Maison Européenne de la Photographie, 18 julio 2008. Foto JPQ
Richard Avedon contempla horrorizado al amateur que tira sobre la foto inmortal de Annie Leiboitz.
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Cansado, muy cansado, busco como un loco una vieja copia de Melodías de Broadway (The Band Wagon), apago la luz, aprieto el botón… y allí está el milagro olímpico de Astaire y Cyd Charisse… yo tengo veinte años y ellos me hacen soñar que todo es posible, el amor, la gloria, el arte, etc.
No es otra la locura de mi fotógrafo, discípulo de Horst y Avedon, colega de Helmut Newton y Guy Bourdin, cuya biografía terminará llamándose Dark Lady:
[ .. ] Pierre Gregnier no solo le confió la joya de un ejemplar de Vogue que tantas veces habían ojeado juntos, maravillados ante aquella colección de piedras preciosas, inmortalizadas en papel cuché: le entregó con mucha solemnidad una Leica III que solo un militar alemán amigo de su madre pudo regalarle, con un inútil gesto caballeresco; ya que un chiquillo como él no podía apreciar el valor incalculable de tal prodigio técnico, inservible para nadie que no frecuentase el mercado negro, en un internado donde era impensable comprar película fotográfica.
Marc tardaría mucho tiempo en comprender el valor de aquel talismán, que guardó con celo fraternal en su taquilla metálica, envuelto cuidadosamente con un pañuelo depositado en una caja de cartón. Tesoro que solo se atrevía a contemplar en la oscuridad, maravillado, ya bien entrada la noche, emboscado en su litera de aquella colonia penitenciaria, donde nadie entraba o salía por voluntad propia (cuando no se era obligado a partir en una furgoneta de la Gendarmería, escoltada por motoristas de la Gestapo, con destino desconocido), consagrado al estudio entomológico de las líneas, el objetivo, el visor, el ruido delicadísimo del obturador anunciando la consumación de un misterio: la captura de una imagen instantánea, única… revelación de seres ausentes, perdidos, difuntos, convertidos a través de la química fotográfica en ejemplares únicos de una caza de mariposas catalogadas con alfileres en un álbum precioso, donde el polvo del tiempo no podría empañar nunca la llegada triunfal de una mujer muy bella a la Avenue du Bois, acompañada por dos perros afganos; o la escultural espalda desnuda de una modelo en camisa de seda, caída, apenas tocada con unas gotas de perfume embriagador; o la luz de un farol iluminando el empedrado de una calle desierta, tras una noche lluviosa, en el instante en que alguien huye ocultándose entre las sombras, para perderse en la jungla del asfalto…
Recuerdo a Nestor Almendros diciéndome en la terraza de Lipp: “¡Como me emocionó tu artículo afirmando que toda mi obra era un épico combate de la luz contra las tinieblas…!”.
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Horst P. Horst, The Mainbocher Corset. Paris, 1939.
Mi fotógrafo y la inmortalidad de las adolescentes en flor.
Dark Lady y mi fotógrafo.
Dark Lady.
Fotografía en este Infierno.
Mercè says
También estoy de duelo por Cyd… Miraré este fin de semana, si las correcciones de mis alumnos lo permiten, Melodías de Broadway (The Band Wagon), uno de mis films preferidos, siempre, siempre! Y gracias por recordar a Néstor Almendros, de quien recomiendo y obligo a leer a las gentes de primero sus maravillosas memorias, Días de una cámara, que, por supuesto, deben de estar descatalogadas… Otro imprescindible para sobrevivir…
JP Quiñonero says
Mercè,
Ya somos dos…
Q.-