Hace unos días, en el vernissage de la exposición de Jean Anguera, Pierrette Gargallo, que fue la más íntima de sus amigas, me daba la noticia: “¿Sabes que Xavier Valls está muy mal..?”.
Valls ha muerto en su Barcelona natal, donde su obra echa sus raíces esenciales, en el Noucentisme, en la obra literaria de Josep Carner (Els fruits saborosos), donde terminó recibiendo tímidos homenajes, jamás a la altura de su inmenso legado.
Valls era un hombre bueno, limpio, honrado. Un Señor. Y su obra es luminosa, siempre tocada por el albo purísimo de los amaneceres mediterráneos. Vivió mucho más tiempo, en París, siempre de alquiler, que en su Barcelona natal, a la que siempre volvía, con cariño filial.
La última vez que nos vimos salía del oculista, en la rue Gay Lussac: había cometido un error catastrófico, poniendo en sus ojos gotas que no correspondían en absoluto a sus problemas. Su hijo, Manuel, alcalde socialista, en la periferia de París, estaba convencido que su padre era un pintor de la envergadura de Balthus. Yo pienso algo bastante aproximado: y doy mis razones en mi ensayo sobre Gaya.
Juan Manuel Bonet lo conocía muy bien, desde niño, cuando visitaba su estudio acompañando a sus padres. Ha escrito una pudorosa necrológica que deseo guardar en este blog como muestra de cariño y respeto, para ambos:
Xavier Valls, pintor del silencio
JUAN MANUEL BONET
Tras corta enfermedad, ha fallecido en su Barcelona natal Xavier Valls, una de las grandes voces secretas de la pintura catalana y española de la posguerra. Nacido en 1923 en el barrio de Horta, célebre por su Laberinto, Valls vivió como niño los desastres de la guerra civil y la inmediata posguerra. Su carrera la inició cerca de veteranos como Olga Sacharoff o Manolo, y de compañeros como Ramón Rogent, José María de Martín, Albert Ràfols Casamada o Maria Girona.
En 1949, Valls llegó a París gracias a una beca. Dos años después, se instaló en una casa del Quai de l´Hôtel de Ville donde vivió el resto de su vida, y desde cuyas ventanas se contempla una bellísima vista lateral de Notre Dame y del Sena, objetos ambos de no pocos de sus cuadros, entre los cuales hay alguno con barcaza, y alguno con nieve.
Entre los primeros faros del Valls de los años iniciales en París, destaca Luis Fernández, que le contagió el amor por la construcción y el silencio. Alejado de la abstracción, entonces dominante, Valls supo construir, morosamente, un mundo, sí, silente y esencial. Hermano espiritual de Zurbarán, Vermeer, Hammershoi, Morandi, Balthus -con el que compartió galerista en la figura de Henriette Gomès-, el citado Luis Fernández o Cristino de Vera, fue un extraordinario bodegonista. También excepcionales son sus luminosos interiores con o sin figuras, sus aludidas vistas urbanas de París, sus paisajes… A propósito de estos últimos, hay que decir que amaba especialmente los de Suiza -el país natal de Luisa, su mujer-, Italia, el Penedés, y Mallorca: paisajes siempre en orden, en calma…
Pintor culto como pocos, Valls fue amigo de Ricardo Viñes, Mompou, Montsalvatge, Bergamín o Gabriel Ferrater. También trató a Rafael Lasso de la Vega, cuya «Galería de espejos» se editó a partir de un ejemplar manuscrito que él conservaba; a Jaume Agelet i Garriga, al que ilustró; a Alejo Carpentier, que escribió sobre su obra; al filósofo y musicólogo Vladimir Jankélévitch, que también lo hizo, y cuyo piano le llegaba a veces en la noche, desde la vecina Île Saint Louis.
Valls, cuya obra han glosado además con pertinencia, entre otros, Marià Manent, Julián Gállego, Antonio Bonet Correa, Miguel Fernández Braso, Antoni Marí o Juan Pedro Quiñonero, fue objeto de diversos reconocimientos, destacando su retrospectiva ministerial madrileña de 1982, la Medalla de Oro de las Bellas Artes que recibió en 1993, y el Premio Nacional que en 2000 le otorgó la Generalitat catalana.
En 2003 El Acantilado publicó las muy entretenidas memorias del pintor, en las que salen muchos de los amigos a los que he hecho referencia, y también algunas de sus bestias negras, contra las que usó su proverbial sentido del humor.
En la última y espléndida individual de Valls, celebrada el año pasado en la galería Juan Gris de Madrid, nos impresionaron especialmente, además de una nueva vista del Sena, un par de obras de especial pureza, inspiradas en Venecia: claros enigmas.
- Arte en este Infierno.
d says
por aquí también nos sumamos
In memoriam
JP Quiñonero says
d,
NO conocía tus / vuestras cosas, que parecen muy potables.
Como comparto vuestro In memoriam..
Q.-