Elle, 11/16 junio 2008.
Elsa Pataky y muchas otras señoras y señoritas se desnudan y comercian con mucho éxito personal y económico, vendiendo al mejor postor las imágenes de sus cuerpos desnudos, con fines presumidamente filantrópicos, no siempre.
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La emergencia y desarrollo de un floreciente mercado de imágenes licenciosas, porno soft o sencillamente obscenas, también se convirtió hace años en un indicador significativo del proceso en curso de desertización moral:
[ .. ] Creado un floreciente mercado de chismes, inmundicias y sarama, no tardaron en aparecer por las esquinas torvos personajes dispuestos a vender sus miserias más íntimas a precios muy cambiantes. El bautizo de la hija de una cabaretera y su cuarto esposo no poseía el mismo precio que el culo de una abuela bien conservada y dispuesta a vender su desnudez lúbrica, pintarrajeada como una mujerzuela para ganar algún dinero y humillar al padre de sus avergonzados hijos, un conocidísimo ventrílocuo. Las escenas de duelo durante un funeral, con madres e hijos, desconsolados, de riguroso luto, llorando el asesinato vil de un inocente, no podían alcanzar los precios del ralo pubis entrevisto de una célebre empresaria casadera, dejándose perseguir por un teleobjetivo cuando abría sus muslos, fingiendo olvidar que no llevaba ropa interior, mientras tomaba copas en un club privado, acompañada de un payaso que comerciaba con la publicidad vergonzosa de sus canalladas. Duelos, quebrantos, adulterios, matanzas, romances, abortos, bajonazos, el descabello de seres humanos malheridos y renqueantes, se vendían con mucho éxito y propaganda infecciosa en un mercado de víctimas profanadas y tatuadas en serie, con estrellitas amarillas. El sexo, la obscenidad, los cuerpos troceados y la sangre derramada hacían oscilar las alzas y bajas de los precios en la bolsa del envilecimiento audiovisual. [PRESTO MORTAL. 4. El Nuevo Mundo en llamas. Una primavera atroz].
Marie says
Dudo entre el derecho de señoras y señoritas a exponer su cuerpo como les venga en gana, Mr. Q., y el tono ácido con el que usted habla de ese mercado de fotos «licenciosas», dice usted.
Juan says
Bueno, pues ¡viva el mercadeo!, que sino le tratan luego a uno de machista…J.P.
Rafael says
No veo mal que haya personas que se desnuden ante una cámara. Quizá sea eso lo único que puede ofrecer Elsa Pataky al mundo. ¿Y? ¿Acaso vamos a censurar a un escritor por hacer lo mejor que sabe, a saber, escribir libros? ¿Y al filósofo por pensar, al músico por componer o al pintor por pintar? Si hay personas que tienen un cuerpo bonito, ¿por qué no enseñarlo al mundo? Es más, creo que hacen una labor social importante. Si alguien lo duda, entonces, que se informe y averigüe el éxito comercial de revistas y películas de contenido erótico. Hasta que el mundo no sea perfecto, ese comercio tapa un parche. Lo bonito sería que no hubiera pinchazos en nuestra sociedad, pero, pregúntense qué fue antes, ¿la marginación y exclusión social de la gente fea o el éxito y reconocimiento de la gente guapa? Yo creo que lo primero y ese mundo de portadas sensuales e imágenes explícitas es su consecuencia natural. ¿O es que, además de apartar a los feos, queremos privarles de algo tan esencial que a los demás no nos podría faltar para llevar una vida plena?
En vez de lamentar que una joven se prostituya, lamenten que alguien deba pagar para tener un instante de falso y frío contacto humano que le alivie, al menos momentáneamente, y le permita seguir adelante.
Rafael says
He estado pensando acerca de la prostitución y la pornografía. Recuerdo un programa del canal franco-alemán ARTE que emitió el segunda canal público de TVE en su espacio «La noche temática». Creo recordar que la escena ocurría en Dinamarca. Un joven enfermo de un terrible problema neurodegenerativo vivía recluido en su casa. El gobierno danés le daba una paga mensual para que pudiera llevar una vida digna. Dependía de otras personas para su higiene personal, alimentación, etc. No recuerdo la frecuencia, pero cada x tiempo se pasaba una mujer por su casa. Era una prostitua. Con absoluta dignidad explicaba a los periodistas que ella creía que estaba haciendo algo bueno por ese chico y que, gracias a ella, durante un rato podía sentir el contacto íntimo con una mujer. Luego le acariciaba o dormía un rato a su lado. ¿Es eso un crimen? ¿Es eso una relación degenerada? ¿Es eso una inmoralidad?
Lo que no debemos permitir es que las jóvenes de países pobres sean secuestradas por redes mafiosas para que se prostituyan contra su voluntad en países europeos como el nuestro. Lo inmoral, el crimen contra la dignidad humana, la sociedad degenerada y todo lo malo que ustedes podrían añadir lo veo yo diariamente cuando paseo de noche por la Gran Vía: un espectáculo humillante, indigno de nuestra sofisticada sociedad de los derechos humanos, un bofetón seco en la frente que te aturde y que luego te persigue una y otra vez en el recuerdo. ¿Qué era? Decenas de jóvenes extranjeras semidesnudas en fila desde Callao hasta la Red de San Luis. La viva imagen de un mercado de ganadería humana.
Hace unos meses, una de esas jóvenes, presumiblemente de la Europa del Este, se me acercó. Yo hice un gesto para que entendiera que quería que me dejara seguir mi camino. Ella se acercó más, me tomó del brazo y dijo unas palabras que ahora no recuerdo. Seguí por la Gran Vía camino de Cibeles. La muchacha estaba a la misma altura de la Casa del Libro. Día y noche, dos caras de una misma ciudad. Otros jóvenes pasaban cerca de mí e insultaban a las chicas. Los chulos, hombres fuertes, negros, con cadenas y chupas de cuero, estaban muy cerca. La imagen era desoladora. Pues bien, aquella chica me gustó. Era dulce. Podría decirse que un chico sensible se habría enamorado de ella. No recuerdo sus rasgos, pero era atractiva. Sentía mucha, muchísima pena por la suerte de aquella joven eslava y del resto de sus compañeras. No sentí asco, ni rechazo, ni nada malo. Sólo eso: sorpresa por el tacto suave de sus manos en mis brazos y la pena de saber que esa chica sigue siendo prostituida a día de hoy sabe Dios dónde. Eso sí me produce rechazo, pero lo de la mujer danesa, en absoluto. Es más, a esa mujer habría que levantarle un monumento por su humanidad. Sí, su humanidad: el amor es imprescindible, pero el sexo también lo es. Ella le daba las dos cosas en cierto sentido.
No hace mucho me enteré de que uno de cada tres políticos italianos, según un programa sensacionalista similar a Caiga Quien Caiga, había detectado en una prueba de sudor que un tercio de los políticos del país iba a su trabajo bajo los efectos de la cocaína y la marihuana. Supongo que el que se droga, con esos sueldos que cobran, tampoco se privará de sus ratos de prostíbulo de lujo (eso sí que es también despreciable). Es que a mí el vicio no me va; no transijo con él. Pues bien, si los que deben legislar están metidos en drogas y sexo, ¿cómo esperamos la gente de bien, el ciudadano currante de la calle, el que se paga la vida con el sudor de su frente, que esta panda de indeseables mueva un PUTO dedo para cambiar la suerte de millones de personas en este mundo, la suerte de chicas como aquella de la calle Gran Vía? Ya sólo falta que nos digan que los políticos también se llevan una parte del negocio de la prostitución porque, de lo contrario, no sé por qué COÑO nadie hace nada. Si yo tuviera el poder, mandaba a la policía a los focos de prostitución y juro por Dios que los responsables de esas mafias no veían la luz del sol hasta que un psiquiatra escribiera un informe en el que me garantizase que a esa panda de enfermos mentales les han conseguido desintoxicar la maldad y el vicio de sus corazones. Si hay vicio es porque se consiente, no porque sea imposible luchar contra él.
A mí me da igual que Elsa Pataky salga en bragas o en pelota integral… Que la disfruten los lectores de ELLE. Lo que no soporto es que chicas como ésta, por tener la desgracia de haber nacido en un país corrupto, hayan caído en las mafias de la prostitución internacional. A Elsa Pataky (figura retórica) la colgaría de la pared de mi despacho. Al traficante degenerado que se lucra con el sufrimiento de miles de chicas forzadas a vender su cuerpo lo colgaría de un poste de la Puerta del Sol (figura de mierda y ahí la dejaba hasta que le comieran los cuervos la cabeza).
JP Quiñonero says
Mme. Marie, Juan, Rafael,
… Mme. Marie,
La libertad de señoras y señoritas a fotografiarse con el culo al aire es algo intocable. Cada cual hace con su culo lo que quiere, really.
Lo que yo he intentado reconstruir, en mi novela, es la emergencia de los mercados de restos y basuras políticas y humanas, indisociables, históricamente, en Caína: comenzó a comerciarse con carnaza humana al mismo tiempo y en los mismos medios que comenzó a comerciarse con basuras ideológicas y políticas.
En ese marco, las fotos “licenciosas” (eufemismo amable, para hablar de fotos rosa ketchup, porno no siempre soft) se sirven del cuerpo y los culos de las señoras y señoritas como mercancía que se compra y se vende en un mercado de basuras varias, al servicio del enriquecimiento de las hipócritas mafias filantrópicas.
… Juan,
¡Y yo que pensaba defender la integridad moral del cuerpo femenino, desnudo, incluso vestido..!
… Rafael,
Lo de la prostitución es Otro problema.
De lo que yo hablo en mi novela es del funcionamiento de un mercado de basuras políticas, basuras sociales, aliñadas con hipócrita carnaza humana, troceada.
El tráfico de seres humanos se me antoja Odioso, Atroz, Criminal.
El comercio con porno soft o rosa ketchup es la versión hipócrita y no siempre soft del tráfico de seres humanos. En mi novela intento reconstruir el origen político inmediato de ese comercio endemoniado: endemoniado, sí, ya que convierte a los seres humanos en mercancías desalmadas…
Q.-
Juan says
No, J.P. si mi comentario es por las palabras de Marie…, tu tan casto y moral y ella todavía ofendida…
Marie says
No, ofendida, NO… dubitativa, antes de las explicaciones de Mr. Q., que vuelven a sumirme en la fascinación que suscitan sus palabras sobre esos «mercados» polìticos y lujuriosos.
Gatopardo says
La diferencia entre los desnudos del arte antiguo y los de ahora es que el ideal artístico actual consiste es asimilar lo más posible el cuerpo al plástico. Es el equivalente de las parcelas de domingueros en el campo, encementadas y adornadas con palmeras y plantas tropicales de plástico, proscribiendo la naturaleza a cambio de un «como si» fatuo.
Es grotesco.
JP Quiñonero says
Juan, Marie, Gatopardo,
… Juan,
Hablando se entiende la gente. Más o menos.
… Marie,
Supongo que hay un poco de malentendido, ¿no? Esa confusión de los mercados de basuras políticas y cuerpos desnudos troceados y aliñados con ketchup es lo que se me antoja peor que obsceno, endemoniado.
… Gatopardo,
Claro. Si me apuras, algo peor que grotesco: la copulación con muñecas de plástico es contemporánea de los maquillajes políticos vendidos como filantropía universal. Tema central de mi relato, en efecto,
Q.-