
Rue Caulaintcourt, 2 abril 2022. Foto JPQ.
“¿Trabaja usted en La Gazette de Montmartre?”, me preguntan.
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“No exactamente, pero todo se andará”, respondo, decepcionándolas, sospecho.
Ah, el mercadillo / brocante de la rue Caulaintcourt …
En la falda / frontera norte / oeste de Montmartre, a caballo entre varios barrios / países (Montmartre, Abbesses, Pigalle), en ese mercadillo / perduran ecos y huellas de la gran ciudad de otro tiempo, enriqueciéndose con muchas de las metamorfosis de la gran metrópolis multicultural de nuestro tiempo.
Céline, Joseph Kessel, Pierre Mac Orlan, Francis Carco, Marcel Aymé, Simenon, Roland Dorgelès, Robert Sabatier, entre muchos otros, enriquecieron su lenguaje en el barrio, preservando para la eternidad una parte sustancial de su matriz cultural.
El amor, en Montmartre, una mañana soleada.
Montmartre, cuando llega la primavera… esperando a Ginette.
Parisino castizo, en un café inmortalizado por Patrick Modiano.
Parisinas con perros, en Montmatre.
Montmartre, cuando llega la primavera… Au Rêve 2.
Montmartre, cuando llega la primavera… Au Rêve.
Montmartre, hortensias de otoño.
El nuevo café pop parisino, en Montmartre.
Abuela y nieta parisinas, en un mercadillo de Montmartre.
Montmartre, tras las vacaciones 2.
Montmartre, tras las vacaciones.
Chalaneo multicultural, en Montmartre.
El nuevo Montmartre mestizo y multicultural de Patrick Modiano.
Montmartre, cuando llega la primavera… tras las huellas de Steinlen.
Montmartre… mercería callejera de la brocante / mercadillo de la rue Caulaincourt.
Montmartre… la brocante de la rue Caulaincourt, en el antiguo Maquis.
Mucho me satisface que haya también en París -y próximo además a esos sacros y venerados barrios de Montmartre y Pigalle, adunando a ellos los epítetos de salaces, vivaces y abundantes de elementos de placer que aún en la mente de muchos se contienen- esta especie de maquis de las tiendas que muestras en tus fotos, resistencia contra el poder comercial establecido, tríada aquí de féminas que parecen satisfechas, creyentes en su oficio de buhoneras, puede que trashumantes, cargando con el hato a todas partes para extender después la fina manta sobre el piso, cubrirla de zapatos, billeteros, vestidos, baratijas…. tal vez incluso de fetiches de la suerte que llevan en su fábrica la baraka, el don de ser felices…¡que así sea, estimado!
Ah, qué ilusión, tus palabras, Ricardo …
… quizá lleves razón: se trata de pequeñas “islas”, “archipiélagos” donde la vida parece más humana, cordial, feliz, de alguna manera …
Q.-
Don Ricado Lanza,
Si no fuera por esos “elementos de placer”, qué sería de nosotros…!!!
Que la diosa Fortuna nos conceda el don de ser felices, aunque sea de vez en cuando, dentro de estas “islas” y “archípiélagos” que menciona Quiño.
Y es que, al final, solo se escoge del archipiélago una isla sola; queda en la pleamar tan reducida que apenas cabe un habitante, casi las aguas se lo engullen; llega la bajamar, lo hace muy tarde, viene con ella el miedo. Opta el vecino de la ínsula por migrar a la mente que le anima. Quédase allí, elige el ensueño permanente, actúa como Loki en la espera del fin del Ragnarok, se hace estallido permanente de delicia en la que el tiempo consumido hizo eviterno, busca la muerte de la muerte que sufriera y no le importa, dio por certeza lo que ha dicho el estimado, sabe que, desde ahora, todo placer está en él mismo, le servirá muy bien si lo ha reconocido, si no es que alguno le sueña, y despierta en el otro y tampoco es El Uno de Advaíta, la no dualidad. ¿Hay en ella Pigalles y Montmartres?, ¿desde la Torre Eiffel ves de París el panorama?, ¿eliges entre El Molino de Lutecia y aquel de Barcelona?, ¿sabes si llegaron los bárbaros y ya no estás?
Duermevela de tarde en que el frío el récord va buscando, llega la noche ya a deshora, llama el ordenador presentando su infinita riada de imágenes y textos, es gato cariñoso que oculta el exterior, cela la realidad que daña porque es cierta.
Ricardo,
Qué cosas tan bellas dices …
Apenas un matiz … el ordenata también puede ser una suerte de navío que puede conducirnos a otras tierras, otros paisajes, otras gentes… descubriéndonos muchas cosas… como tus palabras, tan bellas, decía…
Q.-
Cierto Quiño,
A través del ordenador descubrimos otros mundos, otras gentes, otros conocimientos… y también el calor humano que emana de tu entrañable INFIERNO.
Gracias y buenas noches a todos/ as.
Fina,
Siempre tan cordial y generosa, ayayay …
Viva los ordenatas..!
Q.-
Don Ricardo Lanza,
No es fácil para mí seguirlo y llegar a su altura…Menos mal que puedo consultar con Google, aunque no me resulta suficiente para comprender plenamente su LOGOS y poder alcanzarlo…
Tendría Ud. que reducir el paso o inclinarse, lo que le impediría seguir avanzando…
Si entiendo bien, se refiere Ud. al miedo a la soledad y a la cruda realidad que nos envuelve. Al “Ragnarök” destino de los dioses y la batalla del fin del mundo; al “El Uno de Advaita”, la verdad suprema, la no dualidad. De esas realidades de las que pretendemos huir, o recrearnos en ellas, a través de los ensueños…
Ay, Don Ricardo!!! Para contestar a sus preguntas serían precisas horas y horas de conversación…
En fin, aunque me entere de la Misa la mitad, es un verdadero placer para mí contar con la compañía de eruditos.
Gracias!!!
Pero, Fina: Yo soy ese aprendiz de mucho que únicamente es maestro de nada, cargando siempre la pendiente asignatura porque teme no hubiera un solo catedrático que la apruebe, en este caso ni por pena ni por gracia, pues que en realidad yo soy ese maestro ciruela que no sabía leer y puso escuela, ya que cayó en una menguada pedanía de mudos y de sordos, ágrafos también, y les soltó el trabalenguas engañoso que hubo aprendido de memoria, y repetía a todos, y nunca contestaba a las preguntas, y es que apenas sabía lo que dijo, ese “El talabartero y el zurupeto se acapizaron en el cuadrivio cuando iban de escurribanda sobre la hierba cencida que herbecía”… así, más que ese Fray Gerundio de Campazas, zote supremo de sabio revestido, propio arancel de necedades, digno de que Quevedo lo patee, niéguele su saludo el gran Miró, túndale a zurriagazos el Juan Benet; sea vedado en lo eviterno de escribir toda palabra, hágase El Verbo en él final perenne, Fina.
Muchas gracias, Don Ricardo Lanza por su caballeroso gesto de descender a mi altura.
Por favor, no nos prive Ud. de sus escritos y de su Verbo que tanto nos enriquecen.