Salon du Livre, 24 marzo 2017. Foto JPQ
Macron, absolutismo posmoderno.
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Emmanuel Macron y su partido reformista, La República en Marcha (LREM), pasarán a los todos los manuales de historia de conquista del poder político supremo, destruyendo a todos sus rivales y pasando de la nada a la cúspide del poder absoluto, en apenas catorce meses.
Macron fue elegido presidente el 6 de mayo pasado, con el 66,10 % de los votos emitidos, que solo representaban al 43,61 de los franceses inscritos en las listas electorales.20.743.128 ciudadanos de un país de 67 millones de habitantes, avejentado y angustiado por numerosas crisis (económica, social, política, cultural), inquieto ante el riesgo creciente de su “declive” / “decadencia”, eligieron al presidente más joven de la historia del régimen (39 años), con muy poca experiencia: dos años como ministro de un presidente catastrófico, François Hollande, cuatro años como banquero de negocios (Rothschild & Cia).
Seis meses cortos antes de su prevista dimisión como ministro, Macron fundó su micro partido, La República en Marcha (LREM), apenas apoyado por su esposa y un minúsculo grupo de fieles de origen conservador, centrista, social reformista, socialistas ultra moderados.
Entre la fundación de LREM (abril 2016) y la dimisión de Macron (el mes de agosto siguiente), el futuro presidente y su micro grupúsculo fueron considerados como unos “outsiders” absolutos, totalmente fuera de juego. A la izquierda, Manuel Valls, ex primer ministro, estaba a la cabeza de todos los sondeos. A la derecha, Alain Juppé, alcalde de Burdeos, era el gran favorito cotizado como “previsible” futuro presidente de Francia.
La entrada en campaña de Macron, entre agosto y finales de noviembre de 2016, no cambio nada. Todo comenzó a cambiar, muy rápido, el 1 de diciembre pasado, cuando François Hollande anunció que renunciaba a presentar su candidatura a la reelección. El calendario político se aceleró vertiginosamente.
Los Republicanos (LR, derecha) acababan de eliminar a Juppé y elegir a François Fillon candidato de la derecha a la elección presidencial, en unas elecciones primarias sencillamente catastróficas.
Dos meses más tarde, el PS eliminó a Valls en unas primarias igualmente desastrosas, eligiendo a un candidato a presidente condenado al suicidio político, Benoît Hamon, artífice de una campaña devastadora para el socialismo francés.
Cuando el semanario satírico Le Canard Enchaîné reveló que la esposa de François Fillon se había beneficiado de un millonario empleo ficticio, como “asistenta parlamentaria” de su marido, el 25 de enero de 2017, Macron y el macronismo comenzaron a crecer de manera espectacular en los sondeos.
Entre diciembre 2016 y enero 2017, el gran favorito, como futuro presidente, fue François Fillon. Hundido por el escándalo de su esposa, Fillon arrastró hasta su tumba política personal a la derecha de Los Republicanos (LR). Durante varios meses, entre finales de 2016 y primeros de 2017, llegó a temerse que Marine Le Pen pudiera ser presidenta de Francia. Prometiendo la salida del euro, la ruptura con la Alianza Atlántica y la renegociación del puesto de Francia en la Unión Europea (UE), la candidata de la extrema derecha se hundió definitivamente, dejando todo el campo libre a Macron.
Jérôme Jaffré, politólogo, fundador y director del Centre d’études et de connaissance sur l’opinion publique (CECOP), explica de este modo la campaña electoral victoriosa de Macron: “Supo canalizar el hartazgo de la opinión pública contra los partidos tradicionales, de izquierda y derecha. El modelo electoral de la V República le ha permitido conseguir el hundimiento histórico del PS y la derecha tradicional. Votando a Macron, los electores también han insistido en su cansancio de la clase política tradicional. Y han votado y su proponen votar a favor de un presidente joven e inmaculado, al frente de un partido de gente nueva, sin antecedentes”.
El triunfo personal de Macron, el 6 de mayo, y el triunfo anunciado de su partido, este domingo, también tuvo y tendrá una dimensión “mística”, incluso “psiquiátrica”, que Boris Cyrulnik, profesor de psiquiatría, explica de este modo: “Macron se ha beneficiado de una epidemia de creencia, fe, optimismo. Se trata de un fenómeno de locura de masas, que estalla tras una gran crisis, un gran periodo de angustia social. La gente desea creer en algo. Y el salvador de la patria llega en ese momento. Se trata de un fenómeno de psicología social, mucho antes que político”.
“¿Puede durar mucho ese ataque, esa epidemia de optimismo?”. Cyrulnik: “Las epidemias terminan por desaparecer. De momento, Macron navega por esa ola de optimismo. Quizá puede durar. Inevitablemente, los conflictos terminan por estallar. Veremos lo que ocurre entonces”.
Alumno de un colegio católico, ex banquero de negocios, ex ministro de un presidente socialista, Macron hizo una campaña “ni de izquierdas ni de derechas”, en la gran tradición del centrismo francés (Jean Lecanuet, Giscard d’Estaing, Raymond Barre), con matices propios de la democracia cristiana y el catolicismo reformista (Paul Ricoeur).
Pascal Perrineau, catedrático en Sciences Po. (el “vivero” de las élites políticas francesas), explica de este modo el coctel ideológico triunfante: “Si se estudia la cuestión, en detalle, queda claro que el liberalismo económico de Macron está muy cerca del liberalismo de la derecha, mientras que su liberalismo cultural está más próximo de la izquierda. El reformismo de Macron, “ni de izquierdas ni de derechas” es de izquierdas en el terreno cultural y de derechas en el terreno económico”.
Si se confirman las previsiones de todos los estudios de opinión, LREN culminará este domingo la gran aventura personal de Macron, consiguiendo una mayoría excepcional, en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, que van a cambiar la Asamblea Nacional.
Inexistente, ayer, el partido de Macron podrá tener mañana entre 400 / 440 diputados, según las estimaciones de Le Figaro. La derecha de LR pudiera pasar de 199 a 95 / 132 escaños. El PS podría sufrir su hundimiento histórico, pasando de 284 a 15 / 25 diputados. Extrema derecha y extrema izquierda podrían tener una representación parlamentaria más o menos simbólica, de 2 a 5 diputados de extrema derecha; y de 13 a 23 diputados de extrema izquierda.
Será previsiblemente, una AN dominada por un partido único, controlado por un presidente con poderes absolutos que no tiene ningún jefe de Estado o gobierno occidental.
Ivan Krastev, politólogo, estima que un poder personal y un poder parlamentario tan absolutos tienen riesgos de nuevo cuño: “El problema, mañana, es que mucha gente continuará esperando cambios. Pero no todo el mundo aspira a los mismos cambios. Un partido único tan dominante en la Asamblea Nacional corre el riesgo de transformar la calle en la principal fuente de oposición para Macron y su gobierno. Perspectiva inflamable y peligrosa”.
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