El maestro Francisco Ayala cumple hoy 102 años. ¡Salve maestro..!
[ .. ]
Antonio Astorga ha realizado una entrevista con Ayala y su esposa, Carolyn Richmond (gran especialista en Ramón Gómez de la Serna, entre otros magisterios filológicos) que algo tiene de documento histórico, en dos pdfs:
“Antes se hablaba de liberad bien entendida, y ahora no sabemos cual es la mal entendida..”
“Señora, usted no puede salir así..”
Leí La cabeza del cordero de un tirón, aunque esto no tiene mucho mérito pues es una colección de cuentos cortos. Me dejó la sensación de haber leído una revelación, de los hombres y las violencias que ocurrieron en España, siglo XX. A años luz de Los Girasoles Ciegos, tan queridos por los críticos.
Este Ayala es muy grande sí señor, pero su obra tiene un rasgo de modestia que evita que sea uno de los consagrados. Creo que los premios y los reconocimientos le van llegando porque ven que se morirá más pronto que tarde. Somos así, qué le vamos a hacer.
Por cierto, he encontrado un análisis de un comunicador de los USA bastante certero, y divertido.
El enlace es:
http://www.davidbruceallen.com/strategyoped/2008/03/how-spains-oppo.html
Lo siento, está en inglés.
Antonio,
El hechizado de Ayala es una obra maestra absoluta. Y uno de los cuentos más importantes jamás escritos en lengua castellana.
Los girasoles ciegos es un relato que está bien, incluso muy bien. Pero repite in fine una mentira hipócrita que, en verdad, no recuerdo que ningún crítico haya deseado subrayar: por las mismas razones, sospecho, que los mismos críticos prefieren NO hablar de libros que pudieran ser poco correctos para proseguir adelante en su carrera, indisociable de algunas mafias filantrópicas,
Q.-
PS. Los girasoles ciegos y la dificultad de fundar una casa común, en España.
No sabía que ya habías hablado de Los girasoles…
Hay un par de cuentos que me gustaron, como el del juez del tribunal militar que quiere saber cómo era su hijo muerto y el que van a fusilar les miente, a él y a su mujer, o el que tú refieres en tu anterior entrada, el joven poeta encerrado entre papeles y alejado de la crueldad, como un niño.
Pero los demás son hasta ridículos en algunos casos. Y no lo digo por el «mensaje» sino también por la forma. No me creo nada de nada, muchos personajes son estereotipos. Todo lo contrario de los personajes de los cuentos de Ayala, con sus miserias y sus buenas intenciones.
Pero en fin, el que se sale de la fila no come… así que, primeros lo honores y después la película (Jose Luis Cuerda dirige)
Sí, Borges ya elogió El hechizado, me lo tengo que leer.
No voy a discutir el valor de los cuentos de Ayala, ni de «El hechizado», que es obvio, que es obvio; pero os aseguro, y me parece que a estas alturas puedo decir, sin pecar de pedantería, que algo sé de lo que hablo, que `Los girasoles ciegos´ no le va a la zaga.
¿A qué `mentira hipócrita´ te refieres, Q.? Los cuentos de Méndez son ficción y no tienen por qué atenerse a la estricta verdad histórica, aunque tampoco deberían manipularla, claro está.
Por otra parte, Ayala ha tenido todos los reconocimientos y más, Antonio. Es más, yo díría que es uno de los escritores más galardonados de la reciente historia de España, por críticos, historiadores de la literatura e instituciones. ¡Ya quisieran la mayoría de los autores de su entidad haber tenido sólo la mitad del reconocimiento que Ayala ha tenido!
Antonio, Fernando,
… Antonio,
¡Menudo jaleo..!
… Fernando,
Ayayayay… Sobre Ayala, creo que estamos totalmente de acuerdo, reconocimientos incluidos, claro. Con respecto a los Girasoles, quizá un poco menos. Me lo temía…
A lo hecho, pecho.
De entrada, la evidencia: Se trata de un Muy Buen Libro. Cuyos límites estéticos, digámoslo así, son indisociables de ciertos matices.
Alberto tenía una visión muy política de la vida, la historia y la literatura. Al final, esa visión apenas está presente en su libro. Y la exactitud o inexactitud de estos o aquellos matices históricos me parece poco o nada importante: don Pío era Muy Inexacto y Muy Arbitrario: lo que no merma en absoluto la calidad esencial de su obra, para mi gusto. Su arbitrariedad casi es una parte esencial de su estética.
En el caso de Alberto, esos matices son indisociables de la estética de su libro: poniendo estas o aquellas siglas en este o aquel momento de su relato, el efecto estético funciona o no funciona. Y esas siglas, en su caso, son pocas pero permanentes e indisociables del resto. Citaré el ejemplo canónico, de Luis Cernuda, que NO utiliza siglas, pero su poema funciona con siglas o sin siglas, cuando escribe [Los asesinos estaban en Valencia]:
A diario, en el hotelucho
En que ambos parabais,
Oías a medianoche
El ascensor, subiendo
Al piso donde algún sacripante del Partido
Subía por nueva víctima.
En el caso de Alberto, el recurso estético es indisociable de algunas siglas que limitan su alcance estético: con otras siglas, sus cuentos cambiarían de estética, en el mejor de los casos, o no siempre funcionarían. Esa limitación, a mi modo de ver, tiene otro inconveniente: había Muchas Otras Siglas, relegadas sistemáticamente al silencio. Lo que me parece otra limitación estética: algunos de los relatos solo funcionan en una dirección, lo que se me antoja una limitación estética. Y la insensibilidad hacia resto de las siglas de muy distinta obediencia, en el mismo campo perdedor, me parece un fallo de sensibilidad: una visión limitada de una realidad compleja, mucho más rica y coloreada.
A partir de ahí, el comportamiento de algunos críticos se me antoja indisociable de la misma utilización Muy Selectiva de las siglas. No estoy nada seguro que el mismo libro hubiese tenido la misma acogida con otras siglas, muy presentes en la obra de Max Aub (Campo de los Almendros), Arturo Barea (La forja de un rebelde), Ramón Sender (Crónica del alba). El caso de Sender ilustra a la perfección el problema de las siglas. En otro relato canónico, Réquiem por un campesino español, NO hay una sola sigla. Y esa inexistencia de siglas da a ese libro una dimensión universal absoluta, estando bien enraizado en la historia, la lengua y las estéticas del autor y su patria.
NO me parece que estos problemas sean “minucias”. Me parecen cuestiones capitales, donde la estética se cruza inextricablemente con la ética. De ahí mi insistencia en la hipocresía (no de Alberto, que fue un hombre muy honrado, aunque muy selectivo a la hora de escoger siglas) si no de buena parte de la crítica: esa hipocresía (¿ignorante? ¿cínica? ¿interesada?) se me antoja indisociable de los planes de carrera personales. Que son algo Muy Importante, Sin Duda. Pero algo menos importante que la exactitud, la ética y la estética, que son Otra Cosa. Las siglas políticas, como las franquicias comerciales en nuestro tiempo, también se compran, se venden, y funcionan o no funcionan con interesada eficacia comercial. El uso muy retrospectivo y muy selectivo de las siglas NO solo me parece estéticamente limitado. Se me antoja evidente que este o aquel uso de estas o aquellas siglas también funciona con un interés selectivo que me parece algo peor que romo. En el caso de Alberto, admiro su honradez y fidelidad. En el caso de una parte de la crítica, soy poco sensible a la insensibilidad hacia el resto de las siglas,
¡Perdón tan prolija explicación…!
Q.-
Bueno, los críticos literarios, aunque a veces cueste creerlo, son como el resto de los mortales, de todos los colores, pero no podemos achacarles culpas que comparten con el resto de la humanidad, escritores incluídos.
Alberto Méndez cambió y en el que seguramente fue el último texto que escribió en su vida (lo publicó el Ayuntamiento de Molina de Segura, de Murcia, siempre Murcia, que le concedió el I Premio Setenil), reconoció su empecinamiento y sus errores políticos. Y creo que esa conciencia final hace sus cuentos más complejos.
Fernando,
Está claro. De ahí que sea prudente juzgarlos con el mismo rigor. Con un agravante: el escritor bueno o malo puede explicarse a través de libros que requieren dias, semanas, incluso años en pergueñar sus cosuelas. El crítico (y, en verdad, hablo más bien del crítico de periódicos; la crítica universitaria es / sois un Muy Otro Mundo) se despacha con 200 a 800 palabras, cuando lo dejan, siguiendo unas pautas que, con frecuencia (en la elección de autores) barren un poco o mucho hacia la casa dominante, que suele tener unos criterios muy de la casa y casas afines, claro…
Q.-
De acuerdo con Q,
es lo que yo quería decir. Que las alabanzas a Ayala, a Méndez o al que toque no son nada sinceras. ¿Cuántos de los que ahora besan los pies de Ayala se han leído sus libros? ¿Cuántos de los que hablan de Los Girasoles Ciegos salen por peteneras y aprovechan para hablar de lo suyo?
De acuerdo con Fernando,
en que Ayala está valorado. Pero yo me refería a que lo está porque le tocaba estarlo. Para mí Ayala es uno de los grandes, si esa expresión tiene sentido en lo literario, en el arte. Muy por encima de Méndez, si se pueden comparar escritores como el que compara garbanzos.
En lo de las siglas, no sigo muy bien a Q. Yo me refería más a la habilidad del escritor para hacernos creer. Me creo al cura de Sender en su Réquiem, los personajes de Cela huelen, algunos apestan, yo vivo los delirios de De la Serna, pero algunas cosas del libro de Méndez me parecen que no pasan de ser un esquema previo, algo desdibujado, sin vida.
Y no digo que sea un mal libro, sino que no está a la altura de los elogios ni las flores echadas.
Pero, como respeto el magisterio de Fernando, lo más seguro es que yo esté equivocado.
Antonio,
¡Viva el ecumenismo..!
Sobre la guerra de siglas / marcas… mejor enterrar la cosa, que Arde.
Por lo demás… ¡que afloren mil sensibilidades y mil marcas / siglas..! (siempre que unas no oculten a otras).
Salve…
Q.-
Sí que soy ecuménico, sí. Es que yo estoy de acuerdo con todo el mundo menos conmigo mismo.
Cambiando de tercio, ¿sabes dónde se puede leer algo del reciente matrimonio de literatura y política, algo de lo que abomina Harold Bloom, entre otros?
Aquí ya ha empezado una cosa que se llama Semana Santa.
Al ver a las niñas, y no tan niñas, en mantilla me acuerdo del título de un libro de Cansinos: «Los valores eróticos en las religiones: De Eros a Cristo»…
Por cierto, ¿te suena la obra de Adolfo Luna, un periodista modernista que Cansinos admiraba? ¿escribió algo aparte de artículos en el Heraldo?
Los juicios literarios son, por supuesto, discutibles, pero la historia literaria pone a nuestra disposición unos antecedentes que nos son útiles para contextualizar y poder valorar algo más objetivamente los textos.
Creo entender, en lo que apunta Antonio, que algunos se han envuelto en la bandera de Ayala, o de cualquier otro escritor, para medrar, sin que, en el fondo, les importe demasiado el autor. Sin duda. En la literatura española se han dado varios casos. Quizás el más escandaloso haya sido el de Alberti.
Fernando,
Totalmente de acuerdo. Y el ejemplo de Alberti me parece ideal. ¿Cómo dudar de su inmenso legado? ¿Como olvidar que su persona y obra han sido utilizadas mucho más allá de..?
¡Viva las reconciliaciones..!
Q.-
Otro caso llamativo es la obra póstuma de Francisco Umbral, que acaba de publicarse. Me gustaría leer opiniones.
Joaquín,
No he leído el libro…
Q.-