Cuando Jordi Pujol afirma [La Vanguardia, 17 febrero 07] que él no impulsó la reforma del Estatut porque “temía lo que ha pasado” y Francesc de Carreras agrega, hablando del mismo problema, que “ahí está el resultado de la chapuza: la confusión y el conflicto”, están en desacuerdo en muchas cosas, pero coinciden en subrayar el estado de incertidumbre cívica que la política ha precipitado en Cataluña.
Tema recurrente en este Infierno, y que, a pesar de la tragicomedia en curso, me aporta íntimas satisfacciones. Dos personalidades importantes, conocedores eméritos de la realidad política catalana aportan agua al molino que yo he desarrollado desde una óptica cultural:
- Cataluña cainita [2] [3] [4] [5].
- Cataluña, víctima de los políticos catalanes.
- “La sociedad política catalana está enferma”.
- Cataluña invertebrada.
Las matizaciones de Pujol y Carreras creo ilustran de manera muy gráfica mis razonamientos propios.
Pujol afirma que De motius de decepció n’hi ha. Però…
Cada cop és més evident que a Catalunya, i als catalans, les coses no ens han sortit bé durant els últims anys. I que ara estem en una situació pitjor que temps enrere, des del punt de vista del nostre autoprestigi i de la valoració de cara enfora i de la nostra moral collectiva. I ni sabem si finalment tindrem més autogovern.
Francesc de Carrera [La Vanguardia, 17 febrero 07] escribe:
ES probable que el cartero siempre llame dos veces, es probable. Pero lo que no es probable sino seguro es que este Estatut, el que se aprobó en junio pasado con el voto a favor de sólo el 37 por ciento de los catalanes, llamará muchas más veces, repicará de forma incesante en nuestras puertas y no parará de estar presente en la política catalana y española. Recuerdo que en los inicios de la reforma estatutaria, un grupo de prestigiosos empresarios catalanes dieron público soporte al proyecto catalán con el objetivo de que por fin se aprobara, acabáramos de una vez con aquella pesadilla y la política catalana se dedicara a cuestiones más importantes, por ejemplo, las infraestructuras. Ingenuos. Como ingenuo fue también el presidente del Gobierno al creer que era un texto con el que se podía jugar para hundir mejor al PP: jugar con fuego, tan propio de niños. Más cercano todavía en el tiempo, Montilla dijo en su discurso de investidura que las cuestiones identitarias quedarían postergadas para dar paso a las cuestiones sociales. Ingenuo también: por una miserable hora de castellano, la que están armando.
Efectivamente, en estos momentos, los problemas de aplicación del Estatut surgen por doquier. Además de los siete recursos planteados ante el Tribunal Constitucional, la ley de Dependencia finalmente no recurrida y varios decretos en materia de enseñanza, diversos anteproyectos de ley plantean discrepancias con el Estatut; el editorial de La Vanguardia de ayer los enumeraba: Adopciones, Libro y Bibliotecas, Defensa de la Competencia, Violencia en el Deporte. Además, también tienen problemas los proyectos de reforma de las leyes orgánicas del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, ya en trámite en el Congreso. No está mal para añadir conflictos innecesarios y seguir sin centrarnos en las infraestructuras, para seguir con el mismo ejemplo. ¿Creen ustedes realmente que todas estas desavenencias en la aplicación del Estatut están causadas por la tradicional manía que Madrid tiene a los catalanes, como se sostiene en medios oficiales? Seamos serios, dejemos de hacer victimismo barato y pensemos que quizás la culpa se debe a quienes, de forma insensata, pretendían cambiar el modelo de organización territorial del Estado y blindar las competencias catalanas para impedir que las laminaran (¿recuerdan estos términos?) a partir de una reforma del Estatut. Ahí está el resultado de la chapuza: la confusión y el conflicto.
«¿Nos han engañado?», me preguntaba hace un par de días un amigo cuando le explicaba estas cosas. «Pues sí – le respondía-, exactamente eso: nos han engañado». Y nos engañaron porque los políticos catalanes se pusieron a cabalgar a lomos de un caballo desbocado llamado Estatut,del que no se podían apear sin hacer el más espantoso de los ridículos. Primero fue la fase preparatoria en el Parlament de Catalunya, después la fase del Congreso en Madrid, ahora estamos en la tercera fase, la de aplicación y, dentro de unos meses, la temida sentencia del Tribunal Constitucional. Hasta ahora, nuestros políticos – los de Madrid y los de aquí- han ido, mal que bien, entre abstención y abstención, salvando la cara como podían. En algún momento les llegará la hora de la verdad y los ciudadanos les recriminarán su impostura. El Estatut seguirá siempre llamando a su puerta.
Por si era poco, mañana se vota el Estatuto de Andalucía, esa otra gran realidad nacional.
Hay un análisis que no veo que se realice y que a mi me parece evidente. Tal vez esté equivocado, pero tengo la impresión que la «batalla de l’Estatut» ha desencadenado un hecho absurdo:
– la enorme voluntad de diferenciación de los políticos catalanes que participan en esta actitud por estatutaria, se ve neutralizada automáticamente por la decisión de las otras autonomías por aprovechar el camino abierto y acercarse a «las mejoras» conseguidas, o a la «no diferenciación» como vocación existencial.
– se produce una absurda carrera de liebre y galgos «ad infinitum» en la que la liebre nunca será alcanzada pero nunca conseguirá separarse de sus perseguidores.
Si tenemos en cuenta que, al margen de intereses económicos, la diferenciación es objetivo prioritario, cuando más lo intente Cataluña, más se tenderá a la identificación igualitaria.
Eso pienso yo.
Luis,
Carreras y Pujol coinciden por lo menos en eso: «una situació pitjor que temps enrere» (JP) o «confusión y conflcito» (FdC). Si ellos ya lo ven así, ¡que decir desde Cartagena, donde también hay un partido autonómico que aspira a liberarse de la tiranía murciana..!
Q.-
Pero fíjate, Q., no se trata de los autonómistas cartageneros (mis abuelos maternos lo eran) sino de que el resto de autonomías han encontrado el camino del «yo más – yo también» y eso conduce a una espiral del absurdo. Antes Cataluña (en términos político9s) aspiraba a la diferencia cualitativa. Ahora todos en la estela aprovechan el impulso catalán. El resultado para Cataluña es: no alcanza la diferencia, fatiga al respetable. Y para las otras autonomías la mejora es evidente.
El político catalán que diseño la estrategia merece un premio. Y entiendo que Pujol y Carreras coincidan.
Luis,
Confieso mi debilidad por la cosa catalana, que no es lo mismo que la cosa murciana, pongo por caso. ¿La diferencia? Una lengua-cultura-instituciones que tienen algo así como mil años de historia. Mi desencanto viene del proyecto político de “nacionalidad constituida voluntariamente en comunidad autónoma”. A partir de la asunción de tal concepto esquizofrénico, la clase política catalana ha dado signos de enfermedad neurótica (JMª Castellet dixit), la ciudadanía catalana se ha fragmentado de manera inquietante (“metida a coces en la política madrileña”, según frase canónica de BP) y los escritores catalanes hablan voluntaria o involuntariamente, a través de sus obras, de una grave crisis de identidad…
En Murcia o Andalucía los debates nacional / autonómicos tienen dimensiones sospecho que no menos esquizofrénicas, derivadas de la “nacionalidad constituida voluntariamente en comunidad autónoma”.
La cosa vasca merecería voluminosos capítulos, que intento anotar a lo largo y lo ancho de este Infierno,
Q.
PS. Dicho de otro modo: NO HAY SOLUCIÓN MERAMENTE POLÍTICA. SOLO LA CULTURA PUDIERA ABRIR NUEVOS FRENTES DE ANÁLISIS Y ENTENDIMIENTO.
Q: desde elñ día en que nací en Barcelona hasta hoy que, vivo fuera de Cataluña, he tenido esa misma debilidad y admiración a la par que he asumido algunos aspectos paranóicos de la catalanidad (somos mejores) que el vivir en otros lugares de manera sostenida ha borrado de manera total.
Soy nieto de emigrantes y mis opadres se expresaban en catalán con sus amigos, no en casa donde la lengua común era el castellano. Yo me expreso en ambos idiomas de manera indistinta según sea quien tengo delante y en mi familia se dan todos los tintes de la catalidad, del catalanismo y del nacionalismo, aunque este es variable según pasa el tiempo. En el MSC de Raventós y Obiols y después en el Psuc, desde 1960 hasta 19757 bebí catalanidad.
¿Se puede sentir lo catalán sin ser nacionalista? Rotundamente si. ¿Ser nacionalista es ser excluyente? En sentido político si. ERn sentido cultural el nacionalismo es fertil y freador, en sentido político es perverso. Cualquier nacionalismo.
Las circunstancias del ver y del pensar e han llevado a afirmar que nunca seré de una nación que me exije tal nivel de fe y entrega cotidiana.
De ahí mi perplejidad al ver que ese sentimiento de superioridad conduce a una carrera del absurdo, donde la vocación está condenada al fracaso por su propia dinámica.
Lo resumiría con la frase de un amigo que hace 30 años me visitó en Madrid en su primera visita a esa ciudad. Se trataba de un director de empresa que había viajado a París, por entonces, y naturalmente a Perpignan. Mientras le llevaba en mi coche por la Castellana procedente del aeropuerto, me dijo: «Caramb, aixó si que es gran, no hauría pogués imaginarho mai».
Imaginarlo, ¿entiendes? Ni siquiera saberlo. Imaginarlo, que es como se construye el mito. ¡NUnca hubiera podido imaginarlo!
Luis,
Mi experiencia de Cataluña es más o menos parecida, o paralela. Mi casa española está en Caldetes. Pero nunca he vivido en Catalonia. Por el contrario, he leído y leo mucha literatura catalana. Y mis anécdotas personales son más o menos parecidas. Es tradicional una cierta fascinación catalana hacia el “poderío” madrileño. Las películas de Berlanga lo reflejan de manera feroz. Hay otras maneras mucho más fecundas. Dos casos canónicos en su amargura y tragedia son los de Gaziel y JM Massip.
Hace unos días estuve cenando con un amigo, gran novelista catalán, nacionalista intachable, figura emblemática. A las tantas de la madrugada, me confesó: “.. en realidad, durante la campaña del referéndum, el único que estuvo sensato en Cataluña fue Piqué”. En otro cena, también en Barcelona, coincido con dos o tres banqueros muy de CiU: todos están horrorizados… en Madrid los toman por separatistas peligrosos, y en Barcelona ellos están más o menos inquietos con los delirios oportunistas de Carod y el gesto de Mas ante su notario. La prensa de Barcelona (¡y no digamos la de Madrid..!) calla por ignorancia, jesuitismo o desfachatez, ese tipo de matices.
Q.-
Q., Luis,
Soy un gallego viviendo en Castilla La Mancha, pero tengo algún amigo catalán que conocí en Alemania. Me impresionó el absoluto desconocimiento que poseeemos los unos de los otros: Nos resulta más fácil acercarnos a extranjeros o personas con las que deberíamos tener lazos más tenues que entre los españoles de diversas nacionalidades.
Creo que es un claro efecto de la dominación de la política por mediocres robaperas, que pergeñan cosas como los Estatutos nuevos (Aquí pretenden ponerle plazo final al trasvase Tajo-Segura…¡los dos partidos!) con el ánimo de construir más campos de golf. El único punto que me tranquiliza algo y me permite tener esperanza en lo que vendrá es que no se puede (o quiero creer que no se puede) matar así como así una coa como España. Veremos si tengo razón o no.
Saludos,
Gonzalo
Gonzalo,
En Navidad estuve en Almansa.. ¡y aparecieron pintadas anunciando la independencia de Cataluña..!
Q.-
Ceremonia de onfusión… No se que es peor, si la A o la Z.