¿Qué será de Europa, Francia, España, Cataluña, Euskadi, el Baix Empordà, Murcia, Totana, Águilas, etc., en el nuevo mundo global? ¿Han frenado los pueblos europeos la construcción política de Europa? Hablo de esas y otras cuestiones con Hubert Védrine, en su despacho, contemplando la majestuosa perspectiva del Sena perdiéndose en el horizonte…
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Hubert Védrine, ex ministro de asuntos exteriores socialista, consejero de François Mitterrand durante catorce años, ha redactado para Nicolas Sarkozy, presidente conservador, un informe especial destinado a combatir la desconfianza y angustia nacional ante la globalización.
–De la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por el centro, la derecha y la izquierda, Francia percibe con miedo e incomprensión el proceso histórico de la globalización. Es como si un pueblo tuviese miedo al descubrir las leyes de la gravitación universal.
-No exactamente. Pero es cierto que los franceses tienen una desconfianza profunda hacia la globalización desde los muy primeros años 90 del siglo pasado. Pero, ojo, la desconfianza hacia la globalización también es muy alta en otros grandes países. Según un sondeo de Financial Times, la desconfianza popular inglesa y norteamericana es todavía más alta que la nuestra. La gran particularidad francesa es que esa desconfianza también refleja una falta de confianza de los franceses hacia sí mismos, dudando del puesto de Francia en el nuevo mundo.
MIEDO AL PROGRESO
–¿De donde vienen esas angustias nacionales?
-Hay bastantes razones, bien estudiadas. El apego al papel protector y re distribuidor del Estado. El apego a una identidad y una lengua amenazadas, se piensa, por la “marea” anglófona. Los celos nacionales hacia un proceso percibido como “americanización”. Una “repugnancia moral” muy francesa hacia la economía de mercado y su motor, el beneficio. La voluntad de preservar el sistema nacional de protección social. El apego católico y marxista, al mismo tiempo, de igualdad, el odio hacia las desigualdades espectaculares, el enriquecimiento provocador. Una cierta reserva irracional hacia la ciencia, con un corolario muy negativo: miedo hacia el progreso…
–Detrás de todo ese catálogo de reservas no es difícil discernir un inquietante rosario de arcaísmos.
-Quizá. Es su opinión. Pero, ojo, también hay una Francia bien real, bien adaptada y bien presente en la gran escena mundial de la globalización. Y, al mismo tiempo, las corrientes de desconfianza hacia la globalización están muy enraizadas en el pensamiento profundo de las izquierdas y las derechas nacionales.
–Pero esa hostilidad francesa hacia la globalización puede tener consecuencias desastrosas para Francia y para Europa.
-Es necesario combatir esos riesgos y desconfianzas. Hasta hoy, es evidente el fracaso de todas las campañas a favor de la globalización de todas las autoridades políticas y económicas de los últimos veinte años. A mi modo de ver, Francia será más fuerte si consigue construir un consenso nacional, dinámico, explicando a los franceses los inconvenientes y las ventajas de la globalización. Ese consenso es indispensable para mejorar el puesto de Francia en Europa y el puesto de Europa en el mundo. Ese deseable consenso nacional, favorable a la globalización, debe combinar la adaptación, la protección, la regularización, la solidaridad y la acción europea. Ese es el objetivo último de mi informe: echar los cimientos de un consenso nacional favorable a la globalización, se trata de una prioridad nacional. El objetivo final no es “qué” o “como” hacer frente a la globalización. Si no como trabajar “dentro” de la globalización.
UE EMPANTANADA
–¿Cómo convencer a los franceses?
-Primero, recordando que Francia tiene muchas cosas positivas que pueden beneficiarse de la globalización, adaptándonos, para sacar el mejor partido posible de ese proceso histórico. Segundo, no dudando en protegernos cuando sea necesario.
–La UE y Francia ya tienen unas fronteras muy protegidas comercialmente.
-No siempre. No más que los EE.UU. y el resto de los grandes actores de la escena internacional. Hay muchos mecanismos de protección, fuera de Europa, de los cuales podemos inspirarnos. Comenzando por algunas prácticas de nuestros amigos norteamericanos. Debemos adaptarnos a la nueva realidad global, financiera, comercial, industrial. Abriéndonos y defendiéndonos, al mismo tiempo. También podemos ser más ofensivos en las instituciones internacionales. Sin olvidar la posible regulación y la solidaridad.
–Pero la UE lleva quince o veinte años empantanada institucionalmente…
-Es cierto que el espejismo constitucional ha consumido casi todas las energías de la Unión durante quince años. Pero el acuerdo sobre el tratado simplificado y su ratificación probable van a liberar energías que podrán consagrarse a otros trabajos. La integración política europea no irá más lejos del tratado simplificado.
FRENAZO DE FRANCIA A LA INTEGRACIÓN EUROPEA
–Eso quiere decir un frenazo histórico al proceso de la construcción política de Europa.
-Frenazo, como usted dice, a la integración política. Pero Europa puede y debe trabajar en muchos terrenos.
–El frenazo a la integración política europea pudiera interpretarse como la culminación de la desconfianza francesa hacia Europa, que puede fecharse con precisión. Se hizo muy visible, por vez primera, con el gran debate nacional de 1992, sobre el Tratado de Maatstricht, cuando afloraron las grandes corrientes soberanistas. Y culmino con el rechazo del difunto proyecto de Tratado constitucional, el mes de mayo del 2005.
-No creo que pueda hablarse de desconfianza, en general. En mi informe introduzco una diferencia entre la desconfianza a la integración y la confianza que si existe, a mi modo de ver, hacia la construcción política de Europa. La integración era el proyecto federalista: construir una Europa “más allá” de las naciones y Estados históricos. A juicio de los federalistas, los Estados y las naciones son “arcaicos”, “no están adaptados a nuestro tiempo”, y debemos sustituirlos por un nuevo sistema supra nacional. Varios pueblos han manifestado su oposición a tal proyecto. Y le haré una confidencia: el canciller Gerhard Schroeder me dijo en alguna ocasión que los alemanes habrían votado contra el proyecto de Tratado constitucional, si se les hubiese ofrecido la oportunidad, con un referéndum. Los pueblos han comprendido que la integración era el fin de la identidad nacional. Sin embargo, los mismos pueblos piden la negociación de políticas comunes, más eficaces. Hay muchos proyectos por negociar y hacer realidad. Si se es capaz de negociar una política económica de la zona euro, más coordinada, nadie estará contra. Hay una gran disponibilidad de los pueblos para la construcción de nuevas políticas, energéticas, ecológicas, industriales, etc. Y una gran desconfianza de los pueblos a las ideas federalistas.
–Hace años que nadie hace proposiciones concretas en esos u otros terrenos, perdidos en el limbo institucional.
-La Unión lleva quince años huyendo hacia delante, por la vía muerta institucional. Los federalistas aprovecharon tal coyuntura para defender sus tesis. Pero los pueblos han dado un frenazo total a tales proyectos de integración.
–El antiguo “eje” franco-alemán también se perdió en esa larga carrera hacia ninguna parte.
-La pareja franco-alemana fue un “motor” durante muchos años. Hoy estamos en otro mundo. París y Berlín no siempre están de acuerdo. Y si están de acuerdo tampoco es suficiente. El “motor” pudiera ampliarse a otros países, como Inglaterra, España, Italia, como ya se hace en el G5. Pero los pequeños países son muy reticentes. O puede intentarse la “geometría variable”. Cuatro o cinco países que se juntan para trabajar en este o aquel proyecto. Y esos grupos no tienen porqué ser siempre los mismos. Todos los proyectos son posibles, siempre que no se toque a la identidad de los Estados y los pueblos.
EUROPA RENUNCIA A LA POTENCIA
–¿Puede existir un núcleo europeo duro en materia diplomática común, por ejemplo?
-No.
–Entonces, ¿porqué insistir en el espejismo de la diplomacia común?
-Hay que ser razonables. Son posibles y deseables algunas acciones comunes. Se cometió el error de dejar pensar que la diplomacia común podría suplantar a las distintas diplomacias nacionales. No se pueden cambiar mil años de historia firmando este o aquel papel. Es completamente absurdo pensar en una diplomacia común de los 27 Estados miembros de la UE. Jamás se ha conseguido definir el “núcleo duro” de la diplomacia común. La Unión es una confederación de Estados nacionales.
–Sin embargo, los Balcanes, Irak, Oriente Medio, el Magreb, recuerdan a cada instante la inexistencia real de Europa, como actor, en la escena mundial. La antigua tarta de fresa de la “defensa europea” es otro espejismo absoluto.
-Después de la 2ª Guerra mundial, los europeos renunciaron a la idea de potencia. Por vergüenza. Y esa renuncia tiene algo de muy grave. A mi modo de ver, Europa no debe renunciar a la potencia. Europa no debe ser el idiota del nuevo mundo global. La decepción actual corre pareja a las antiguas ilusiones, ficciones y mentiras. Europa está defendida por la Alianza Atlántica, por los arsenales nucleares de Francia e Inglaterra y por los sistemas de defensa de los Estados europeos. Más allá… también se trata de crear fuerzas de intervención comunes, fuera de nuestras fronteras. Si Europa aspira a jugar algún papel, como potencia, los europeos tendrán que negociar con los americanos los contornos de la futura alianza.
EXPORTACIÓN MILITAR DE LA DEMOCRACIA
–Usted es muy crítico contra la “diplomacia de transformación” que cree posible “exportar” la democracia a través de la intervención militar. Sin embargo, el status quo tiene algo de cinismo hipócrita.
-El cinismo hipócrita es la mentira. A mi me parece cínico intentar hacer creer que podemos imponer la democracia por las armas.
–A escala regional, España y Francia llevan años defendiendo posiciones de diálogo euro mediterráneo. Sin embargo, el terrorismo y los riesgos de desestabilización siguen siendo temibles. Las divergencias y enfrentamientos entre París y Madrid son más profundos de lo que oficialmente se reconoce.
-¿Quién podía pensar que esos inmensos problemas iban a resolverse de la noche a la mañana? No se trataba de malos proyectos. Pero había un optimismo increíble, un poco infantil. Las ilusiones han caído. Quizá hubo excesivas ilusiones. Pero no debemos caer en un pesimismo excesivo. Los proyectos de Barcelona eran un poco megalómanos. Pero todo no es negativo. Hay que replantear las cosas de manera más realista. ¿Rivalidades entre España y Francia en el Magreb..? No sé, no sé. Hay rivalidades comerciales, ciertas. En el terreno diplomático, España tiene su política y Francia la suya. Las cosas marchan bien un tiempo. Luego menos. Yo me llevaba bien con Abel Matutes y Josep Piqué. Hay que tomar esas posibles rivalidades de manera más cool. Cuando hay algunas discordancias, tampoco es muy grave. Quizá con el proyecto euro mediterráneo de Sarkozy se encuentre un nuevo marco.
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A los sesenta años cumplidos el mes de julio pasado, Hubert Védrine ya ha pasado más de veinte transitando por los más íntimos pasillos del poder y el pensamiento estratégico de Francia.
Hijo de un íntimo de François Mitterrand, Védrine pasó catorce años en el Elíseo, como consejero, portavoz oficial y secretario general del palacio presidencial. Experiencia excepcional, durante unos años cruciales (caída del Muro de Berlín, desintegración de la URSS, primera guerra de Irak, refundación de la UE, nacimiento del euro), pronto prolongada como ministro de asuntos exteriores de un gobierno socialista cohabitando con un presidente conservador (1995-2002).
Esa experiencia culmina cuando Nicolas Sarkozy le ofreció ser su primer ministro de asuntos exteriores. Védrine fue tan exigente en sus ambiciones, que la oferta se transformó en la petición de un informe oficial, destinado a pensar el nuevo puesto de Francia ante la globalización.
Védrine comenzó siendo un socialista próximo a los cristianos de izquierda de su tradición familiar, prolongada por Jacques Delors. Como analista de la acción diplomática internacional, a escrito una docena de ensayos básicos.
Intelectualmente, se considera discípulo de Raymond Aron. Sus análisis son indisociables de su larga frecuentación y el ejercicio de la influencia y el poder. Presidente del Instituto François Mitterrand, miembro de un influyente gabinete de abogados internacionales, redactor para Sarkozy del informe que está influyendo en el cambio de rumbo de la nueva diplomacia nacional, Hubert Védrine es hoy un “espectador comprometido” con las metamorfosis diplomáticas de Francia y Europa.
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