Cuando Ramiro Pinilla publicó el primer volumen de Verdes valles, colinas rojas (Tusquets), escribí que quizá se trataba del libro de ficción más importante que se ha escrito nunca sobre el País Vasco: Euskadi, Literatura y Terror. Una Solución Prohibida por la Ignorancia.
El árbol de Guernica quizá esté amenazado. Pero Pinilla avanza razones que explican mucho mejor que yo la evolución del drama:
“ETA es una hidra con muchas cabezas. dice Ramiro Pinilla Viene una nueva generación de jóvenes y sigue lo mismo. El PNV es la clave. Cuando decimos que parte del pueblo vasco volvía la cabeza ante los crímenes todos nos hemos referido al PNV. Bueno, no digamos los abertzales de izquierda, que esos no es que no volvían la cabeza: esos aplaudían. Los terroristas creían que al final todo el pueblo vasco se levantaría en armas, lo que no ha ocurrido, pero hubo niveles. La reacción del pueblo desde hace poco es otra: es una reacción contra ETA. Hoy el PNV, con Imaz que no está ahí por casualidad, rechaza a ETA y eso significa la puntilla para ETA. El PNV ha decidido que desaparezca ETA y lo va a conseguir” [ .. ] “Medio País vasco miraba y denunciaba los crímenes de ETA y el otro medio miraba a otro lado, no se comprometía: los nacionalistas, por un lado los abertzales de izquierda y luego los del PNV, donde hay buena gente. Como entonces y ahora ETA perseguía lo mismo que ellos, decían: «Son unos bárbaros», y les comprendían un poco. La independencia es esa vinculación oculta…”.
ABC, 14 enero 2007. Ramiro Pinilla: «ETA es una hidra con muchas cabezas y un único lenguaje: la violencia»
Por Antonio Astorga
Ramiro Pinilla aprendió la libertad en los veranos de Arrigunaga, aquí en la playa de Guecho, desembocadura de la Ría, acantilado, libro de arena y de roca. «Era un paraíso… caminar medio desnudo por aquellas arenas, a tus 5, 6, 7, 8 años, con alpargatas, jugando, pescando, bañándote tres meses seguidos…», recuerda desde su casa en Andra Mari, que edificó con su propio sudor. La libertad es para Ramiro Pinilla palabra sagrada. El contraste llegaba en invierno, rememora, cuando tenía que regresar al colegio de frailes en Bilbao, el Santiago Apóstol: «Ese choque lo atribuyo al nacimiento de mi desesperado anhelo de libertad. Soy muy sensible a ello y sacrifico todo lo demás. Prefiero no comer a la pérdida de la libertad». Sin probar bocado se encerró 20 años en un silencio —«lo importante de la literatura es hacerlo en soledad»— roto con la trilogía «Verdes valles, colinas rojas» (Tusquets), premios de la Crítica y de Literatura. Aquí, en tierras de Guecho, Pinilla asienta los primeros 48 caseríos de la Humanidad. Era cuando aún la hidra no había inoculado su veneno en la sociedad, cuando el estado de miedo/el estado de silencio todavía no existían.
—¿Ha escrito usted los cien años de soledad vasca?
—Como habrá visto, Guecho existe y Macondo no. De forma demencial hago nacer la Humanidad aquí, en Arrigunaga. Esta trilogía es una cosa mítica sobre mi concepto filosófico del hombre. Pura imaginación, que no se despega del suelo, y no una fantasía alocada. Hago nacer la vida y el salto de la vida de la mar a la tierra. Es algo científico. Se produjo en un tiempo remotísimo. Son 48 caseríos, el número de cromosomas de la especie humana.
—Los Baskardo, saga protagonista de su trilogía, trata de destruir todo lo que crece a su alrededor: la rueda, el fuego… Creen que la esencia de la gran libertad estuvo en el Principio, cuando la vida saltó del mar a la tierra. ¿Ese es el instante «feérico» de libertad?
—No sé, habría que haber estado allí: a lo mejor tampoco ellos no se sintieron libres, pero desde la distancia me gusta pensar que sí. Si hubo algún instante fue aquél y si no habría que acabar con todas las esperanzas de libertad.
—Libertad: ¿por qué ahora se desprecia tan hermosa palabra?
—El que propuso aplicar la palabra libertad a la manifestación tendría que explicar qué tipo de libertad: ¿Libertad para vivir? ¿Libertad para no llevar escoltas?… Me parece poco eso. Podría haber sido una pancarta más larga: contra ETA, por la paz e incluso por la negociación, porque no se ha acabado. Lo que pasa es que el único lenguaje de los unos es la violencia. Harán más atentados, pero llegará un día en que ellos mismo dirán ¡basta!.
—¿Usted cree?
—Es muy difícil porque ETA es una hidra con muchas cabezas. Viene una nueva generación de jóvenes y sigue lo mismo. El PNV es la clave. Cuando decimos que parte del pueblo vasco volvía la cabeza ante los crímenes todos nos hemos referido al PNV. Bueno, no digamos los abertzales de izquierda, que esos no es que no volvían la cabeza: esos aplaudían. Los terroristas creían que al final todo el pueblo vasco se levantaría en armas, lo que no ha ocurrido, pero hubo niveles. La reacción del pueblo desde hace poco es otra: es una reacción contra ETA. Hoy el PNV, con Imaz que no está ahí por casualidad, rechaza a ETA y eso significa la puntilla para ETA. El PNV ha decidido que desaparezca ETA y lo va a conseguir.
—¿Y con Arzallus?
—No. Arzallus hablaba del nogal: unos sacudían el árbol y otros recogían las nueces. Era un complemento.
—Pero ese PNV miraba a otro lado cuando se cometían crimenes.
—Medio País vasco miraba y denunciaba los crímenes de ETA y el otro medio miraba a otro lado, no se comprometía: los nacionalistas, por un lado los abertzales de izquierda y luego los del PNV, donde hay buena gente. Como entonces y ahora ETA perseguía lo mismo que ellos, decían: «Son unos bárbaros», y les comprendían un poco. La independencia es esa vinculación oculta…
—En su reciente novela «La higuera» dice que ha «alumbrado» sobre hechos que muchísima gente desconocía…
—Ocurrieron en Bilbao, Guecho, en toda España… Bandas de falangistas entraban en las casas, sacaban a las personas y los mataban en la cuneta. Yo tenía doce años y se contaba en las casas solapadamente. Había miedo a hablar. Asustaba aquello. Era tan terrible… De lo que verdaderamente ocurrió me enteré después al leer libros. En mi casa tampoco se hablaba demasiado de eso. Hay jóvenes que cuando descubren dónde están los huesos de su abuelo o bisabuelo les recriminan al anciano que tienen en casa: ¿Por qué no nos hablaste de esto? No les hablaban por MI-E-DO. ¿Qué no les harían para que existiera ese miedo?
—Un MI-E-DO tan criminal y mafioso como el que la serpiente ha inoculado en la sociedad vasca.
—Esta sociedad vasca ha sido una sociedad silenciada. Llamo silenciada a que en el tren, en las tascas no se hable de política, no se hable de ETA. Esa es una sociedad silenciada.
—¿Quién imponía ese estado de silencio, ese estado de miedo?
—El propio miedo. Lo menos que te podía ocurrir es que te dieran una paliza en la calle o que te asesinaran. Era auténtico miedo. Sabías que estabas rodeado de gente afín a ETA, al nacionalismo. No podías hablar libremente.
—¿Persiste hoy ese miedo en la sociedad vasca?
—No, hoy no. Hoy se habla con más libertad. La gente que tiene un mínimo de dignidad y de sentido cívico habla. Quizás no hayamos llegado todavía a la perfección, pero sí ha cambiado mucho el clima.
—La «kale borroka» hizo explotar hace un lustro una bomba en el local de su revista vecinal «Galea» por «españolista». ¿Por qué el terrorista odia la libertad?
—Más que la pérdida de la publiación era la señal de que no éramos libres. Un síntoma nefasto. Si de usted o de mí alguien habla mal podemos escribir una rectificación, una carta, un artículo. Pero hay gente que la protesta la convierte en un atentado; es la diferencia.
—A usted la Guerra Civil le sorprendió aquí, varado en el caserío encima de la playa junto a su madre, en Arrigunaga. Al sonar las alarmas, corrían al refugio entre las rocas y les bombardeaban…
—Eran los cazas alemanes. Bombardeaban con frecuencia Bilbao. Se habla mucho de las barbaridades que cometieron los rojos asaltando las cárceles y matando a cien, doscientas personas. Pero esos asaltos ocurrían a los pocos minutos de ser bombardeado Bilbao y ocasionar cientos de víctimas. Entonces, el pueblo, los rojos, los que sean, gente que no estaba armada, cabreada, iban a las cárceles y mataban. Franco nos habló de los asaltos a las cárceles, pero no de los bombardeos a Bilbao. Yo tengo la pequeña tarea de ir aclarando esas cosas. Mucha gente joven no sabe ni quién era Franco.
—¿Qué opina del empeño de Zapatero en vengar a su abuelo con una ley de memoria histórica?
—Hay que beneficiar de alguna forma a toda aquella gente que defendió la República y que lo pasó tan mal y que se está muriendo.
—Pero, ¿tirándonos los muertos de la derecha y de la izquierda unos a otros a la cabeza?
—Eso lo dice la derecha. No se tiran cadáveres a nadie, ni se pretende una revancha. Pero sí se pretende que los que tienen cadáveres casi en el bosque próximo recuperen los huesos y los entierren debidamente como ellos quieren. Eso es justo. A los vivos se les debe un reconocimiento moral.
—¿No cree que removiendo en esas fosas emergerán de nuevo las dos Españas?
—¡Pero hasta el momento no ha habido más que una! La de Franco. O sea, que estamos de acuerdo con la de Franco. ¿Y con la otra no? ¿Por qué la otra parte, ahora que es el momento, no se va a reivindicar?
—¿Qué queda de la «casta» de Sabino Arana en estos valles?
—Él era un hijo de naviero. Los terratenientes no eran industriales, pero dirigían la sociedad vasca en connivencia con la Iglesia. Era una sociedad totalmente pacífica, los aldeanos iban a misa diaria, el cura los controlaba, una sociedad aplastada, inquieta. Empezaron a venir los maquetos y los de la élite, que no eran nacionalistas y que estaban por encima de las ideologías. Y esta otra connivencia entre la gran élite capitalista y los maquetos estaba jugando a lo mismo: a la industrialización, que es lo que amenazó la pérdida de la identidad vasca representada por Arana. Y de ahí su protesta y lucha por implatar una ideología que no había como tal ideología.
—¿Hoy se vive como si la utopía fuese una realidad?
—Sí, pero sabiendo que no es realidad. El individuo debe de comportarse con la sociedad y consigo mismo como si existiera la utopía. Tenemos que olvidarnos de lo que somos porque nos pegaríamos un tiro. Es difícil soportar la naturaleza del hombre. Tienes que rodearte de cosas buenas, de belleza, de aproximaciones a la utopía.
—Hablando de utopías, ETA ha exigido a Zapatero impunidad para negociar o cometerá crímenes.
—Pero Zapatero no ha cedido. El PP le acusa de que quiere romper la Constitución, romper España, pero no es eso.
—¿Y qué tenía o qué no tenía que ceder el presidente del Gobierno?
—Lo que no tenía que ceder y por eso no ha cedido: el conceder demasiado a los terroristas. El lenguaje de ETA es la violencia. Cuando Otegi dice que «sigamos con la negociación» es porque su lenguaje es la violencia.
—Si la fe nacionalista vasca es ciega, ¿por qué se abraza?
—¿Por qué se cree en Dios? ¿Alguien ha visto a Dios? Es una creencia. Por eso son tan peligrosas las fes: porque al ser ciegas no se razona. No se enjuicia si lo que ordena la fe es bueno o malo. Ahí está el peligro: los islamismos… Todos los nacionalismos son aborrecibles.
—Pero el nacionalista no aborrece la patria como valor supremo.
—A veces el hombre hace cosas buenas, como la Declaración de los Derechos Humanos. El hombre es imperfecto, incompleto, pero no quiere decir que le falte la pieza de Dios y por lo tanto nunca habrá una sociedad perfecta. Cada hombre tiene que inventarse sus propias leyes, pero deben ser adecuadas. Si parten de la defensa a ultranza de la dignidad personal estamos salvados, esas leyes serán buenas, pero no hay que soñar. Hay que tener los ojos abiertos. ¿Cuál es la palabra clave? Cobardía. La inmensa masa de la Humanidad es cobarde porque no se resigna a ser tan poco, no se resigna a morir y acabar, se inventa cielos, se inventa dioses: cobardía.
—Sostiene usted que el árbol de los vascos no es el de Guernica, sino un roble que estaba en Guecho hace milenios. Explíquese.
—Es la clave y la filosofía de los baskardos. Vivían en una sociedad democrática y libre. ¿Por qué? Porque no había representantes. A las reuniones, asambleas… acudía toda la tribu. Levantaban el dedo y hablaban. Pero cuando la tribu creció y no cabían todos debajo del árbol entonces hubo que inventar a los representantes y ahí se fastidió todo. Por eso mantengo que el verdadero árbol estuvo en la Galea, que luego el baskardo, cuando vio que no valía para nada, lo despeñó por el acantilado al mar. El de Guernica tendrá 500 años, pocos, y por eso digo que el verdadero árbol es el de Guecho, que ya no existe. No hay nada, ni libre ni noble. Políticamente no existe.
—¿Los políticos degeneran todo?
—En la democracia directa los miembros de la tribu y de la sociedad van debajo del árbol, pero hoy es imposible. Eso no quiere decir que sobren los políticos. Hay que defender la democracia. ¡Estaríamos buenos si nos quedamos sin ellos!
—¿Es usted baskardo?
—Para mí la libertad es una palabra sacrosanta. Como «lo natural». Lo natural en la especie humana tendría que morir. Yo no tendría que estar vivo ya. Eso es un artificio que va contra lo baskardo. La vida sólo tiene una función: repetirse. Una vez que una persona procrea se puede morir. Y la prueba es que los viejos estamos creando situaciones imposibles. Nos gusta vivir, el fútbol, alimentos impropios… pero no es natural. Y el primero que no lo practico soy yo. Aunque de boquilla sí, soy baskardo.
Luis Rivera says
Leo la entrevista y me siento bien, me parece digna de ser un punto de referencia, un lugar de encuentro. No lo aplaudo porque no quiero molestar a quienes me molestan y eso es una metáfora, claro. Pero ¿es una metáfora de la cobardía? ¿Acabaremos dando la razón a quien tanto nos incomoda porque vuelve irrespirable el ambiente? ¿Quien es la víctima hoy? ¿Es solamente un juego electroral…? Porque si es así…
JP Quiñonero says
Bueno…
Por mi parte, no comparto todas las opiniones de Pinilla. Pero me reconforta leer sus opiniones, por varias razones: 1. Él es un muy gran novelista; y tiene una visión propia y cultural del problema de fondo. 2. Esa visión cultural, reflejada en sus grandes libros, da del problema una visión que escapa a al simplismo ideológico más primario. 3. Permite y obliga abordar el problema desde una óptica que escapa al monopolio de los atroces rudimientos cainitas de la clase política.
Detalles para mi esenciales: Ramiro Pinilla me enseña cosas de su pueblo, de su tierra, de su gente, tratados desde el prisma de un hombre de cultura. Eso es para mi lo esencial. El resto es caer en como una víctima en la almadraba de la guerra político-partidista: un horror.
Q.-
Luis Rivera says
Ese es justamente el enfoque me que me interesa., NO me es necesario compartir toda su opinión, pero no haciéndolo me infunde respeto e interés por entender. Parto de la base de que mi opinión sobre los problemas que nos aquejan de manera tan lacerante es solamente un punto de vista y ni pretendo conocerlos a todos ni participar de ellos. Lo que no entiendo no me obliga a tomar posición sino a intentar introducirlo en el fresco, en su lugar.
JP Quiñonero says
Está claro, Luis,
Q.