Felices vacaciones, 26
Las tormentas y otros desastres nos arrancan de la playa, para arrojarnos a otros inesperados paraísos.
Le Bocal, Nicolas de Staël, 1955.
En la Pedrera, una cola inmensa espera poder descubrir el edificio, pero una señorita muy amable nos advierte que tenemos abierta la puerta para descubrir una magnífica exposición antológica consagrada a Nicolas de Staël.
Una maravilla a degustar en silencio. Me impresiona y me parece más veraz que la antológica todavía reciente del Centro Pompidou, que tenía un defecto, para mi gusto: un énfasis excesivo y fuera de lugar en lo “moderno” y “contemporáneo” de las diferentes abstracciones del pintor, “expresionista”, “lírica”, etc., ocultando lo manifiesto en la Pedrera: en sus momentos más felices, la abstracción de Nicolas de Staël siempre es otra cosa, y el esplendor de la luz siempre desvela nuevos misterios de cosas y paisajes.
Esa luz termina por revelar los trémulos contornos de cosas y objetos tocados con una luz purísima, vestidos con el fulgor de iluminaciones visionarias. Los objetos finales de Morandi son naturalezas muertas, a la espera de la llegada de los bárbaros del poema de Cavafis. Los objetos íntimos de Nicolas de Staël son anunciaciones: proclaman el advenimiento de la palabra, la luz, las figuras y las cosas que se resisten a morir y desaparecer, víctimas de un proceso de desertización que una cita de René Char, con la que se cierra la exposición de la Pedrera, desvela de manera definitiva:
“Quand s’ébranla le barrage de l’homme, aspiré par la faille géante de l’abandon du divin, des mots dans le lointain, des mots qui ne voulaient pas se perdre, tentèrent de résister à l’exorbitante poussée. Là se décida la dynastie de leur sens.”
Q, este pintoir fué para el descubrimiento de la esencia del artista, tal y como yo lo entiendo: alguien pque pinta impulsado por su talento y por su intuición, sin parar en razones lógicas. Para mi, la pintura viene de… y va a… sin que el autor lo sepa, inmerso en un proceso de creación. Desconfío de la pintura que surge de un proceso intelectual: la foma es el milagro de la luz, no de la razón.
En este sentido, Staël y Cezanne, unidos para mi en el color y en la superficie plana de la pintura, en los bloques de color y luz, en la intención con la que que componen geometrías que sugieren, no son otra cosa que lo que yo llamo «arte» con cuatro letras y una sola palabra. Y me niego a entender de arte a través de la crítica que no sea, al fin, poesía sobre la luz. Lo demás son métodos para dar informamción y enseñar a mirar, cuando de lo que se trata es de «ver» con la emoción.
Recuerdo que cuando Cezanne dejaba sus cuadros sin acabar, cuando la miopía podía con él y perdía los límites, la crítica empezó a señalar su carrera hacia lo abstracto. Era más simple, no veía donde una cosa se fundía con la otra: el resultado era sorprendentemente maravcillosos.
Eso es lo que me sugirió este pintor, el día bendido en que le descubrí.
Luis,
La verdad es que a mi también me gusta mucho de Staël. Lo de «poesía sobre la luz» queda francamente fino, grande y exacto.
Aunque yo lo circunscribiría a la pintura, para dejar abiertas muchas puertas a la esculturas y otras disciplinas, artesanas incluidas, que hacen cosas con tanta gracia. Gracia de estar tocadas por la gracia, claro…
Q.-
Me refiero solamente a pintura, si. Otras disciplinas me son más lejanas y menos luminosas. Yo soy lo que se diría en Catalunya, parodiándolo, un «llumferit».
Luis,
… hummmmmmmm… me apunto lo de llumferit… ¡qué bien suena……..!
Q.-
Luis, qué bueno!!!.
Nosotros los llumferit…