Leo con respeto y emoción el artículo de Baltasar Porcel consagrado a su íntima experiencia del cáncer y la escritura de una novela, culminación olímpica de la determinación, la voluntad y la fe en los frutos de la creación y el más íntimo de los combates.
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La Vanguardia, 16 junio 2008:
Vivir y crear en el cáncer
Baltasar Porcel
Debía participar en Madrid en el 10th World Congress of Psycho-Oncology, pero lo ha impedido que se haya otorgado el premio Sant Joan-Caixa de Sabadell a mi novela Cada castell i totes les ombres. Así, envié al acontecimiento un texto que resumo, me ilusionaba hablar ahí pues desde que sufrí mi cáncer estoy mucho por la investigación médica. Pero el éxito sobre mi enfermedad motiva, paradójicamente, mi ausencia de Madrid. Antes de saber que la padecía, ya trabajaba en dicha novela, de alta arquitectura o ambición, donde, junto a los personajes y el argumento, reflejo, a partir de Barcelona, la gran urbe moderna, debate de fuerzas y masas. Como adelantó aquí Rosa Piñol.
Temía que el teorema conceptualizara la obra en exceso, vivimos una Catalunya problematizada. Entonces, en los tres meses y medio que pasé en nuestro hospital Clínic, sentía cada vez más un ímpetu de vitalidad e ilusión en las fibras cerebrales y corporales, y así trabajé diez horas al día.
Contento de que el libro brotara en cada episodio y personaje de su potencia interna, compleja y real, más que de mi planificación. Luego, la convocatoria del premio me incitó a presentarme, y he ahí…
Mi cáncer fue un linfoma, extendido en la corteza cerebral externa derecha. Desde el primer momento hablé mucho con los doctores, creí en ellos. Me intervinieron en seguida, estuve siempre a su lado, me aplicaron quimioterapia. Son excelentes, tuve suerte y parece que soy robusto. Y allí constaté, con fuerza y distanciado, cuánta banalidad nos rodea y se nos filtra. Enturbiando la espléndida unidad que forman mis esperanzas, físico y mente creadora. Por ello pude trabajar ¿más y mejor que antes?, no sé… A veces despertaba al amanecer, solo, cansado, a oscuras, y pensaba que no vería más a mi familia, a mis gatos, que la impasible nada me engulliría.
Pero, al fin, vencía a la tristeza imaginando el renovado discurso del libro, me recobraba el aliento vital. Después, al tratarse de un linfoma, los doctores me sugirieron un autotrasplante de células madre, que efectuamos al instante. Y cuyo proceso, tres semanas, transcurrió con idéntico ánimo.
Ignoro si mi experiencia es común, pero conozco a otros que la han tenido. Aunque también están los hundidos por el dolor y la destrucción. Por ello, creo en el deber y hasta el placer de la lucha. Porque si no es por nuestra vida e ilusiones, por el amor que nos une a otros, ¿por qué tendríamos que pugnar?
Ciencia, azar, voluntad, futuro: ¿existe lema mejor para enfermos y sanos? Y ya ni atisbo política o patria que no se ocupe más de la ciencia y cultura que de la mayoría de los temas que, demagógicos, se quiere que formen nuestras prioridades personales y colectivas. Y que resultan inferioridades. Pues quien ostenta la razón suprema somos yo, el cáncer, la novela.
Joaquín says
Debemos oir a los que ya están cerca de cruzar la orilla: nos anuncian lo que será nuestra propia experiencia. También me ha impresionado una entrevista reciente a José Saramago, convaleciente de una enfermedad: No he resucitado, he regresado.
JP Quiñonero says
Joaquín,
Yo me inclino por la afirmación de la voluntad y la determinación de BPorcel. Nada de resignación, si no resistencia, combate, determinación. Jünger decía que el hombre se mide en su capacidad de resistencia contra el dolor,
Q.-