A juicio de Enric Ucelay-Da Cal, catedrático de historia contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona, la prosa catalana de nuestro tiempo es víctima de los atropellos de censores sintácticos de raíz ex frailuna y de una inquietante burocratización camaleónica.
Enric Ucelay-Da Cal, comenta en Revista de Libros [Núm. 124, abril 07, El ironista catalán], con más alta finura e ironía, feroz, La segunda república española. Una crónica, de Josep Pla. Se trata de una reflexión indispensable para comprender algunas facetas políticas, periodísticas y catalanas de la obra de Pla. Pero me llama la atención, sobre todo, su denuncia creo que bien fundada de la degradación en curso de la lengua catalana:
El idioma catalán (el cual, dicho sea de paso, al contrario de lo que se insiste por doquier allende el Ebro, goza de una pésima salud a pesar de su nutritivo apoyo institucional) ha sido un peculiar instrumento para la prosa, muy diferente en sus registros que el castellano. Digo “ha sido”, pues en mis treinta años de catalanófono aprendiz he visto cómo su riqueza de matices y sus recursos encogían, a golpe de correctores de estilo, con harta frecuencia gentes de raíz ex frailuna y dispuestos a imponer una exigente moralidad lingüística. Pero no todo ha sido culpa de los censores sintácticos y lexicográficos, pues más importante ha sido el efecto traumático de la burocratización idiomática, fruto del ascenso del país al rango de “autonomía”, esto es, trozo de Estado, con la consiguiente eclosión de funcionarios, en todos los tamaños y de los colores más camaleónicos.
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