Sergi Doria me invita a participar en un debate organizado por Caixa Forum, Barcelona, para intentar responder a estas cuestiones “¿Cómo nos venden las noticias? Las entrañas del periodismo”. Me tomé la libertad de interpretar mi partitura en clave marxista: “De la nada, a la más absoluta miseria…”.
Un público muy atento y sediento de respuestas de muy difícil respuesta escucha a Xavier Mas de Xaxàs (La Vanguardia), Francisco Luis del Pino (Centro internacional de prensa), y Christopher David Tulloch (vicedecano de periodismo de la Universidad Internacional de Cataluña). Sergi me hizo un regalo precioso, sobre el que ya volveré. Christopher me regaló su libro Corresponsales en el extranjero: mito y realidad (Eunsa), en el que incluso yo creo que digo algo.
Dado que el criminal siempre vuelve al lugar del crimen, yo debía discurrir por las aguas pantanosas del puesto de la cultura en la diaria faena del corresponsal. Pergeñé esta breve charleta:
PERIODISMO E INCULTURA
“De la nada a la más absoluta miseria..”
A mi modo de ver, Barcelona es un sitio ideal para intentar comprender algo sobre la importancia de la cultura en el trabajo de cada día del periodismo, en general, y de la faena del corresponsal de prensa en el extranjero, en particular.
Para intentar saber lo que pasa en Barcelona, o en Cataluña, cada día, se da por supuesto que es imprescindible tener ideas más o menos aproximadas sobre el personal político, sus relaciones de fuerza, sus ambiciones, etcétera. Se da por supuesto, también, que un poco de economía catalana, un poco de vida municipal, un poco de la sociología de las comarcas catalanas, tampoco le harán daño a quien aspire a contar por lo menudo lo que ocurre en Barcelona, en Cataluña, con cierta honestidad.
Sin embargo, a nadie se le oculta en Barcelona, en Girona o en Lleida, que, en verdad, la economía y los equilibrios de fuerzas políticas no lo explican todo. Para intentar comprender un poco de cuánto ocurre en Cataluña quizá sean indispensables dosis bastante altas de cultura. Cultura catalana.
En mi caso, he vivido mucho más tiempo en el extranjero que en mi pueblo, o en España. Y ese carácter imprescindible de la cultura hace mucho que se me impuso como una evidencia, para intentar comprender algo de las cosas que pasan en otros pueblos, otras sociedades. Se me antoja que se trata de una realidad palmaria, si se intenta comprender algo sobre todo el Mediterráneo occidental, Oriente Medio, la vieja Europa, o, más modestamente, incluso París, que es la ciudad que yo mejor conozco.
Cualquiera que hoy llegue a París, por avión, tren o carretera, lo más probable es que coincida en la frontera, en el andén o la autopista, con hombres y mujeres de distinta raza, que no es difícil adivinar de otra lengua, cultura y religión. Si uno quiere no complicarse la vida y convencerse que todo sigue igual, solo tiene que comprar un periódico. Y la realidad más o menos artificial de ese periódico, cualquiera de ellos, le recordará que Francia está en campaña electoral, dominada por el frenesí del micro cosmos político. Sin embargo, si el lector de periódicos pone un poco de atención pronto advertirá, hoy, síntomas de este tipo:
-Una señora muy leída, de raza negra, ha podido ser candidata a presidenta.
-Entre los consejeros y consejeras de los candidatos hay bastantes de origen norte africano.
-Entre quienes orquestan el activismo político, a través de Internet, abundan los hijos o nietos de franceses nacidos en la antigua Indochina.
No se trata de datos anecdóticos. Se trata de una realidad cultural profunda.
La última mujer que ingreso en la Academia francesa es Assia Djebar, escritora argelina de expresión francesa. En su discurso de ingreso en la Academie, Assia Djebar habló de Apuleyo, Tertuliano y San Agustín, que nacieron en tierras que hoy se llaman Túnez y Argelia.
Entre los más grandes poetas franceses vivos, hoy, es imprescindible citar a un francés negro, Aimé Cesaire, y un francés de origen vietnamita, François Cheng, experto emérito en caligrafía china.
Buena parte de la literatura que hoy se publica en francés está escrita por autores de origen norte africano, o nacidos en las antiguas colonias de dos o tres continentes.
No se trata de accidentes ni curiosidades. Se trata de una realidad cultural muy honda, cuyo conocimiento es indispensable para poder comprender algo de la realidad más inmediata.
Francia tiene muchos problemas, políticos, económicos, sociales, incluso religiosos. Pero el problema de fondo más grave quizá sea un problema cultural. En Francia hay entre 700 y 800 guetos suburbanos, bien repertoriados, donde cohabitan de muy mala manera una Francia que agoniza, una Francia angustiada ante su presente, y una Francia que se mueve de manera sonámbula, sin saber hacia donde va; y tiene miedo.
Los periódicos hablan poco y mal de esa Francia suburbana. Cuando los periódicos se ven obligados a hablar de esa Francia mestiza queda al descubierto lo tarde y mal que hablan los periódicos de la realidad más profunda; y el carácter indispensable de la cultura para entender la realidad inmediata.
El ejemplo canónico que tengo más a la mano es el de los incontrolados estallidos de violencia suburbana, en Francia, durante el mes de noviembre del 2005. Casi fue ayer mismo.
Aquella crisis terminó con cierto dramatismo. Fue necesario imponer el toque de queda militar, por vez primera desde la guerra de Argelia, para conseguir la restauración definitiva del orden, con el despliegue simbólico de algunas unidades militares en las encrucijadas de algunas ciudades, comenzando por algunos suburbios parisinos.
Aquella crisis dejó al descubierto hasta que punto la incultura causa estragos periodísticos catastróficos; y en que medida la cultura es sencillamente indispensable para comprender la realidad de la que se intenta informar con un mínimo conocimiento de causa.
La incultura profunda, indiferente y culpable con la que se informó de aquellos acontecimientos transmitió en inglés, español, italiano, catalán y un poco menos en alemán, unas imágenes muy distorsionadas, cuando no sencillamente falsas.
Aquel desastre informativo internacional, prolongado durante tres o cuatro semanas, hubiese podido evitarse con algunas dosis homeopáticas de cultura, indispensables para distinguir entre una sublevación de inmigrantes negros y musulmanes, pobres de misericordia; y una sublevación de franceses de raza negra, asistidos por el Estado, desde la infancia, víctimas de la incultura, precisamente.
Una sublevación de inmigrantes negros y musulmanes, pobres de misericordia, tiene algo de “invasión”. Y pongo esa “invasión” entre comillas, para subrayar su carácter cínico, absurdo e ignorante. Aunque invasión, sin comillas, es la palabra que se usó entonces y se usa ahora, camuflada, apenas, para hablar de unos movimientos migratorios desde una óptica que me parece moralmente intolerable, económicamente absurda y culturalmente ignorante, zafia.
Por otra parte, hablar de una sublevación de franceses de raza negra, asistidos por el Estado, desde la infancia, tiene algo de “revolución”. Y vuelvo a entrecomillar esa palabra, “revolución”. Apenas. Porque hay una tradición francesa de integración social a través de la violencia. Aunque era y es una evidencia que París, el mes de noviembre del 2005 no era el París de julio de 1789, ni siquiera el París del mes de mayo de 1968.
La gran diferencia de los estallidos de violencia del invierno del 2005, con respecto a otras sublevaciones francesas de otro tipo, fue su carácter absurdo, nihilista, anti cultural, más próximo a Naranja Mecánica que a Kronstadt. Uno de los graffiti que mejor resumía aquella crisis fue este: “Menos escuelas y más prostíbulos..”.
Debo subrayar que el autor de tal declaración de principios, el autor de esa petición pública, fue uno de los incendiarios que metieron fuego a su propia escuela, en un suburbio parisino. Un siglo atrás, Rimbaud había escrito, entre los papeles de Una temporada en el Infierno: Je suis un noir. Yo soy un negro. Rimbaud escribía alumbrado por la insurrección revolucionaria de la Comuna de París. Siglo y pico más tarde, los mejores exégetas de esa frase de Rimbaud continúan siendo Senghor y Aimé Cesaire, dos negros franceses, de muy alta cultura, los mejores defensores de una Francia multiracial y multicultural, que ellos anunciaban y es hoy una realidad problemática.
Problemática para los franceses que no desean ver y tienen miedo de su nuevo rostro colectivo, contemplado en el espejo de una realidad conflictiva.
Problemática para los extranjeros periodistas que a diario hablan de Francia a través de las anteojeras del microcosmos político, confundiendo la realidad de Francia con la realidad virtual de la propaganda política; confundiendo la realidad de la cultura con la publicidad interesada que distribuyen museos, casas de discos, productores de cine y editores.
Esa realidad virtual que a diario nos venden los editores más selectos, los museos más respetables, las distribuidoras de cine más poderosas, las tropas de ocupación del campo de batalla político más inmediato, tienen hoy, y no solo en Francia, una dimensión de parque temático. Tienen algo muy profundo de realidad artificial, destinada a abastecer de manera sonámbula, industrial, unos canales de comunicación e incomunicación que no siempre son canales de cultura y si conducen con frecuencia al basurero.
Esa confusión de géneros y el carácter esencial de la cultura, para nuestras vidas y para el oficio de periodista, en particular, quizá sea una de las cuestiones centrales de nuestro tiempo. Un solo ejemplo. Y con esto termino.
El día después de la llegada de las tropas americanas a Bagdad, el mes de abril del 2003, tras una campaña victoriosa, yo estaba comiendo en París, en el College de France, con un amigo, Javier Teixidor, que es el único español que ha sido profesor emérito en esa institución centenaria, desde hace siglos. Y le confesé mi optimismo infantil: los americanos, pensaba yo, habían ganado la guerra de Irak; instalarían un gobierno que les fuese fiel; y la historia de Oriente Medio habría cambiado de rumbo.
Javier Teixidor, que dirigía entonces la Cátedra de Antigüedades Semíticas del College de France, y es una eminencia internacional, Javier Teixidor, me escuchó en silencio, y me dijo: “Bueno, bueno… a mi modo de ver, lo que deberían de hacer los generales americanos es estudiarse los Desastres de la guerra de Goya. Porque eso es lo que les espera: una guerra irregular, sin frente, con un enemigo invisible, que tendrá muchos rostros. Una guerra civil y religiosa, internacionalizada”.
Y, como olvidarlo, en esas estamos. Dicho de otro modo: el conocimiento cultural de las realidades irakíes hubiese desaconsejado una intervención militar planeada desde los gabinetes políticos, militares, económicos, con palmario desprecio por las cosas de las lenguas, las religiones, la cultura.
El periodismo, como el poder político de turno, siempre está fascinado por la fuerza, la economía, la diplomacia. Pero, en definitiva, me digo, es la cultura la que nos permite entender las complejas realidades más inmediatas. De ahí mi melancólica inquietud cuando abro los periódicos y contemplo las mercancías averiadas que se presentan masiva y pomposamente como “cultura y espectáculos”. Recuerdo a Groucho Marx: “Aprended de mi; que, de la nada, caí en la más absoluta miseria”.
JP Quiñonero says
Men..
Confieso mi arcaismo conservador absoluto: lo de «meneame» es una palabreja que me pone los pelos de punta. Dicho esto: ¡gracias a quien corresponda la cosa..!
Q.-
maty says
Nuevamente brillante, Quiño. En su día ya te felicité por tu seguimiento de los disturbios en Francia. Por cierto, antes y después, siguen quemándose decenas de coches los fines de semana -al menos así era, creo recordar, meses atrás-, sin que los medios informen al respecto (de ahí mi memoria insegura).
JP Quiñonero says
Maty,
Con los pies en el estribo de dos o tres cosas laborales de esta mañana: Gracias..
Q.-
Joaquin says
Creo que es un brillante y sintético análisis, válido para el entero planeta tierra, tomando como ocasión del discurso la particular coyuntura francesa.
JP Quiñonero says
Joaquín,
Te / os debo café,copa,etc..
Gracias..
Q.-
Luis Rivera says
Es un artículo o conferencia espléndido que me deja pensando que no se que pensar.
JP Quiñonero says
Hombre, Luis,
La duda misma ya refleja una amistosa generosidad,
Q.-