, subraya el paralelismo de los interiores con diminutas peceras… que son algunas de las series y parejas más bellas y melancólicas de la obra de Mattisse. En verdad, en cierta medida, esas obras intimistas algo tienen de autoretratos: el artista pinta la melancolía del artista contemplando su incierto destino de ser condenado a vivir en un interior amueblado con flores artificiales y acuarios o peceras donde los seres vivos se han convertido en meros motivos de juego y entretenimiento para unos seres humanos -eventualmente artistas- perdidos en el limbo del manierismo; ellos, que todavía conocieron el gran arte de otros tiempos, víctimas -el arte y los artistas- de la enfermedad espiritual de la melancolía.
FUENTES BAUTISMALES Y ARQUITECTURA ESPIRITUAL
Así, el gran arte de Matisse, en las fuentes bautismales de la modernidad contemporánea, se nos revela mucho más enigmático, sugestivo y prometedor. A través de sus series y parejas, el maestro nos está interpelando y dejando las huellas -como Blancanieves- del oscuro camino que él mismo ha tomado. Varios especialistas subrayan este otro punto. Desde muy pronto, Matisse pidió a sus galeristas la exposición de sus series y parejas acompañadas de series de fotografías, para mejor “ilustrar” los distintos caminos y senderos recorridos, con dolor, con frecuencia, antes de “poner fin” (provisional) a unas obras de arte sin cesar recomenzadas.
Matisse repitió en muchas ocasiones su escaso interés por el “sentimentalismo” y la “espontaneidad”. Su búsqueda era de muy otra naturaleza. A través de sus series y parejas emerge un paisaje de nuevo cuño: el artista explora y fija los jalones de la arquitectura espiritual (Juan Ramón dixit) que funda su obra, cuyos cimientos últimos son el gran arte clásico (Venus Anadiómena), y cuyo devenir continúa siendo el diálogo espiritual con la historia. [ABCD las Artes y las Letras, 17 marzo 2012. JPQ. Matisse, una y otra vez].
- Melancolía, eclipse de Europa, destierro del artista y comunión de los hombres libres.
- Degas, desnudo, desnudas.
- Metamorfosis de París.
- Pascua de resurrección (1). Ariadna y la fecundación.
- Collioure, Antonio Machado, Matisse, Derain y el arte que vendrá.
- Arte en este Infierno.
LeReve.
ABCD las Artes y las Letras, 17 marzo 2012.
Una exposición que tal vez pueda ver en París, quien sabe, lo cierto es que Matisse se lo vale y por lo que escribes, Q, parece que no se trata únicamente del habitual dale que te pego de los museos y los grandes artistas, sino que aquí se aportan cosas esenciales que hasta ahora no conocíamos…
Irene,
Bueno… una ventaja: es una expo físicamente modesta; se ve rápido. Un “inconveniente”: puede “decepcionar”, ya que los paralelismos de las parejas y series no siempre saltan a la vista, a la primera de cambio.
Por el contrario, resueltos esos “obstáculos”, la cosa tiene una hondura de cierto calado, que solo se aprecia, recurriendo al curro de los especialistas, que yo he intentado resumir. Entonces, la “simplicidad” de Matisse comienza a cobrar otras proporciones y su obra toda cobra otras proporciones, que ya eran muy grandes, claro.
Q.-