Largo diálogo con Nicolas Baverez sobre las crisis superpuestas de Francia y Europa.
● Nacionalismos y mundialización.
● Islam europeo.
● Un Estado carnívoro.
● Violencias étnicas.
● Diplomacias hipotecadas.
● Encrucijada de las presidenciales francesas.
Nicolas Baverez se hizo célebre en 2003, publicando un libro indispensable, La France qui tombe: la referencia absoluta que abrió un inconcluso debate sobre el declive nacional, consecuencia trágica de veinticinco años de demagogia de izquierdas (Mitterrand) y derechas (Chirac). Cuatro años más tarde, Baverez se ha consagrado como el economista, historiador, ensayista, pedagogo, que mejor comprende y analiza la profunda crisis de identidad francesa, en Europa. Sus ensayos sobre Raymond Aron y el futuro de Europa son obras de obligada referencia. Jurista, profesor, Baverez acaba de publicar un nuevo libro, Que faire? Agenda 2007, una guía-resumen-balance de los grandes problemas donde está hipotecado el futuro de Francia, al filo de las próximas elecciones presidenciales, con un evidente alcance para el futuro de la construcción política de Europa.
España acaba de sufrir un ataque terrorista brutal, que ha acentuado colosales problemas políticos internos. ¿Cómo se perciben esos problemas españoles desde una óptica europea?
De entrada lo esencial. La mejor y quizá la única forma de combatir el terrorismo es la defensa del Estado de derecho. Defensa de sus libertades, a través de su policía, su justicia, su sistema democrático. La debilidad del Estado introduce factores de incertidumbre en todo el tejido social. Más allá de las estrictas fronteras nacionales, la debilidad del Estado debilita el puesto de una nación ante la comunidad internacional. La mejor manera de defender y apoyar a España es apoyar su Estado de derecho, bien consolidado, sin concesiones a la barbarie, el terror, el crimen.
NACIONALISMOS Y MUNDIALIZACIÓN
El terrorismo nacionalista vasco coincide con un arco iris de tensiones nacionalistas muy diversas. En Escocia hay fuertes tentaciones de secesión y ruptura con el Reino Unido. Bélgica está dividida de manera brutal. Los Landers alemanes aspiran a conquistar nuevos flecos de poder. En España, Cataluña y País Vasco tienen ambiciones europeas propias. ¿Cómo percibe usted tales problemas?
Ese problema de tentaciones nacionalistas, con riesgos de balkanización de buena parte de Europa, también tiene algo que ver con la mundialización. El repliegue identitario también es con frecuencia una suerte de miedo a una nueva realidad planetaria que inquieta. Ese repliegue es manifiesto en el terreno de los nacionalismos, pero también me parece palpable el repliegue identitario religioso, cultural. Sin olvidar que cada país tiene tradiciones propias. Algunos países, como la España pos franquista o Alemania, se ha reconstruido a través de una fuerte descentralización. Otras naciones, como Francia, se han formado y consolidado con modelos muy centralistas y unitarios. A mi modo de ver, la Nación / Estado continúa siendo el fundamento capital de la vida cívica internacional. Aunque ya no tenga el monopolio. El Estado moderno debe permitir afirmar distintos valores: la fe o pertenencia a una comunidad religiosa, a una región, al mismo tiempo que la integración en unidades políticas superiores, como el Estado o las grandes instituciones europeas. El sistema europeo no está definitivamente estabilizado. Lo esencial es evitar la fragmentación, evitar la balkanización. No hay alternativa al Estado o la nación española, por ejemplo.
A las puertas, dentro y fuera de Europa, el terrorismo es otra realidad trágica que amenaza a las sociedades europeas.
Es uno de los grandes desafíos planetarios de nuestro tiempo. En cierta medida, es posible afirmar que Bin Laden ha triunfado, parcialmente. No ha conseguido lanzar una gran revolución planetaria. Pero si ha conseguido imponer una lógica de enfrentamiento y de odio entre el mundo arábigo musulmán y las democracias occidentales. Hay varios frentes de guerra internacional, en Afganistán, en Irak, y en numerosos puntos del planeta, donde los atentados terroristas se suceden de manera imprevisible. Y hay numerosos frentes interiores, nacionales, en Europa, en particular, y en el Magreb, con ramificaciones evidentes para todas nuestras sociedades. En España e Inglaterra, los responsables de grandes atentados estaban perfectamente integrados en sus sociedades respectivas. Es de temer que esa lógica del enfrentamiento prosiga y se ramifique, amenazando nuestra seguridad.
ISLAM EUROPEO
Se trata de una amenaza común contra toda Europa.
Por supuesto. Y Europa está bien necesitada de una estrategia común contra el integrismo radical islámico. Pero también me parece evidente que Europa sufre de sus divisiones. Estuvo dividida ante la intervención norteamericana en Irak. Y continúa dividida sobre las amenazas que pesan sobre su seguridad. Europa cierra los ojos y no desea contemplar una realidad inquietante. La última moda es fingir que se podrán resolver los problemas de Occidente y el Islam integrando a la Turquía en la UE. Ese proyecto no arreglará nada de nada. Hay un problema de fondo para los europeos: ¿Cómo organizar sus relaciones internas y externas con el mundo islámico? Europa no tiene respuesta a ese problema, grave.
Tampoco hay estrategia común hacia el Islam europeo.
No. Europa está necesitada de una política interior común ante el Islam. Política que tiene muchos frentes, integración, seguridad, economía, etc. También se echa en falta una diplomacia común ante el islamismo radical. Diplomacia indisociable de la política de seguridad y el apoyo activo a los musulmanes moderados.
¿Cuál el riesgo de tales faltas?
Lo esencial es la reconstrucción moral, económica y social. De Francia, de Alemania, de la UE. A partir de ahí, hay que atacar los otros frentes. Sin respuestas claras, Europa corre el riesgo de convertirse en un asilo sitiado, amenazado. Para poder ser una gran potencia, a escala planetaria, Europa necesita una economía próspera, un Estado providencia reconstruido, y una integración cultural fuerte.
CRISIS DE FRANCIA, CRISIS DE LA UE
Sin embargo, las amenazas que se ciernen contra Europa coinciden con una ya larga y bizantina crisis institucional de la UE. No es fácil imaginar una Europa institucional con la ausencia de Francia. Pero Francia está en crisis, a la espera del voto decisivo de las próximas elecciones presidenciales. ¿Cuál es a su modo de ver el alcance histórico de tal acontecimiento?
El tema central de la campaña afecta a Francia y Europa: ¿es Francia capaz de cambiar? ¿Es posible conseguir que Francia funcione? ¿Qué hacer para conseguir que Francia vuelva a funcionar? ¿Cómo hacer para que Francia vuelva a formar parte del pelotón de cabeza los grandes países desarrollados? El estado de ánimo de los franceses se conoce bastante bien: han comprendido que su país había entrado en una fase de declive, han comprendido que ese declive no es consecuencia de ninguna maldición particular. Por el contrario, los franceses se preguntan por el mejor camino y el mejor método para salir de la crisis. Algunos dudan de la posibilidad de reformar un viejo país muy conservador, prisionero, hoy, de los corporativos y los comunitarismos.
¿Qué es más urgente? ¿Las reformas económicas y sociales o las reformas políticas, institucionales?
El corazón del problema es la incapacidad de reformar la economía y la sociedad, para adaptarlas a la mundialización y la sociedad abierta. A causa del bloqueo de la economía, víctima de veinticinco años de demagogias de izquierda y derecha, se ha intentado esquivar los problemas, evitando las reformas más dolorosas, con semi reformas, o culpando a Europa de nuestros problemas. Casi se ha conseguido consumar el divorcio entre los franceses y Europa. La consecuencia ha sido debilitar de manera inquietante las instituciones de la V República, paralizándolas y restándoles su eficacia. A mi modo de ver, hay tres tipos de grandes reformas pendientes. Un primer bloque, urgentísimo, para romper con el anquilosamiento del Estado y poner en marcha la economía. Hay que liberalizar el mercado del trabajo y bajar la fiscalidad, para permitir que las empresas puedan invertir, puedan evolucionar, con el fin de relanzar la economía nacional.
ESTADO CARNÍVORO
En cierta medida, ¿no pudiera pensarse que Francia es víctima del Estado francés?
Sin duda. La sociedad francesa es víctima de la esquizofrenia y el mal funcionamiento del Estado francés. El Estado francés es muy improductivo, trabaja poco y mal. Y ese mal funcionamiento del Estado francés pesa de manera muy gravosa sobre el conjunto de la nación.
Dura tarea, la reforma de un Estado.
La reforma de un Estado se mide en años, en quinquenios, si no en décadas. En Alemania, por ejemplo, la Agenda 2010 comenzó el 2003 y no ha empezado a dar resultados, de manera espectacular, hasta el 2006. Para poner en marcha las primeras reformas que necesita Francia son necesarios unos dieciocho meses. Y otros dieciocho meses para comenzar a obtener resultados. Pero Francia necesita reformas mucho más profundas, con un horizonte mínimo de cinco años de trabajo duro.
¿Qué tipo de reformas de fondo?
La educación, por ejemplo. Para evitar, pura y simplemente, que 160.000 jóvenes, en torno al 20 por ciento de la población joven, vayan directamente al paro, faltos de una educación mínima indispensable. Para evitar que el 40 por ciento de los jóvenes salgan del sistema escolar sin haber conseguido ningún diploma. Francia necesita una reforma escolar de fondo, con ayudas especiales para los niños y adolescentes menos favorecidos. Para realizar una reforma de ese tipo, y conseguir resultados, hacen falta unos cinco años. Que es el plazo indispensable para realizar otras reformas tan urgentes como indispensable del sistema de jubilaciones y seguridad social.
VIOLENCIA ÉTNICA
Mientras tanto, no han dejado de proliferar los guetos suburbanos, con estallidos a repetición de crisis de violencia étnica.
Ese es el problema más grave que tiene Francia. El problema de la integración de una Francia divida, fragmentada, al borde de la guerra civil, en muchos guetos. Un problema comparable al de la reunificación alemana, durante los años noventa del siglo pasado. Francia tiene que preguntarse como integrar a 3 millones de franceses que viven en unos 770 guetos suburbanos. Es un problema inmenso, colosal. Se trata de una fragmentación cívica horrorosa. Francia tardará una larga generación para reintegrar en la vida cívica a esos millones de franceses condenados a vegetar al margen de la vida económica, muy marginados de la vida cívica nacional.
¿Cómo abordar ese problema?
Reformando profundamente el Estado providencia, que ha fracasado de manera trágica. Hay que reformar el sistema de subvenciones y asistencia, devolviéndoles la eficacia perdida. Hay que reinventar los trabajos de utilidad pública. Hay que crear nuevas formas de trabajo de proximidad. Hay que introducir la economía abierta y la eficacia del mercado en esos guetos sociales. Sin olvidar que toda esa tarea, inmensa, debe ser paralela a la lucha contra el racismo y el comunitarismo étnico, que están destruyendo los cimientos de la sociedad nacional.
Los problemas de integración y no integración étnica y religiosa son indisociables del problema de fondo de la inmigración.
En los guetos suburbanos franceses, la inmensa mayoría de la población es francesa, de distinto origen étnico y religioso. Hay inmigrantes no franceses. Pero la mayoría de la población suburbana es francesa. Al mismo tiempo, el problema de la inmigración tiene su lógica propia. Es aberrante e ilusorio querer cerrar completamente las fronteras. La inmigración puede ser favorable al crecimiento económico. Y, no lo olvidemos, toda sociedad cerrada es una sociedad declinante, en decadencia, en retroceso. Al mismo tiempo, es igualmente absurdo no intentar “pilotar” la inmigración, de la misma manera que se tiene una política económica o una política exterior. La inmigración debe estar “pilotada” a través de las necesidades del mercado del trabajo. Y debe estar “pilotada” a través de los proyectos de co desarrollo, con los países en vías de crecimiento. Las políticas de “pilotaje” y prevención de la inmigración deben complementarse con políticas de ayudas al desarrollo, con ayudas al retorno voluntario de los inmigrantes no integrados, incluso ayudando a que ese retorno contribuya al desarrollo de sus países de origen.
DIPLOMACIA HIPOTECADA
Esa acumulación de crisis que usted describe han minado el puesto de Francia en Europa. ¿Cuando será posible que Francia asuma iniciativas diplomáticas de peso?
Habrá que tocar las cuestiones diplomática, por supuesto. Pero, de entrada, es una evidencia que nos encontramos en una situación de crisis semejante a la de 1958. Antes de embarcarse en una gran política europea y mundial, el general De Gaulle puso en pie nuevas instituciones, zanjó el problema de la guerra de Argelia, y saneó la economía nacional. El problema esquizofrénico de los últimos años ha sido pretender tener una diplomacia influyente, en Europa y el mundo, con una economía declinante, una economía que se hunde. Al mismo tiempo que Alemania se recupera de manera espectacular, con una base muy sólida para hacer una gran diplomacia, Francia sigue empantanada, con unos déficits colosales, una economía que roza la bancarrota y está en recesión industrial. La prioridad esencial para Francia es sanear su economía, devolver la credibilidad a sus instituciones e iniciar un proceso de integración social, antes de embarcarse en nuevas aventuras diplomáticas.
¿Se puede esperar algo a corto plazo?
Si Francia quiere salir del paréntesis histórico de su declive y marginalización, que comenzó hace veintitantos años y culminó de manera patética con el referéndum nacional que consumó el alejamiento nacional del proceso histórico de la construcción política de Europa, Francia debe ser coherente consigo misma. Y comenzar por poner en orden su propia casa nacional. Es urgente, indispensable, reformar el Estado y poner en marcha una máquina económica averiada. Si se consigue realizar todo eso, a buen ritmo, en dos o tres años, a partir del 2009 o el 2010 será posible que Francia lance iniciativas sólidas a escala europea. Hoy por hoy, Francia es un país poco creíble. Es inestable políticamente y está estancado económicamente, con unos inquietantes enfrentamientos sociales que rozan la guerra civil en algunos barrios suburbanos.
Si lo entiendo bien, la UE está condenada a sufrir la crisis y la enfermedad nacional de Francia.
Francia ha sido el enfermo de Europa, como dudarlo. Pero, mirando más allá de nuestras fronteras, hay que constatar que la UE también está enferma y se encuentra en muy mal estado. Hay un proceso de re nacionalización de los intereses. Se paró hace tiempo la lógica de la integración. Y ese proceso histórico de parálisis europea ha coincidido, es una evidencia, con la doble crisis de Francia y Alemania. Italia también se encuentra hoy en un muy mal momento. Esos tres de los países fundadores en crisis suman algo así como el 60 por ciento de “euroland”, en crisis económica y social. Con esa masa crítica en crisis, era y es difícil reformar nada. Como Blair perdió su primer impulso europeo, el Reino Unido perdió la oportunidad de ponerse al frente del liderazgo europeo.
EN LA ENCRUCIJADA
Raymond Aron decía que Europa quiere salir de la historia cuando otros pueblos aspiran a entrar por la fuerza, sin dudar en el derramamiento de sangre.
No hay soluciones meramente nacionales. El pseudo patriotismo económico es un engaña bobos. El bloqueo de la construcción política de Europa y la crispación de los nacionalismos económicos es un verdadero desastre. Y la mejor ilustración es la hipoteca energética que pesa sobre Europa, amenazada de chantaje por Moscú. La sentencia de Aron que usted recuerda nunca ha sido más justa que hoy. Vivimos en un mundo de aparente prosperidad. Pero se trata de una prosperidad amenazada. En el exterior, los fanatismos coinciden con la proliferación de armas de destrucción masiva. En el interior, es sintomática la crisis de integración en los suburbios franceses, con llamaradas incendiarias. Europa tiene la talla indispensable para afrontar todos los desafios. Solo falta que los europeos sean capaces de responder con eficacia, unidos. De ahí, así mismo, la importancia europea de las presidenciales francesas. Es indispensable sacar a Francia del hoyo donde se encuentra. Para evitar su declive histórico, sin duda. Pero para poder relanzar Europa, también.
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