Clement Rosset quizá sea el más hondo de los pensadores franceses vivos. Pero Luc Ferry quizá sea el más popular. Tomo con él (LF) un café, en una calle donde hubo, en tiempos, una de las gestapos francesas. Él, que criticó con tanta severidad La Pensée 68, analiza con finura la coyuntura electoral:
- “.. ministerios de amiguetes y prensa del corazón”.
- “.. escuelas de incultura”.
- “.. insondable arcaísmo político”…
Este fue nuestro diálogo:
¿Cuál es el alcance de la elección presidencial, para Francia y para Europa?
Europa no está en juego en esta elección francesa. Los dos grandes candidatos con posibilidades de ser elegidos, Nicolas Sarkozy, a la derecha, y Ségolène Royal, a la izquierda, votaron “si” al proyecto de Tratado constitucional europeo. En ese punto concreto, no hay divergencias de fondo entre ellos. Por el contrario, a mi modo de ver, el verdadero debate de fondo es la relación de uno y otro candidato hacia la globalización y el liberalismo. Ese quizá sea el gran debate. Muy groseramente, hay dos posiciones claras: a la derecha, se milita por una adaptación de Francia a la globalización; mientras que la extrema izquierda está en contra. El problema del Partido Socialista francés es que se encuentra sentado entre dos sillas. En Francia, no tenemos el equivalente de un Tony Blair o un Gerhard Schröeder. El socialismo francés no ha sido capaz, todavía, de asumir claramente una posición socialdemócrata. De ahí que el debate no esté claro, por momentos.
Se habla poco de cultura durante la campaña. ¿Cómo interpreta usted tal ausencia de debate?
La cultura nunca ha sido un tema importante en ninguna campaña presidencial. Y, en el fondo, esa realidad no me molesta en absoluto, en la medida en que, con frecuencia, el papel del Estado en la educación, sin duda, pero tratándose de la cultura las intervenciones estatales sueles ser desafortunadas e injustas.
EL ESTADO, UNA AMENAZA PARA LA CULTURA
Hace años, Marc Fumaroli denunciaba con mucho brío verbal el vampirismo del Estado francés, destruyendo la cultura nacional a través de la demagogia gubernamental. ¿No tiene usted la impresión que la cultura de Estado y sus intervenciones gubernamentales, en todos los terrenos de la vida cultural francesa, han frenado si no amenazado la creatividad cultural?
Amenazado, no creo. Ya que, en ese terreno, la principal característica del Estado, de todas formas, es una intervención fofa, débil, ambigua, que no creo que afecte, en definitiva, a lo grandes creadores, que trabajan en solitario, al margen de las burocracias administrativas y estatales. Por el contrario, es cierto que la acción cultural del estado es muy contestable, en cuanto asume funciones de “conservador” del patrimonio. ¿Porqué apoyar a este creador y no al otro? ¿Porqué apoyar esta escuela artística o de pensamiento y no otra? Etc., etc. Es el eterno problema de los ministros de cultura, que tienen una lamentable tendencia a convertirse en ministerios de los amiguetes y de las estrellas de la prensa del corazón. Un horror.
Francia tiene el raro privilegio de aumentar indefinidamente los presupuestos consagrados a educación y cultura. Pero, al mismo tiempo, la mala formación de los alumnos no ha dejado de aumentar, con aumento del iletrismo y mala integración en el mercado del trabajo. ¿Cuál es a su modo de ver la gravedad real y las perspectivas de ese drama?
A mi modo de ver, quizá no sea un fenómeno típico y solamente francés. Pero, lleva usted razón, quizá se trata de una característica de la mayoría de nuestros países europeos. Mire usted en detalle el caso de Alemania: sale muy mal parada en las comparaciones internacionales, aunque también gasta mucho dinero en sus escuelas y universidades. ¿De donde viene ese problema, muy general y amenazante, en Europa? En mi caso, he tardado mucho en comprenderlo: la verdad, a mi modo de ver, es que la educación es, en buena medida, una herencia, una tradición. Es decir, una transmisión, que se realiza a través de la escuela y a través de la familia. Le pongo dos ejemplos muy simples: ningún individuo en particular, ninguna academia, inventa la lengua francesa o española; otro tanto ocurre con las normas de convivencia, el respeto, la buena educación, o la cortesía más elemental. Se trata de cuestiones capitales, que se aprenden y transmiten, al cien por cien, a través de la herencia, en la familia y la escuela. Para adquirir tales enseñanzas, tales elementos esenciales de la formación humana, es imprescindible una cierta humildad y respeto hacia los padres y los maestros. Pero, si se usted se fija, desde hace cuarenta años, prevalece la actitud inversa: no se ha cesado de estimular si no fomentar, entre los alumnos, desde la primerísimo edad, la “expresión de sí mismo”, la “creatividad”, la “invención”, etc. Vale. Pero, mire usted. En el principio, todo eso estaba muy bien, con buenísimas intenciones. Pero, finalmente, se ha caído en el extremo inverso. Y, al final del proceso, en curso, descubrimos, inquietos, que los dos principales problemas de nuestras escuelas son el mal conocimiento de la lengua y la emergencia de una falta palmaria de civismo, que desemboca, con frecuencia, en estallidos de violencia.
ARCAISMO POLÍTICO
En el terreno de las ideas políticas, Francia parece sufrir de un cierto arcaísmo intelectual. ¿Cuál es su opinión a ese respecto?
¿Qué entiende usted por arcaísmo..? Usted puede llevar razón si lo que quiere decirme es que la izquierda francesa, por citar una frase célebre del papa de la socialdemocracia alemana, Edouard Bernstein, “no se atreve a aparentar lo que realmente es”. En ese punto lleva usted razón. Los socialistas franceses, al contrario que Tony Blair, viven aterrados ante la sola idea de perder sus contactos con la extrema izquierda. Y ese resto de arcaísmo profundo impide a los socialistas franceses hacer su verdadero agiornamento. ¿De donde viene un comportamiento que tiene algo de esquizofrénico? Pues mire usted… básicamente, de nuestra tradición política republicana, que comienza, recuérdelo, con la Revolución de 1789 y de este principio: la sociedad es mala, a su modo de ver, y el corresponde al Estado la tarea de reformarla permanentemente. En Francia, la política va siempre de arriba hacia abajo, y jamás de abajo hacia arriba. De ahí que, efectivamente, los políticos franceses aborden casi siempre la cuestión de la globalización desde una óptica que roza lo histérico: en Francia, si usted quiere, para muchos políticos y para buena parte de la sociedad civil, adaptarse a la nueva realidad mundial es comportarse poco menos que como un “colaboracionista” con un ejército invasor; una forma de traicionar a la sacrosante República, si usted quiere.
Esa originalidad también tiene algo de arcaico, política y culturalmente.
Quizá. Pero, mire usted, a pesar de todo, pienso que hay algo de justo, incluso de simpático, en esta forma tan peculiar de resistencia francesa: para mi que la política no pueda limitarse a ser solamente una manera de hacer “surf” sobre las olas de la globalización, contra las que nadie puede hacer nada. En ocasiones, también es imprescindible saber decir no.
En ese marco, ¿está enferma la cultura política francesa? ¿o, simplemente, Francia es víctima de la demagogia política desde hace veinticinco años?
Mire usted, diciéndolo de manera muy simple: la gran dificultad, en Francia como en todas partes, es que para ser elegido hay que ser popular; pero para gobernar bien quizá sea indispensable tomar medidas impopulares. No se trata de un problema particular de Francia: es uno de los problemas capitales de todas las democracias liberales, que, como usted sabe, son los peores sistemas políticos, a excepción de todos los demás, como decía Churchill.
Wallenstein77 says
Hola a todos:
Una entrevista muy interesante Quiño. La ultima respuesta me recuerda la posicion de Jospin, que si la memoria no me falla, no fue un mal primer ministro, pero al que le costo el cargo una serie de medidas que no fueron aceptadas por los votantes por impopulares aunque necesarias.
Saludos a todos.
JP Quiñonero says
Wallenstein,
Gracias… ¿Jospin? Pues vaya usted a saber. Los franceses prefirieron a JM Le Pen. Sus amigos socialistas prefirieron a Ségolène. A mi me parece un hombre honesto. De una soberbia insondable.
Q.-
¿Qué si buen primer ministro? Sus amigos socialistas, los electores de Le Pen y hasta yo mismo pensamos de él algo peor de lo que él piensa de sí mismo.
Wallenstein77 says
Hola a todos:
Las referencias que tengo de Jospin son las propias de un oyente / lector de los medios de (In)comunicacion de masas, por lo que es posible que mis impresiones sean totalmente erroneas y / o ingenuas.
Ademas de la doble personalidad de los socialistas franceses, creo que tuvo mucho problemas con la pareja de Segolene que le hizo la cama y que hubo un gran voto de castigo debido a sus politicas economicas y sociales, lo cual favorecio que Le Pen fuese una alternativa a Chirac (segun las cronicas de 2001, muchos franceses querian votar a Chirac con guantes de goma y pinzas en la nariz, porque la alternativa era nefasta). En lo que estoy de acuerdo totalmente es en lo de la soberbia. La desprendia en gran medida, ademas de su cara de «loco» y exaltado.
Saludos a todos.
JP Quiñonero says
Wallenstein,
Sería demasiado largo entrar en el detalle. La realidad brutal es muy sencilla:
El 2002, Jospin fue derrotado por Le Pen: la extrema derecha tenía y tiene más votos que la izquierda socialista.
Jospín anunció su retirada de la vida política.
El 2006 hizo un amago de volver: pero tuvo que retirarse… ¡no tenía apoyos suficientes dentro de su propio partido!.. Y la rival que lo hundió por segunda vez (Ségolène) lo rescata de la tumba política para que apoye su campaña electoral.
Veremos como acaba la historia en curso..
Q.-
Wallenstein77 says
Hola a todos:
La percepcion que se tuvo en España para explicar el «triunfo» de Le Pen era por el voto de castigo a Jospir y la desunion no solo dentro de la izquierda francesa sino del Partido Socialista Frances en particular. De la intentona de Jospin me acuerdo porque la comentaste en su dia, aunque no le veo mucho futuro, aunque pueda ganar las elecciones a Royal.
Saludos a todos.