Casino de Monte Carlo, marzo 2005. Foto JPQ.
Hubo una pista Monte Carlo y OTAN, italiana, francesa y española, en la historia por escribir de la corrupción, escándalos, sexo, terrorismo y política que corrompieron las costumbres y la moral pública de Caína.
[ .. ]
“Érase una vez, en Caína, un príncipe carismático como muchos y poderosos amigos italianos, franceses y…”
[ .. ] Cierta noche de julio, cuando la condesa Agusta y Chico Caputo regresaban a Monte Carlo, sorteando a mucha velocidad las curvas de la vertiginosa segunda cornisa, un majestuoso ejemplar de la Night’s Princesse quedó atrapado por azar en el limpiaparabrisas de su Porsche Carrara, negro metalizado, atrayendo y deslumbrando los ojos de los amantes, fascinados por las motas púrpura y malva de aquella mariposa nocturna. El irisado brillo celeste de sus alas, desplegadas contra el cristal, durante su instantáneo estertor, cegó los ojos del conductor, incapaz de advertir en el último viraje que su automóvil incontrolado se precipitaba contra una motocicleta conducida por un hombre de cierta edad, que pereció destrozado contra el parachoques del descapotable donde concluía, en lágrimas y luto, una noche de vino y rosas.
Cuando, a la mañana siguiente, en las afueras de Milán, el conde Agusta volvió a descubrir en las primeras páginas de la prensa local el nombre mancillado de su familia, ya para siempre unido a las turbias historias de aquella mujer, antigua modelo (la misma que había arruinado su honor y vuelto a jurar, días atrás, que pondría fin a los cócteles de champagne y estimulantes, con los que ocultaba otras pasiones menos confesables), el último vástago de los Agusta, ennoblecidos, siglos atrás, en la rapiña del comercio mediterráneo, decidió poner fin con una llamada de teléfono al negro tráfico con el que había aceptado pagar los caprichos luctuosos de su esposa. Con una orden, seca, transmitida de viva voz al director de su banco, en Luxemburgo, aquel hombre traicionado, humillado y deshonrado rendía tardío homenaje a sus antepasados y precipitaba el fin de la mujerzuela cuya belleza y lubricidad perdió su vida. Hasta pocos días atrás, Cuca había continuado pidiéndole nuevos favores para los amigos políticos de su amante; siempre dispuestos a cobrar en Ginebra, en Zurích o en Luxemburgo, las sucesivas sumas de dinero que un fabricante de helicópteros ítalo-belga debía a pagar a funcionarios, militares y diplomáticos venales, para poder asegurar la continuidad en cuarentena de sus negocios más lucrativos y secretos.
[ .. ]
Night’s Princesse en una vitrina del Hermitage de Monte Carlo. Foto JPQ.
Las medidas cautelares y judiciales emprendidas por los abogados de la familia Agusta precipitaron un escándalo europeo, con muchas ramificaciones en Bélgica (donde se corrompía a varios ministros con entradas en la OTAN), en Suiza (donde se pagaban y cobraban fabulosas sumas de dinero sucio) y en Italia (donde el tráfico de influencias era un comercio de Estado). En Roma, Bettino Proxi sería el primero en tener noticia tempranísima de catastróficas filtraciones periodísticas; preludio vertiginoso a la decisión de un juez que deseaba interrogarlo para intentar esclarecer el origen y exacto destino de las fabulosas sumas de dinero que Chico Caputo había confesado transportar y depositar en varios bancos suizos. Acosado por un rosario de revelaciones, hundiendo para siempre todos los pantanosos cimientos de su vida pública, Bettino huyó de su patria, como un animal herido de muerte, creyendo que podría ocultarse en el laberinto de las sórdidas callejas del antiguo puerto de Alejandría, donde moriría, meses más tarde, en un hotelucho de paso, solo, arruinado, perseguido, acorralado, irreconocible, el rostro tumefacto y abotargado por los tranquilizantes y la falta de sueño e higiene, víctima de un cáncer incurable y devastador.
La huida y el fin de Bettino dejó a sus amigos artistas y filántropos en la más penosa situación. La justicia no tardaría en descubrir una tupida red de cuentas bancarias, en Ginebra, en Zurich, en Monte Carlo, donde la cobardía y confesiones de Chico Caputo tuvieron un desenlace ensangrentado. El joven y prometedor artista fue liquidado a tiros, a la salida del casino, donde había perdido todo cuanto poseía, cuando intentaba recuperarse, a la ruleta. Sin familia, sin padres, sin hermanos, sin hijos conocidos, abandonado por quienes lo trataron, por capricho o complicidad crapulosa, nadie reconoció su cadáver en la morgue.
EL ESPECTRO DE UNA MUJER DESNUDA Y ESTÉRIL
Cuca Veccio Altachiara intentó rehacer su vida y su matrimonio. Pero su esposo prohibió a la servidumbre que abriesen a la condesa las puertas de su antigua morada. Sin hogar ni otros recuerdos que el placer ido, solitario y estéril, atormentada por la soledad definitiva, perseguida por el fantasma espantoso de un futuro miserable, acosada por el dolor sin consuelo de sus prótesis de silicona, Cuca huyó desesperada y sola hasta un hotel de la Riviera; donde un jardinero la descubrió, horrorizado, algunos días más tarde, poco antes de alba, desnuda y flotando en la piscina, como un pez muerto.
Quienes la conocieron, pocos años atrás, como Arrigo, en Venecia, durante sus incipientes días de gloria (cuando César todavía desconocía el desencanto atroz de la paternidad repudiada), descubrieron las fotos de Cuca en la primera página del Herald Tribune. El recuerdo de su cabellera, flotando en aquel suntuoso estanque, rodeado de estatuas y jardines, perseguiría mucho tiempo a algunos hombres; atormentándolos con las trémulas sierpes ensortijadas y los ojos en blanco del espectro de una mujer que salía de una fuente de agua podrida, acusándolos con las uñas pintadas de rouge de sus dedos de virgen estéril, cariátide justiciera… Una primavera atroz.
[ .. ]
Apoteosis de Norma Desmond, Sunset Boulevard, by Billy Wilder.
Marie says
Muyyy bello Mr. Q. Me recuerda a mi queridisimo Nakobov, mire.
JP Quiñonero says
Mme. Marie,
¡Cómo me emociona tan generosa y amistosa comparación..!
Q.-
PS. Le debo una copa en el Hôtel de Paris.