El presidente Pujol ha recordado una cita de Adolfo Suárez que es una lección de histórica política y filosófica sobre la situación de España, hoy como ayer.
Dice así:
“Estamos reparando -dijo- una vieja casa. Nuestra casa. Que está mal. Que amenaza ruina. Pero que es nuestra casa, y en ella queremos vivir. Y además sentimos afecto por ella. Por eso la reparamos. No la tiramos abajo, la reparamos. Queremos que quede bien. Que todos podamos vivir bien en ella. Y ello significa que hay que mover paredes de sitio, reponer casi todas las cañerías, reformar el ascensor, cambiar toda la instalación eléctrica, hacer que las ventanas cierren bien, eliminar las goteras… Y todo ello debemos hacerlo viviendo todos dentro. Sin irnos de la casa, de nuestra casa. Y ello es imposible sin molestias, sin desarreglos. Todavía no hay agua caliente, la calefacción funciona a medias, el arreglo del jardín lo hemos dejado para más adelante, de momento los tres niños tienen que dormir todos en la misma habitación… Pero hay que seguir reparando la casa. Y lo estamos haciendo. Lo estamos haciendo. Todavía con molestias pero con toda la familia dentro. Comprendan esto”.
[ .. ]
Jordi Pujol pone esa frase en perspectiva, con el pudor, la generosidad y la sabiduría que no tienen la inmensa mayoría de quienes escriben sobre Adolfo Suárez, su vida, su obra, su influencia en la historia de España.
La Vanguardia, 24 marzo 2014:
El discurso del presidente
Jordi Pujol
En este momento se me acumulan muchos recuerdos referentes a Adolfo Suárez. Algunos personales, la mayoría de carácter político. Hay donde escoger. Pero entre estos muchos recuerdos hay uno que a mi entender expresa especialmente bien lo que hizo Suárez. Y en qué condiciones lo hizo. Y con qué estado de ánimo. Sincero, convencido y con una cierta humildad.
Fue un discurso suyo. Para mí el mejor discurso que le oí.
Fue en el Congreso, en un debate de política general. Había hecho –había leído– un buen discurso explicando bien la situación, las medidas tomadas y a tomar, las dificultades del momento, etcétera… Pero fue muy criticado. Duramente y sin contemplaciones. Yo creo que en exceso. Con saña partidista. Había sido un buen discurso, bien escrito, que debió hacer en su mayor parte su equipo asesor de la Moncloa. Pero quedó desmantelado. Entonces subió Suárez nuevamente a la tribuna e improvisó un discurso de réplica. “Estamos reparando –dijo– una vieja casa. Nuestra casa. Que está mal. Que amenaza ruina. Pero que es nuestra casa, y en ella queremos vivir. Y además sentimos afecto por ella. Por eso la reparamos. No la tiramos abajo, la reparamos. Queremos que quede bien. Que todos podamos vivir bien en ella. Y ello significa que hay que mover paredes de sitio, reponer casi todas las cañerías, reformar el ascensor, cambiar toda la instalación eléctrica, hacer que las ventanas cierren bien, eliminar las goteras… Y todo ello debemos hacerlo viviendo todos dentro. Sin irnos de la casa, de nuestra casa. Y ello es imposible sin molestias, sin desarreglos. Todavía no hay agua caliente, la calefacción funciona a medias, el arreglo del jardín lo hemos dejado para más adelante, de momento los tres niños tienen que dormir todos en la misma habitación… Pero hay que seguir reparando la casa. Y lo estamos haciendo. Lo estamos haciendo. Todavía con molestias pero con toda la familia dentro. Comprendan esto”.
Otro más sabio, o más leído, o más pedante, o más teórico, o menos humano no hubiese podido ni sabido hacer este discurso. Fue un discurso de hombre de la calle. Y de corazón.
Finalmente se fue. O le echaron. O medio se fue y medio le echaron. No lo sé exactamente. Se fue con los deberes no terminados, pero sí muy avanzados y orientados. Por ejemplo, con los pactos de la Moncloa y la política económica iniciada por Fuentes Quintana. Y habiendo definido claramente la vocación europeísta de España. O habiendo iniciado el camino hacia la OTAN, pese a la confusión y la demagogia que en este y otros temas imperaba.
Aquel que cuando fue nombrado sorprendió a tantos, y no positivamente, y que fue calificado despectivamente de penene, y que creo que incluso hasta el final de su mandato en general no logró todo el reconocimiento que merecía, y por supuesto no de la oposición, pero tampoco en gran medida por parte de sectores intelectuales, culturales y económicos, e incluso en parte de los suyos, se fue con la casa no terminada pero ya habitable.
Ahora, 36 años más tarde, este mérito no le es discutido. Aunque en parte aquella casa -que él hizo habitable y que luego con la colaboración de muchos llegó a ser cómoda, e incluso casi lujosa, y de la que algunos hicieron incluso ostentación- hoy reclama reformas. Reformas muy a fondo. Muy a fondo. Porque ya no es tan habitable. Para algunos resulta incluso muy poco habitable y quieren irse. Y hay dudas de que realmente haya hoy la voluntad, el atrevimiento y la generosidad que una reparación substancial y a fondo reclama y que Suárez, el presidente Suárez, sí tuvo.
[ .. ]
–Adolfo Súarez fue linchado a navajazos por sus amigos y enemigos.
Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, Los inicios del cerco a Adolfo Suárez.
–Adoldo Suárez, héroe y mártir, traicionado y condenado en vida.
–Adolfo Suárez y la cloaca madrileña [ .. ] Caína, Kakania y nuestro Infierno.
–Nuestras libertades básicas también echaron raíces en la injusticia, la traición, el odio.
–Fue víctima… de sus triunfos, devorado por la ambición de una nube de predadores.
–Adolfo Suárez, Felipe González y José María Aznar tienen, por momentos, perfiles biográficos shakesperianos.
- España y Personajes en este Infierno.
Presentados por usted, esos dos textos se iluminan el uno al otro. Para bien.
Se agradece el cumplido. Creo que se defienden e iluminan solos: pero me alegra aportar algo a la difusión de ese artículo y esa cita, que tienen su importancia, creo,
Q.-
Pensar lo que voy a escribir debería disuadirme de hacerlo, pero no lo ha hecho. Voy.
El señor Pujol, a la luz de sus actos y de los de su partido, no tiene autoridad moral para reivindicar el discurso de Adolfo Suárez. Ni un solo día de los últimos 30 años ha dejado de arrugar la nariz ante la idea de un discurso colectivo español. Ni un solo día ha declarado estar cómodo en la casa. Ni un solo día ha dejado de hurgar en las grietas, de levantar tabiques. Y hace años que dice que es mayor de edad y que toca irse de casa.
Jordi,
Quiero pensar que todos somos muy libres de pensar y escribir lo que consideremos oportuno, el presidente Pujol incluido. Cada cual es muy libre de juzgar moralmente -desde su ética personal- lo que piensa el vecino. Temo que las tareas policiales, en materia moral, sean peligrosas para quien no comparta la sensibilidad de policía de turno,
Q.-