Joaquín Romero-Maura quizá sea el más internacional y uno de los más reputados historiadores españoles. Toda su carrera ha transcurrido en el St. Antony’s College de Oxford, vivero de la más alta escuela de historiadores ingleses, de A.J.P. Taylor a Raymond Carr, de Isaiah Berlin a Maurice Bowra. En ese marco cosmopolita fue Romero-Maura el primer director del Centro de Estudios Ibéricos, y discípulos suyos son historiadores como Juan Pablo Fusi y José Varela Ortega. De paso por París, nos encontramos en mi casa, para hablar de historia y de España, las de ayer y las de hoy.
Este fue parte de nuestro diálogo:
¿Qué tiene de actual la reedición que usted prologa de Así cayó Alfonso XIII. De una dictadura a otra (Marcial Pons. Ediciones de historia)?
-El libro trata de políticos de derechas –Miguel Maura, y antes su padre Antonio-, hombres de partido preocupados por la necesidad de acertar a encontrar y afianzar un sistema viable para la vida política española. Los contextos difieren. Antonio Maura hace frente a lo que le parece la debilidad suicida del caciquismo instaurando un verdadero parlamentarismo en la primera etapa del reinado de don Alfonso XIII. Miguel procura primero, con éxito, coadyuvar a que la prevista caída de la Monarquía se realice pacíficamente hasta la instauración de la legitimidad republicana –y luego lucha, ya sin éxito, por evitar el descarrilamiento consiguiente a los bandazos del régimen establecido el 14 de abril. Padre e hijo toman en sus respectivos momentos nota de que la sociedad española se compone de personas con puntos de vista cada vez más divergentes acerca de… todo. Para que convivan, hace falta un sistema adecuado.
Juan Pablo Fusi, que fue discípulo suyo, en el St. Antonhy College de Oxford, afirmaba recientemente que la democracia española sufre, a su modo de ver, una crisis grave. ¿Cuál es su opinión al respecto?
-Yo vivo fuera. Y no me gusta entrar en detalles, sin estudiarlos antes más de cerca. Todas las democracias tienen un problema. Sobre todo cuando pienso lo que le gustaría que fuese esta o aquella democracia. Es una evidencia que la democracia española no gusta a todo el mundo. Ni siquiera a todos los demócratas.
DIVISIÓN SATURNAL DE LOS ESPAÑOLES
Días pasados, el New York Times afirmaba que bastaba acercarse a la mesa de novedades de una gran librería madrileña para descubrir con horror las insondables divisiones de los españoles, a la vista del largo rosario de historias revisionistas sobre España. ¿Le parece correcta tal apreciación?
-Yo diría que esa observación es bastante exacta. Es un hecho que a toda esa gente embarcada en el discurso de la memoria histórica no les importa nada ni la memoria ni la historia. Están aprovechando el pretexto de hablar de eso para tratar de alcanzar otros objetivos. Una vez que se criba todo eso quedan preocupaciones reales, dolores o amarguras que no han podido aflorar de otro modo.
Quizá sea palpable el ánimo de destruir al adversario por cualquier medio y a casi cualquier precio.
-No sé, no se… A efectos actuales, despejaría un consejo implícito del conservadurismo que describe el libro de Miguel Maura. Él habla de los modos. Yo, que no soy político ni hablo de mí, lo pondría en un plano algo diverso, diciendo que de la experiencia apuntada se despeja el sentido que tenían aquellos políticos de la importancia, la necesidad, de ganarse la consideración del electorado. La expresión es un poco anticuada, pero abarca lo que importa. También podríamos hablar de respeto. Creo que puede resultar útil sacar todo esto a relucir nuevamente, porque –es una impresión mía- a veces parece como si en la España de hoy se hubiese olvidado que aquella forma de ser de derechas es, mutatis mutandis, una de las alternativas disponibles. Es un olvido que probablemente a las izquierdas les conviene que se perpetúe; pero es menos explicable que caigan en él –o siquiera a mí me lo parece- las propias derechas.
BARBARIDADES EN TODOS LOS BANDOS
¿Le parece sensato legislar en materia de memoria histórica?
-Quizá no haya contestación general a estas cosas. Se ha legislado en materia histórica, en algunas ocasiones. Entre otras razones, se ha legislado en materia histórica, para prohibirla. Por ejemplo, en Francia, el Edicto de Nantes, de Enrique IV, que teóricamente, pone fin a las guerras religiosas, en Francia, era un edicto que prohibía hablar aquel tipo de cosas. No digo con eso que en España, hoy, convenga o no convenga legislar nada especial a ese respecto. No quiero entrar en eso.
Durante los últimos meses, España ha sido víctima de ataques de memoria histórica guerra civilista, ¿no se corre el riesgo de crear algo así como “parques temáticos”, allí donde se encontraban las tumbas de estos o aquellos contrincantes en una guerra civil de pavoroso recuerdo?
-En todo esto, hay mucha buena y mala fe. El resultado final de lo que pasa es la combinación de esas fuerzas antagónicas. Yo no sé lo que habría que hacer. No tengo consejos que dar a nadie. Hay gentes de todos los bandos que no han podido llorar a sus víctimas, durante un montón de años. Es normal, quizá, que ese dolor, insondable, sin duda, provoque muchas reacciones. Como se aprovechan unos y otros del dolor ajeno esa es ya otra historia. Si veo bastante extraordinario, por el contrario, que hay mucha gente que se solidariza, sin necesidad para ello, con este o aquel bando al que se acusa de haber hecho barbaridades. Sin olvidar que en el otro bando también se hicieron barbaridades.
NINGÚN PARALELISMO ETA – IRA
Desde una perspectiva histórica, el problema de los nacionalismos ¿le parece hoy más o menos grave de lo que fue en otro tiempo?
-Es un problema tremendo. En otro tiempo, fue un problema grave. En otras épocas, lo fue menos. Quizá el problema data de la Constitución. Al hacer una Constitución abierta, digámoslo así, quizá sea casi natural que siga hablándose de estas cosas. Supongo que si la Constitución hubiese estado cerrada, los problemas seguirían existiendo. Pero, en cualquier caso, dejar abierta la Constitución ya era una incitación a la discusión permanente. A continuación, todo eso solo es posible discutirlo a partir de una posición que todas las partes consideren cómoda. Una discusión de fondo en la que todas las partes expongan sus puntos de vista, sin ceder a ninguna tentación, sin violencias, sin chantajes, para discutir de todo, a nivel nacional, español. Al no existir ese marco, o voluntad, como usted quiera, para discutir de fondo, la herida respira por muchas partes.
¿Es posible comparar los problemas vasco e irlandes? ¿Es posible establecer algún tipo de paralelismo entre ETA y el IRA?
-Personalmente, creo que no. El pueblo irlandés ha sido un pueblo oprimido de manera sangrienta. No creo que los vascos puedan decir lo mismo.
¿Cuáles son las tradiciones conservadoras españolas que le parecen más actuales?
-Hay momentos en nuestro pasado reciente, digamos los últimos cien años, en los cuales se articula una forma de hacer política conservadora que es compatible con la forma de hacer política desde muy otros puntos de vista. Hay otros momentos en los que no hay forma de entenderse. Yo creo que en el periodo de la Monarquía parlamentaria de Antonio Maura, o en el muy principio de la República, antes que todo se echara a perder, hay unas ventanas que dan una idea muy gráfica de lo que puede proponer y ser un conservadurismo dialogante, liberal, reformista. De Cánovas a Antonio Maura hay en el conservadurismo español figuras eminentes de esa tendencia moderna al diálogo liberal y la reforma.
SIN LÍDERES DE ESTATURA RECONOCIDA
¿Están bien adaptadas las clases políticas y el modelo político a la realidad española?
-Cada modelo político de obliga a elegir y tomar decisiones que no siempre tienen en cuenta todas las querencias, sensibilidades o problemas que tienen los ciudadanos que, en última instancia, son para quienes se hace la política. En el caso español, llevamos muchos años contentísimos con nuestro modelo. Pero, finalmente, hemos llegado a un límite en el que la política es extraordinariamente reductora y destructiva. Se discute poco y muy mal. Personalmente creo que los señores Zapatero y Rajoy deben ser los primeros en decirse, en sus momentos de soledad reflexiva, qué pena que no tengamos un sistema en el que pueda hablarse, discutirse, con serenidad, de manera más fluida, práctica, para intentar ponernos de acuerdo en como hacer las cosas mejor, todos.
No parece que los momentos de soledad reflexiva sean muy intensos.
-No. ¿A dónde nos lleva la situación actual? Hay una sensación de ahogo, ya que, quizá, la política no representa completamente lo que al país le gustaría que representase, ni se discute de lo que a la gente le gustaría que se discutiese. Hay muchas cosas positivas en la evolución histórica de España. Pero es cierto que la actual sensación de ahogo tiene cierta gravedad. El parlamento y la política de partidos tales y como funcionan no favorecen la eclosión de líderes de estatura reconocida. Con nuestro sistema constitucional y electoral actual, sólo una modificación interna de cómo se llega al liderato y a los programas en los partidos podría asegurar la transformación pertinente. El reconocimiento aludido no puede ser clandestino, y la autoridad personal no se improvisa. En la inevitable carrera de fondo por el centro electoral de un electorado con tendencias cada vez más pasivas, si se quiere salir (ganando) de lo aleatorio, la solución no está en la baza de proponer meter un tigre en la casa para desratizarla. Bastará que uno de los adversarios se descuelgue el primero con un político acreedor de consideración, para que cese la «aleatoriedad» (sic) hasta más ver.
Wallenstein77 says
Hola a todos:
Muy buena el dialogo y muy de acuerdo con lo que se expresa en el mismo.
Saludos a todos.
JP Quiñonero says
Wallenstein,
Se agradece. JRM es un gran historiador. Su libro de referencia sobre la historia del anarcosindicalismo catalán es una obra maestra. Y su megaprólogo para el libro de MMaura también,
Q.-
orensano says
reparaz, gonzalo de : páginas turbias de historia de españa (1931)
JP Quiñonero says
Orensano,
Es una obra que he visto citada en muchas ocasiones. Confieso mi ignorancia absoluta,
Q.-