Vivió largas temporadas en San Feliú de Guixols, y, hace años, algunos figurativos españoles lo consideraban su maestro.
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Eclipse of God (After the Uccello Panel Called ‘Breaking Down the Jew’s Door’) (1997-2000) by R. B. Kitaj.
Un maestro ido, Kitaj. En el mundo anglosajón suele formar parte de la Escuela de Londres, junto a Lucien Freud. Tras la familiaridad erudita, JMB también recuerda a algunos amigos idos, aludiendo a los mismos “figurativos españoles” que evocan la misma aventura juvenil, artística y generacional. Un recuerdo.
ABC, 26 octubre 2007
R.B. KITAJ Gran voz figurativa entre dos continentes
Juan Manuel Bonet
Fallecido en Los Angeles el pasado domingo, Ronald B. Kitaj, nacido en Chagrin Falls, Cleveland, Ohio, en 1932, de padre húngaro y madre de raíces judías rusas cuyo segundo marido, austríaco, le dio el apellido Kitaj, era una de las grandes voces figurativas de la actualidad, razón por la cual en 1995 le sería concedido el León de Oro de Venecia.
Norteamericano de nacimiento y de formación, Kitaj en su juventud fue marinero -un rasgo muy Blaise Cendrars-, y estudió en la Cooper Union de Nueva York, y luego en Viena. La etapa decisiva de su vida se inicia en 1958, con su instalación en Gran Bretaña. Durante los años siguientes se suceden los acontecimientos decisivos: ampliación de estudios en Oxford y en el Royal College of Art de Londres; relación con condiscípulos como David Hockney, Patrick Caulfield, Allen Jones, Peter Phillips o Derek Boshier; colaboración con Edoardo Paolozzi en «collages»; participación junto a ellos y a Richard Hamilton en la aventura del «pop art» británico; gestión de su obra -desde 1963, y hasta el momento presente- por la Marlborough; proximidad a Lucian Freud o Frank Auerbach…
Visitante, en 1969, de la gran muestra de la Hayward Gallery Pop Art Revisited, uno recuerda el impacto que en ella le produjeron las serigrafías de Kitaj de cubiertas y sobrecubiertas de libros, «objets trouvés» extremadamente sofisticados y que revelan el enorme amor del pintor por lo impreso, como sofisticadas son asimismo sus efigies, por ejemplo la del compositor Morton Feldman. Aquel mismo verano, en el suplemento del «Times», salía una enciclopedia histórica, en la que personajes tan distintos entre sí como Ezra Pound -otro norteamericano incorporado a la cultura europea vía Londres-, el General Primo de Rivera, y la Pasionaria, aparecían retratados por el mismo pintor.
Con el paso del tiempo, y un poco como sucede en el caso de su gran amigo Hockney, a Kitaj no lo vemos como a un «pop», sino como a una personalísima voz figurativa, autor de una obra de enorme densidad y gran carga literaria, y en la que abundan los autorretratos y las alusiones a la propia vida. Excelente escritor -condición que comparte con su amigo Avigdor Arikha-, él mismo nos ha proporcionado muchísimas claves de interpretación de esa obra en diversos textos, en el prólogo a la exposición The Human Clay que en 1976 comisarió para la citada Hayward Gallery, en su fascinante First Diasporist Manifesto (1989) o en su libro de conversaciones del mismo año con el novelista Julián Ríos. Reflexión sobre el judaísmo y sobre su propia condición de judío errrante, admiración por Tiziano y por Degas y por Cézanne y por Matisse y por Kafka y por Walter Benjamin, reivindicación de la tradición del dibujo, militancia anti-abstracta, amistad con poetas como Charles Olson, Robert Duncan o Robert Creeley: todo esto tensa su pintura, que en la medida en que es tumultuosa y por momentos hasta caótica, y a la vez se organiza en torno a unos cuantos «leitmotivs» una y otra vez asediados, podría ser calificada de poundiana.
Pese a haber sido elegido miembro, en 1991, de la Royal Academy of Art, sus últimos años resultaron para él sombríos y angustiosos. Tras las críticas negativas que en 1994 recibió su retrospectiva de la Tate, y tras la muerte, aquel mismo año, de su segunda esposa, decidió que había una relación entre ambos hechos. En 1997 abandonó Londres por Los Angeles. De todo esto habla su obra tardía, dramática a la imagen de su propia vida, y en la que hay un cuadro (de 1996) titulado nada menos que The Critic Kills.
He mencionado antes a Primo de Rivera, y a La Pasionaria. Especialmente intensa fue la relación de Kitaj con España, un país que había descubierto en 1953, y en el que durante un tiempo tuvo casa, concretamente en la localidad gerundense de San Feliú de Guixols. Muy numerosos son sus cuadros con alusiones a nuestro país, a la guerra civil, y a las amistades catalanas. Aquí puede contemplarse obra suya en el Museo Thyssen -fantástico El griego de Esmirna (Nicos) (1976-1977)-; en el Reina Sofía, que en 1998 fue una de las escalas de una gran retrospectiva circulante de su obra, comisariada por Marco Livingstone; y en el Museo de Bellas Artes de Bilbao que en 2004 le dedicó otra muestra, específicamente centrada en sus diálogos peninsulares, y presidida por un cuadro que acababa de adquirir la pinacoteca, su retrato de Nissa Torrens, la hispanista (1977-1978). Del desaparecido Carlos Alcolea a Carlos García-Alix, pasando por Sergio Sanz, no pocos de nuestros pintores serían, por lo demás, sensibles a sus enseñanzas.
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