La casa desaparecida, LM, técnica mixta sobre cartón, 36.5 x 37.2 cm.
Para mi que Luis Marsans es uno de los más grandes pintores figurativos de nuestro tiempo.
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Hace años, cuando ultimaba mi libro libro sobre Ramón Gaya, hablé con él varias veces por teléfono. Fue muy pronta y rápida la comunicación. Le dije, por entonces, que me gustaría poder escribir, un día, un ensayo sobre su obra, que debía titularse: Hacia una reconstrucción de la razón estética.
Me llega el catálogo de su nueva exposición, en casa de la familia Leandro Navarro. Y me maravilla y encanta ver o volver a ver algunas imágenes, que hacen más urgente que nunca retomar mi viejo proyecto, que comenzaba así…
En el caso de Marsans, la ejemplaridad de su obra escapa a las toscas etiquetas del «realismo» y la «figuración», con las que ha sido clasificada, por ignorancia y ausencia de sensibilidad, cuando nos interpela con su majestuoso y olímpico proyecto de reconstrucción de la razón estética, contra la barbarie y el caos.
Basta con recordar que cuando Ramón Gaya iniciaba en el exilio su majestuosa revisión del Museo universal, cuando Xavier Valls preservaba con dolor sus amenazadas raices noucentistes, cuando Barjola y Antonio López cultivaban con tanto talento las semillas nunca insepultas del realismo decimonónico, cuando los nuevos figurativos madrileños, andaluces, catalanes, valencianos, metafìsicos, o murcianos, ni siquiera habian nacido, en muchos casos, Luis Marsans ya trabajaba, solitario, en Cadaqués, a la sombra de Marcel Duchamp, con los materiales y emblemas del fín, la derogación y la muerte del arte, con una pureza y rigor únicos.
Del insondable abismo purificador de aquellas acciones y objetos poéticos nació un rigor ético y estético cuyos primeros frutos, virginales, fueron las figuras geométricas de la Suite Paccioli : una geometria imaginaria, la ilustración poética e irónica de una matemática onírica. A partir de esos fundamentos, la obra de Marsans no ha dejado de proliferar y ramificarse de manera muy rica y frondosa, para explorar y descubrirnos nuevos y maravillosos continentes de cosas, seres, objetos, libros, paisajes y arquitecturas imaginarias.
Balbeck, una fachada del Barrio Gótico de Barcelona, un piano, un violín, un metrónomo, unas anémonas, la Salute, los personajes de Poe o Proust, las huellas de un edificio desaparecido, las tapias de un jardín o un paraíso perdido, pudieran confundirnos y hacernos creer que Marsans contempla o ilustra la «realidad», cuando, en verdad, está echando los cimientos de una realidad nueva, libre de los demonios y fuerzas luciferinas que devoran nuestra vida, caída en el tiempo y la historia.
La realidad de los objetos, interiores y paisajes de Marsans es una realidad arquitectónica y espiritual. Las arquitecturas material e inmaterial del cosmos se cruzan y dialogan en el espacio material y espiritual de la obra de arte. El artista, el pintor, en este caso, no copia ni imita la realidad : construye, por el contrario, una arquitectura y geometría que nos hablan de los insondables misterios de todo lo real.
Ante la lógica de la barbarie serializada, el caos abandonado al imperio de las tempestades monetarias, cada obra de Marsans es un ejercicio de rescate y salvación de la arquitectura espiritual de los seres y las cosas, poblando el universo de todas las naturalezas creadas con las semillas de un trabajo sin fin. El trabajo de vivir y fecundar la realidad con el fruto de las cosas justas y bellas.
En tiempos de crisis y agonía de todos los principios y valores, quizá no haya tarea más urgente : devolver a todas las cosas reales e imaginarias su condición y realidad más hondas. Preservar lo más íntimo y amenazado, las formas, geometría, arquitectura y variaciones luminosas que hablan de nuestra condición material y espiritual, espejos del misterio de estar vivos en el laberinto del tiempo, hombres siempre enteros e invictos, en pie, ante las diabólicas fuerzas del caos y la barbarie que pretenden convertirnos en meros accidentes mecánicos y desalmados, poseidos por la fe con que el gran arte toca a los proscritos y los justos.
Luis Rivera says
Entresaco esta cita de tu texto y me parece una apelación al «eterno retorno» que entremezcla a Nietzsche con Mirceal Elialde. Aunque seguramente será algo más sencillo, en la escala humana en la que nos movemos: desproveer a las cosas de sus aderezos culturales, añadidos por la inteligencia, y verlas en su estado puro.
Y por cierto, una pregunta curiosa: ¿porque antepones metafísicas a murcianas? en esa lista «cuando los nuevos figurativos madrileños, andaluces, catalanes, valencianos, metafìsicos, o murcianos,» aunque puedo presentir varias posibilidades.¿Que valor tiene el presentimiento, la segunda lectura, si puedo acudir a la fuente?
JP Quiñonero says
Luis,
Sobre crisis de todos los valores… Nietzsche, etc. Poco MEliade, en mi caso. Si constatación de Un Mundo en Ruinas que se cae a pedazos, como bien refleja el largo catálogo de vanguardias difuntas. Marsans comenzó siendo un vanguardista que hacía acciones (muy) poéticas y terminó descubriendo el Gran arte.
Lo de “metafísicos valencianos” fue cosa muy acertada de Juan Manuel Bonet, de sus tiempos en el Ivam valenciano. Con el tiempo, he / hemos seguido utilizando el calificativo para aquellos y otros pintores, entre los que incluyo a algunos paisanos murcianos. Hay una brizna de guiño humorístico entre viejos amigos, no solo murcianos…
Q.-
PS. En verdad, ese texto es un micro capítulo de mi libro sobre Gaya, donde esos temas vuelven una y otra vez, desde muchos puntos de vista.
Luis Rivera says
No conozco tu libro sobre Gaya. Siendo él uno de mis «admirados» a partir de su libro sobre Velazquez, y tú uno de mis «admirados» por esta relación fluída y por tu parte tan inteligente, del blog, lo anoto para Reyes,a ver si encuentro quien, seré yo seguramente, me lo haga presente.
JP Quiñonero says
Luis,
Hombre, es para mi una alegría y un honor, siendo tu un autor y lector tan agudo y exigente.
Gratitudes,
Q.-