El Mago de Oz revisitado por AL. Los seres imaginarios habitan en la realidad bien inmediata de nuestras ilusiones…
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UNA VIDA, AL DESNUDO
Se presenta por vez primera en Europa una retrospectiva total de la obra de Annie Leibovitz, A Photographer’s Life, 1990 – 2005 (Maison Européenne de La Photographie): cerca de quinientas copias donde se cruzan incontables caminos, la fotografía familiar, el reportaje de rompe y rasga, el montaje publicitario, el retrato íntimo, el retrato de encargo, la composición, la fábula fotográfica.
La retrospectiva comienza con copias en pequeño y muy pequeño formato de fotografías familiares. Y termina con obras de tamaño mediado, íntimas o de encargo, de una pureza escandalosa, muy bella.
Annie Leibovitz trabaja con muy diversos equipos, iluminaciones y cámaras de muy distinta envergadura. Y “tira” con insistencia, pero guardando siempre una distancia y un respeto, evitando el “espectáculo” gratuito, aunque la puesta en escena sea indispensable y espectacular en sus trabajos publicitarios o de encargo mejor conocidos y más recientes.
INTIMIDAD DESCONOCIDA
Todas las etapas de la carrera de la gran fotógrafa están presentes. Su paso por Rolling Stone, su consagración en Vanity Fair y Vogue. Sus grandes campañas para American Express, Gap, Givenchy, Disney, o la serie de los Sopranos, hasta sus recientes retratos de la Reina de Inglaterra. Esas facetas bien conocidas de la obra de Leibovitz se matizan con una obra mucho más íntima y menos conocida, familiar, amorosa, púdica, personal, de un dramatismo particular, atroz, con frecuencia.
En verdad, Leibovitz comenzó fotografiando a su familia, sus conocidos, sus padres, su intimidad. Una familia judía. Un padre oficial del arma aérea de los EE.UU., con un largo historial, en Vietnam. Esos rostros mal conocidos ayudan a comprender y modificar la imagen convencional de toda su obra. Sus padres en bañador, en una playa de la costa Este. Una fiesta judía. La misma Leibovitz, embarazada, desnuda… son imágenes de una inmensa pureza, contemporáneas de las imágenes de Patty Smith tirada en una cama desvencijada, posando sin posar pero posando para la posteridad efímera de Rolling Stone.
GENERALES, FAMOSOS, POLÍTICOS, PUBLICIDAD, MONTAJES, HOLLYWOOD, MUJERES IMPÚDICAS Y MUCHOS OTROS CONFLICTOS
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Embarcada, finalmente, en la carrera de una gran profesional, Leibovitz trata todos los géneros fotográficos con la misma disciplina y rigor.
La noche de vino, rosas, hierba y vómitos que sigue a un concierto de rock puede tratarse con la misma limpieza gráfica que el rastro de un ciclista abatido por un sniper, en Sarajevo. La Leibovitz periodista de rompe y rasga tira sobre sus blancos desde muy cerca, con objetivos muy luminosos pero finalmente modestos. La belleza, violencia o el dramatismo de la imagen viene de la proximidad del objetivo.
El drogata, el general de un cuerpo de ejército, la política arribista o el presidente en ejercicio durante una guerra atroz son tratados con la misma limpieza, ajena a los artificios del montaje. George W. Bush, sus generales y su equipo están inmortalizados en primeros planos muy luminosos: con la misma luminosidad implacable con la que se trata el rostro de un avejentado William Burroughs. La proximidad del objetivo permite contemplar los estragos de la carne. Y el brillo acuoso de los ojos de un general, dubitativo entre el deber, la moral y la incertidumbre.
En los retratos de composición, Leibovitz alcanza una maestría quizá única entre sus contemporáneos. El cisne que rodea el cuello de Leonardo Dicaprio, la serpiente que se enrosca en el cuerpo desnudo de una celebridad publicitaria, el dogal de joyas que se engarzan en el pecho de una actriz impúdica, nos revelan insondables misterios.
EL CRIMEN Y LA REDENCIÓN
En el trabajo de puesta en escena fotográfica, la tarea quizá más espectacular de Leibovitz, en sus campañas para Disney, grandes empresas o celebridades, la fotógrafa, se deja llevar por el fasto de la composición onírica: los seres imaginarios, las heroínas de la ficción, los héroes de los cuentos de hadas, tienen cuerpos de seres humanos, pero están fotografiados como apariciones ópticas. Nada más real que la ilusión. Cuando la fotógrafa contempla el rostro de Todd Haynes y Julianne Moore en el primer plano de un automóvil, en la oscuridad, su imagen viene del cine negro: pero ella ilumina esa escena de seres imaginarios con la precisión de quien fotografía una escena de drama urbano, al borde de las lágrimas o el crimen
A lo largo de veinte o treinta años de carrera y trabajo íntimo, hay muchos otros rostros de Annie Leibovitz. Y cada uno enriquece las más hondas tradiciones. Avedon fotografió a su padre, condenado por la enfermedad, durante varios años, utilizando siempre la misma luz cenital y el mismo fondo blanco inmaculado. Leibovitz fotografía la lenta agonía de su amiga y amante Susan Sontag a lo largo de varios años… en muy distintos escenarios, interiores, exteriores, sin recurrir nunca o casi nunca a la iluminación artificial. Y ese relato fotográfico de la lenta agonía de Susan Sontag no cuenta un ocaso, el eclipse de una vida humana: cuenta la historia de una revelación y redención a través del gran arte, en un blanco y negro purísimos.
Susan y Sarah, Harbor Island, Bahamas, diciembre 2002, by AL.
En escorzo, Lawrence evocaba la guerra de los seres de ilusión contra el Infierno de la realidad inmediata de este modo: «Hay dos tipos de hombres. Los que sueñan, y cuando despiertan creen que han soñado. Y los que sueñan despiertos. Estos son más peligrosos; ya que son capaces de hacer realidad sus sueños«. Ese es el tema central de El caballero, la muñeca y el tesoro.
● Fotografía en este Infierno.
Mercè says
Estupenda crónica…
JP Quiñonero says
Mercè,
Anda, anda. Volveré sobre AL más adelante,
Q.-