Sebastián Koch y Martina Gedeck en Das Leben der Anderen
La vida de los otros, Das Leben der Anderen nos habla de la manera más pura de un problema muy actual, en Caína: ¿Cómo ser libres en una sociedad endemoniada por las morcillas y zarazas de la ideología? [Víctimas del Terror ideológico].
La historia transcurre en la difunta RDA, la Alemania comunista, y cuenta la tragedia de un hombre (admirable Ulrich Mühe) que apenas si se atreve a soñar la libertad. Pero terminará jugándose la vida, de la manera más pura, anónima, heroica, para dar un trozo de libertad a sus semejantes.
En escorzo, muy visible, Das Leben der Anderen también la historia de una redención a través de la música, la escritura, dando a los elegidos una fe, una esperanza, un arte de vivir y morir con gracia y en gracia.
En ese terreno, en la versión que yo he visto de la admirable película de Florian Henckel von Donnersmarck (alemana, con subtítulos franceses), el escritor encarnado por Sebastián Koch, llega a afirmar, mientras interpreta, al piano, la bellísima sonata que sirve trama secreta de la obra: “Lenin decía no poder escuchar la Appassionata de Beethoven; porque, de hacerlo, no podría terminar la revolución”.
En verdad, se trata de una cita muy inexacta. Fue Gorki quien puso en circulación la frase, muy maquillada y errónea, atribuida a Lenin. Y fue el joven Lukács el más eminente de sus exegetas. Richard Pipes y David Brandenberger publicaron hace años muchos documentos de los archivos secretos de la antigua URSS, y terminaron por rescatar la frase exacta de Lenin, según ellos, mucho más inquietante, atroz: “I cannot listen to music too often” [ .. ] “It makes me want to say kind, stupid things, and pat the heads of people. But now you have to beat them on the head, beat them without mercy.” [Censored by His Own Regime, Orlando Figes, The New York Times, 27 octubre 1996]
[ .. ]
Diccionario del uso del español, María Moliner. Segunda edición, 1998.
zaraza (del ant. “ceraza”, cierto ungüento, de “cera”) 1 (ant.; pl.) f. Masa hecha con algún veneno, vidrio molido, agujas, etc., la que se hacían bolas para matar perros, ratones, etc.
morcilla (relac. con morcón) f. [ .. ] 2 Tripa envenenada con que se mataba a los perros callejeros.
Claudio says
mi madre es de la antigua DDR. Todo lo que cuenta la película es verdad. Antes de que cayer el Muro (die Wende), fuimos a visitar familiares, amigos, lugares de infancia. Fue una buena cura contra la tontería intelectualoide de ser comunista. Si eso era el «socialismo real», que sería el utópico o imaginario.
Hacía falta una película como esta. Sólo falta algo gordo sobre Mao y Stalin. Supongo que dentro de una década…
Ramon says
Claudio, ya existe «algo gordo» contra Stalin. No es una pelicula sino un libro, «Le livre noir du communisme», publicado por Robert Lafont, es un relato bastante detallado de los cadaveres del socialismo real escrito a partir de los archivos de Moscu, liberados tras la Perestroika. Hay version en castellano de Planeta.
Sobre la pelicula, me hizo pensar en estos municipios españoles del PP en cuyas fiestas mayores solo actuavan Rocio Jurado o Norma Duval, o tambien en los del PSOE donde los Ana Belen, Victor Manuel i otros progres tenian la exclusiva. No es tan distinto.
JP Quiñonero says
Claudio, Ramón,
Hombre… es algo muy fino, que tiene muchos flecos…
Como crónica de un régimen totalitario es de lo mejor y más hondo que conozco, en el terreno cinematográfico.
También creo que la cosa va mucho más allá… eso de la redención a través del arte y la música es de una hondura pero que muy honda. Digo yo.
De ahí el insistir en la frase atribuida a Lenin: hay una ironía pavorosa por parte del director, sabiendo lo que sabe. Y un pequeño lapsus, que me he tomado la libertad de subrayar. El Lenin genuino era un personaje mucho más Siniestro. Y, para prueba, la frasecita recuperada por los americanos,
Q.-
PS. Con todos los respetos, la Tiranía franquista y los flecos ideológicos ppsoeicos creo que son algo liliputienses, comparados con la Tiranía comunista. Dicho sea sin ánimo de entrar en estériles polémicas.
lola says
Una maravilla la película, en su sencillez incluso. El amigo Luri de El cafe de Ocata pensó en Greene, El factor humano.
Arendt: la novedad, la sorpresa luminosa que todo ser humano en potencia es capaz de aportar al mundo y contra la que hacen aguas todos los determinismos, también el totalitario.
Sobre la URSS está, desde casi al principio si me apuráis (Pestaña, sobre todo. Nin. Por hablar de los españoles) explicado con claridad. Y, sin embargo, nadie, de los que deberían, hace examen autocrítico. Al contrario, incluso se les supone un pasado glorioso. El muro mental sigue ahí.
Lo de Lenin, lo desconocía. Brutal. «No podíamos ser amables» (Brecht)
Lola
Joaquín says
«El doctor Zhivago» no está nada mal, como crítica elegante del régimen soviético. La escena de la muerte del doctor, al salir precipitado del tranvia, me parece antológico.
JP Quiñonero says
Joaquín, Lola,
No se, no se, si el Terror totalitario se puede criticar con elegancia… Si la recuerdo bien, la película de DLean es bien o muy bien desde la óptica de una tiranía tradicional. El Terror totalitario es ideológico, absoluto. Va mucho más allá del Gran hermano orwelliano. Al ser las primeras víctimas, los anarquistas fueron los primeros en denunciar la cosa. El libro de Volin comienza con el Ejército rojo, destruyendo a tiros y cañonazos los sindicatos. En España, sigo recordando el poema de Cernuda sobre un hotel, en Valencia..
Q.-
Teresa says
Otro libro esencial sobre el terror soviético: Martin Amis, «Koba el Temible. La risa y los veinte millones (Anagrama).
Rafael says
No he leído Archipiélago Gulag, pero tengo entendido que denuncia las represiones leninistas y estalinistas. La editorial Acantilado está publicando a varios autores que denunciaron las atrocidades soviéticas. Por ejemplo, Mijaíl Zóschenko le puso humor a la siniestra dictadura estalinista y ésta, como era lógica y siniestramente de esperar, lo vetó de por vida.
Es curioso, no obstante, que cualquiera de nosotros pueda citar de carrerilla tres o cuatro películas denunciando el horror nazi y otros tantos libros que atacan el fascismo. No obstante, nos cuesta pensar títulos de obras que denuncien la dictadura comunista. Eso debería hacernos pensar.
Aún hoy ser socialista, no digamos ya declaradamente colorado, tiene cierto halo de dignidad humana y peso intelectual. Si llevas una chaqueta de pana o te tomas un café en «El Comercial» mientras lees Le Monde Diplomatique auxiliado por unas convenientes gafas de pasta, bueno, eso ya te sube a los altares. Ser de centro, de derechas o, simplemente, ser apolítico tiene tufillo a «facha».
En cuanto a lo que comentó el lector Ramón sobre los actores oficiales de cada partido político, bueno, es cierto. Claro que es cierto, pero eso ocurre cuando un cantante pide el voto para un partido político y, entre risas, se lo pasa bomba con los comentarios más zafios que ensucian la dignidad del oponente político. Que no espere ese cantante que, de ganar el otro, le vaya a dar trabajo.
Un escritor no debería tener filias políticas. Es empobrecedor. Adscribirse a un bando puede conllevar problemas en el futuro. Por ejemplo, si ese bando se corrompe o se descubre que era corrupto, esa falta salpicará al escritor, aunque éste este libre de mal. Además, un escritor debería estar por encima de rivalidades políticas. El escritor está más allá. Si no, mal escritor será. No podrá denunciar. Estará limitado por su óptica partidista. De hecho, ¿qué partido político en una buena democracia es completamente imperfecto? Si el escritor se posiciona políticamente tenderá a denunciar a la competencia y a minimizar sus aciertos. Una vez más, se envilecerá.
Un saludo.