Poeta, agitador cultural, de raza negra, nacido en la Martinica francesa, creador con Léopold Sédar Sénghor del concepto de negritud, Aimé Césaire (1913 – 2008) falleció ayer en su patria natal, tras una larga enfermedad. Deja tras si una obra inmensa que introdujo, en lengua francesa, el mestizaje con las culturas negras, atlánticas, en estrecha comunión con el surrealismo parisino.
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LOS TRÓPICOS, EL SURREALISMO Y LA REVUELTA NEGRA
Césaire era hijo de un maestro y una costurera, y conoció en su carne todas las tragedias de la colonización. Niño estudioso, consiguió una beca que le permitió cursar estudios secundarios en Paris, la capital de un antiguo imperio difunto, en un liceo legendario, Louis Le Grand, junto al Panteón parisino, donde se cruzó con otro negro de lengua francesa, el senegalés Sénghor.
La amistad Césaire – Sénghor modificó en cierta medida la historia de la cultura francesa. Ellos crearon una revista mítica, L’Étudiant noir, donde se forjó una primera generación de colonizados que militaban por una “gran autonomía” política de sus respectivas patrias natales, sin ceder nunca a las tentaciones del independentismo revolucionario. Sénghor fue el patriarca cultural contemporáneo del Senegal, pero terminó muriendo en Francia.
Césaire siempre volvió a su Martinica natal, consagrado a una carrera múltiple de gran poeta, ensayista indispensable, político local, enfrentado al mismo tiempo, a los colonialistas franceses y a los independentistas locales.
La obra poética de Césaire comenzó en 1939 con un libro de leyenda, los Cahiers d’un retour au pays natal. Y tuvo la suerte de encontrar un lector de excepción, de paso por la Martinica, André Breton, el “papa” surrealista, que descubrió inmediatamente la originalidad radical de una voz que venía de los abismos tropicales, las frondas atlánticas, las culturas mestizas de una diminuta colonia cuya cultura local también es finalmente indisociable del destino de la lengua francesa.
Les armes miraculeuses (1946), el segundo libro de Césaire, lleva más lejos esos mestizajes, ya muy consciente su autor de su íntima relación con las muy distintas culturales tropicales y metropolitanas de su obra toda. Césaire y Sénghor habían utilizado por vez primera el concepto de negritud durante los años treinta, en la revista L’Étudiant noir.
LA LENGUA FRANCESA, CRISOL DE MESTIZAJES
Con el tiempo, la negritud se convertiría en un concepto cultural imprescindible, en África y el Caribe. Soleil coupé (1947), Corps perdu (con dibujos de Picasso, 1950), Ferrements (1960), Cadastre (1961), Moi, Laminaire (1982), Poesie (1994), integran una obra poética única en su género, en lengua francesa. Hombre de gran cultura clásica, Césaire consuma a través del crisol de la lengua un mestizaje semejante al de Sénghor, ofreciendo a las raíces negras, mestizas, caribeñas, africanas, una nueva tierra de cultura, enraizada en la tradición occidental, europea. Al mismo tiempo, la lengua francesa descubre con ambos poetas los horizontes de otras tierras, culturas y civilizaciones. Sénghor y Césaire abrían la cultura francesa a las lluvias tropicales y los horizontes oceánicos de otras razas.
Césarie también fue un agitador político y cultural muy fuera de lo común. Militó brevemente en el PCF, del que dimitió con escándalo, para fundar un partido propio. Alcalde de Fort-de-France, en la Martinica, de la que fue diputado, durante varias décadas, Césaire enarbolaba orgulloso su raza negra, sus orígenes mestizos, resistiendo, al mismo tiempo, a los restos del antiguo despotismo colonialista, durante la ocupación nazi de Francia (1940 – 45), y a las sirenas independentistas revolucionarias.
Deja tras si la huella inmensa de quien contribuyó, con su obra, su lengua, su acción, a modificar el destino de su pueblo, administrativamente francés, culturalmente mestizo, orgulloso de su negritud.
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