Apresurado punte periodístico sobre la importancia de Balthus en la historia de la pintura.
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La Montaña.
ARISTÓCRATA LIBERTARIO
Mañana se cumple el centenario del nacimiento de Balthus, Baltasar Klossowski de Rola (1908 – 2001), uno de los grandes genios de la pintura del siglo XX, hostil al canon oficial de las vanguardias, consagrado a la heroica defensa de las viejas artesanías amenazadas del dibujo, la pintura al óleo, convencido con cierta coquetería que la pintura “moría” con su obra.
Su legado no ha dejado de crecer, para convertirse, con el de otros maestros, como Hopper, Morandi o Ramón Gaya, en una encrucijada para quienes aspiran a rescribir la historia del arte contemporáneo.
Desde muy niño, Balthus estuvo “condenado” al destino de los mártires de la religión laica del Gran arte. Su padre, Erich Klossowski, noble polaco, historiador del arte, decorador, fue gran amigo de muchos de los maestros que pasaban por París a primeros del siglo XX. Su madre, Baladine Klossowska, estuvo locamente enamorada de Rilke, con el que Balthus y su hermano Pierre Klossowski [Klossowski, erotismo y libertinaje teológico] se iniciaron a la poesía.
Por los sucesivos domicilios parisinos de la familia y la madre, en Francia, Suiza e Italia, pasaron Bonnard, Derain, Maurice Denis. El primer “crítico” de la pintura de Balthus, todavía niño, fue el Rilke que ya trabajaba en las Elegias –el monumento máximo de la poesía alemana del siglo XX-, que consagró al hijo de su amante un legendario texto que inaugura una bibliografía excepcional, en la que figuran media docena de genios. Antonin Artaud, Giacometti, Albert Camus, André Malraux, incluso Picasso, tuvieron hacia Balthus palabras de un inmenso respeto.
Por su parte, Balthus fue desde niño un aristócrata libertario. Abandonó todos las escuelas, para consagrarse al estudio solitario de Piero Della Francesca, en Arrezzo, y de Masaccio, en Florencia. De vuelta a París, vivió varias apasionadas historias de amor, erotismo y pintura, que nos dejaron un monumento memorable: su correspondencia amorosa con su primera esposa, Antoinette de Watteville.
Rilke, acompañado de Merline, Elisabeth Dorotea Klossowski, née Spiro, Baladine Klossowski, discípula de Pierre Bonnard (1886 – 1969).
CONTRA LA TIRANÍA DE LOS AUTÓMATAS VANGUARDISTAS
Contemporáneo de todas las vanguardias, en un París colonizado por las rupturas dadaístas, surrealistas, etc., Balthus decidió, como Ramón Gaya, por los mismos años, alejarse rápidamente de las tentaciones de tales abismos, para consagrarse al gran arte de vivir y pintar.
Cuando las modas se sucedían de manera vertiginosa, en París y Nueva York, antes, durante y en la inmediata posguerra de la última gran guerra mundial (1939 – 1945), Balthus se refugió en la Borgoña profunda, donde pintó paisajes y escenas eróticas.
Reconocido como un maestro excepcional por Picasso, desde siempre, la gloria final de Balthus llegó relativamente tarde, con las grandes retrospectivas de la Tate (1968) y el Centro Pompidou (1983). Entre esos quince años comenzó, al mismo tiempo, una revisión del puesto de Balthus en la historia de la pintura contemporánea y una revisión en curso del canon contemporáneo.
Con la gloria, Balthus se exiló definitivamente. Había vivido dieciséis años en Roma (1961 – 1977), donde intimó con Federico Fellini, como director de la Academia de Francia, gracias a una decisión personal de Malraux. Nunca volvería a París. Su nueva familia, con Setsuko Klossowska de Rola, se instaló definidamente en la Rossinière, entre Francia y Suiza, centro de peregrinación.
Balthus creía que la vida del espíritu estaba amenazada de muerte. Sus armas de trabajo en defensa de la identidad humana fueron el erotismo y el Gran arte. De joven, le decía a su primera esposa, Antoinette, que el erotismo era la única forma de luchar contra la tiranía de las máquinas. Ya anciano, su segunda esposa decía de su obra que el erotismo era su manera de buscar y contemplar la eternidad de la luz y la belleza.
Estudio de joven dormida y Los frutos dorados.
- Arte en este Infierno.
Antonio says
Muy buenos los artículos sobre Balthus.
Sus figuras me recuerdan a un pintor que me gusta mucho: David Inshaw. Aunque no tiene el erotismo de las figuras de Balthus.
Los cuadros de B. tienen una cualidad extraña, ¿no? Como si fueran representaciones de pensamientos o impulsos, como algunos cuadros de Dalí o de Chirico.
Por cierto, ¿qué te parece Lucian Freud?
Un abrazo, amigo Q.
GarCelan says
Escribes, Juan Pedro, “Contra la tiranía de los autómatas vanguardistas” y lo leo como una declaración de principios, como un lúcido no que se alza contra el nihilismo profundo de las vanguardias. El mismo vocablo “vanguardia” es en origen un planteamiento estratégico militar cuyas funciones eran la destrucción de las líneas de fuerza y de las bases de retaguardia, así como la inutilización en profundidad de recursos y medios. Asociada significativamente a las características destructivas de la racionalidad técnica desplegada por un poder total, se constituía como una tabula rasa de nivelación impregnada de mística revolucionaria genesíaca, propia de las concepciones providencialistas o “mesiánicas”. No es ninguna casualidad que las vanguardias estuviesen tan íntimamente asociadas a las ideologías totalitarias (socialismos y fascismos). Contra esa marea de destrucción del orden estético transmitido por la tradición artística occidental se levantaron los pintores que aclamas (Balthus, Morandi, Gaya y Hopper) como defensores de la vida del espíritu. Contra la pretensión demoníaca de poner el reloj y el nivel de la historia y de la civilización, respectivamente, en el segundo y el grado “cero”. Así, la obra de arte se asociaba de forma indisoluble a un programa político totalitario y el artista sometía el sentido de su obra a las necesidades organizativas y estratégicas de dicho programa. La organización totalitaria de carácter revolucionario era la espada y el artista-intelectual el profeta de un designio ínsito en la razón histórica cuyos juicios eran inapelables. Hoy somos testigos de los simulacros esperpénticos que de esos cataclismos se reproducen en la vida pública española y de las consecuencias mercantilistas que las vanguardias han propiciado al enfrentarnos a los eventos periódicos de las grandes superficies del mercado artístico en cuyo vientre se despliegan todo tipo de imposturas, baratijas y fraudes.
Luis Rivera says
La vanguardia, GarCelán, siempre es fascista. Así lo entiendo yo, si tenemos en cuenta que no quiero usar el adjetivo más que como respuesta a su comentario. Porque la vanguardia siempre tiende a posicionarse en el lugar del «todo» y a representarlo. La voluntad de la vanguardia es totalitaria y tiende al absoluto: el fin de la historia es ella, cuando está condenada a ser devorada por la propia conceptualización de la vanguardia viva. En Balthus, como en Gaya, se exhibe un retorno a la esencia de una belleza que no ha caducado todavía y de la que se espera que no caduque. Los define bien, a ellos, como a tantos otros, el tíutulo del libro que Gaya dedica a Velazquez: «Pájaro solitario». La historia del arte lo es gracias a ellos y no a pesar de ellos: por ejemplo manet, por ejemplo Picasso.
Tal vez convenga pensar en la belleza y en porqué cada vanguardia se ve obligada a romper el museo, a destruir lo bello. ¿No será el arte una de las mejores muestras del progreso humano?
Luis Rivera says
Q, gracias por estos tres artículos sobre Balthus.
Joaquín says
Gran artista y gran serie para recordarlo. Gracias Q.
JP Quiñonero says
Maty, Antonio, Luis, Joaquín, GarCelan,
Os leo frente al mar, frío y gris, tras un día muy complicado de taxis, avión, coche, idas, venidas, etc. ¡Y no he terminado..!
… Maty,
Anda, anda.
… Antonio,
Lo de Chirico y sobre todo Dalí está muy bien visto, claro. Dalí quizá fuese mejor dibujante que Balthus.
… Luis,
¡Ten cuidado con los vanguardistas que rondan por tu bosque..!
… Joaquín,
El gusto es mío, oye.
… GraCelan,
Supongo que estamos de acuerdo en lo esencial: la idea de asociar vanguadistas de guardarropía y autómatas era exactamente eso, la gesticulación en el vacío. Vacío interesado: comercian con ideas muertas yataúdes vacíos, pero a un precio muy alto. La adoración de la nada es el infierno decía Merton. En fín,
Q.-
GarCelan says
En relación con los autómatas, recuerdo de E.T.A. Hoffmann tres relatos, el muy celebrado «El hombre de arena», que tanto interesó a Sigmund Freud, «Los autómatas» y «El niño extraño». Esas máquinas, simulacros humanos, que atizan vértigos de atracción y pavor. Además de los autómatas de Hoffmann, están en su estela «El Golem» de Gustav Meyrink, «Frankenstein» de Mary Shelley, etc. El hombre convertido a sí mismo en creador de réplicas humanoides ¿Quién no recuerda las autómatas cartománticas de los parques de atracciones? Espeluznante.
JP Quiñonero says
GarCelan,
… uauuuuuuuuuuuuu… si me apuras, a partir de esa tradición noble, estamos desembocando en algo más horrible… recuerdo las noches de incendios callejeros en París de hace dos años… “.. los androides ya copulan con ovejas eléctricas y meten fuego a las hamburgueserías cuando se aburren…” Rimbaud en algún momento que no tengo a la mano ya hablaba de esos paisajes urbanos, más próximos de Naranja Mecánica… y las vanguardias vendiendo basura al precio fuerte, que los museos de Estado pagan con dinero público… ayayay…
Sospecho que se me nota que me levanté a las 5 de la mañana y he tenido un día muy agitado. Nobody’s perfect,
Q.-