Capricho laboral, en una Costa Azul por donde deambulan espectros de muy distinta naturaleza.
[ .. ]
EL PRÍNCIPE, LA NADADORA Y OTROS FANTASMAS
Para celebrar sus 50 años, el príncipe Alberto II de Mónaco se ha ofrecido una cena íntima en el restaurante Louis XV, anexo al Hotel de París de Monte Carlo (frente al Casino), seguida con una sesión de espiritismo íntimo, “¿Me caso? ¿No me caso..?”
Buen conocedor de los espíritus que mueven las mesas de camilla y los vasos que escogen las letras que deben responder a preguntas impertinentes, él mismo se ha respondido: “¡No..!”, cuando un semanario rosa había anunciado su boda con la nadadora sudafricana Charlene Wittstock (veinte años más joven), y los cronistas del principado nos habíamos apresurado a reservar con urgencia una habitación con vista al mar.
Todo se marchita. El antiguo esplendor de la civilización occidental, la gloria de Venecia, la residencia de George Clooney frente al lago de Como, la boda de Alberto II de Mónaco, y mi huida a Monte Carlo, con ese pretexto, esta primavera.
Los cronistas hacíamos cábalas insensatas. La presencia olímpica de Mrs. Wittstock en todo tipo de ceremonias oficiales. Su esplendor intacto ante un príncipe incipientemente barrigudo. Las joyas principescas de una nadadora que daría a Mónaco un lustre de sirena encantadora. Pura ilusión de cronistas añorantes de antiguas fiestas mortuorias en Monte Carlo, rodeados de abuelitas disipadas y señoritas de alterne.
Con motivo del XXV aniversario de la trágica desaparición de la princesa Grace [Hadas, brujas, princesas, crímenes y otras oscuras pasiones, Grace, hadas, brujas, seducción, muerte y encantamientos], los cronistas llegamos a soñar con una resurrección florida. Mrs. Wittstock tiene el encanto primaveral de la Esther Williams de Escuela de Sirenas. Y contemplar a Mrs. Wittstock junto al príncipe, en un Bentley descapotable, por la segunda cornisa, rumbo a Menton (donde se encuentran los restos del palacio que imaginó y pagó con su dinero don Vicente Blasco Ibáñez, “Aquel azul de mi infancia..”), nos permitía evocar a la pareja Grace – Cary Grant en una película de Hitchcock. Fantasmas, fantasmas, del cronista desencantado.
- Niza y otros paraísos perdidos.
- Mónaco, en este Infierno.
Deja una respuesta