Viena, Albertina. AK. Seeschlange. Serpiente de Mar, 1908.
París, con soleado frío invernal, víctima de una huelga de transportes públicos, es un sitio ideal para buscar refugio rodeado de inquietantes monstruos.
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Desde casa, en metro (Odeon o Mabillon), a pesar de la huelga, apenas tardo 45 minutos en llegar al Musée d’Art moderne de la Ville de Paris, donde puedo vagabundear, durante casi toda la mañana, rodeado de pocos turistas y algunos desocupados, como yo, maravillados por los “recuerdos de una ciudad casi olvidada”: una espléndida retrospectiva de Alfred Kubin [wiki. es.], dibujante, ilustrador, amigo de Kafka, de Jünger, de Paul Klee; autor de una novela mítica, La otra parte. Un maestro absoluto.
Lo descubrí con mis primeras lecturas de Jünger, que hablaba de él con devoción. Y decía cosas muy bellas de sus ilustraciones de Poe, Dostoievski, Gogol, Balzac, Hoffmann. Las profecías de Kubin quizá hablen de los monstruos que nos acechan, en la oscuridad creciente de nuestra vida cotidiana de almas muertas, contemporáneas de Gogol.
Salgo a la calle; y el relativo buen funcionamiento del Metro me decepciona: me aprestaba a combatir contra las pesadillas de una ciudad víctima de una huelga salvaje. Y la marcha razonablemente correcta del transporte me desilusiona. Las huelgas ya no son lo que fueron. Me basta con cerrar los ojos, en el andén: y los monstruos están ahí, a mi espalda, bramando a la puerta del inhóspito lugar donde se encuentra abandonado este Infierno…
¡Socorro..!
… nadie me escucha: los lectores piensan que se trata de una broma.
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