Guy Bourdin. Hay una pista que conduce a París, desde Marbella y Estepona, tras las huellas de una llamada telefónica…
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Creo haber sido el primero si no el único en evocar la existencia de un cordón umbilical entre Marbella, Estepona y París, en la historia de Caína:
[ .. ] Madame Dumas solo llegó con cincuenta minutos de retraso. Tiempo más que suficiente para mortificar los nervios de un Alberto Cleón crucificado durante una espera que parecía interminable, agravada por un inclemente aguacero que presagiaba el desastre. Cuando la invitada de honor llegó escoltada por su chofer, el cojo tartaja sacó de donde pudo su lengua de trapo para conducirla hasta una mesa de honor, en la proa de la barcaza (lo más lejos posible de los tubos de escape del renqueante motor de gasolina), donde organizó un desfile de palmeros, bailaores y coristas, sucediéndose ante la dama entre el vaivén de camareros con bandejas de entremeses recién salidos de la nevera, pescado adobado, salazones, pinchitos, queso y taquitos de jamón, que la señora despreciaba olímpicamente, mucho más atraída por las performances atléticas de los artistas, dejando solo a Cleón ante las tentaciones de su bulimia. Cuando madame Dumas pidió con deliciosa coquetería a uno de los bailarines más jóvenes que la iniciase al gran arte de bailar sevillanas, Cleón aprovechó esa oportunidad para huir hasta los lavabos de la barcaza y volver a vomitar como un perro envenenado con zarazas. Porque Alberto Cleón no volvería a vomitar nunca. El primer travestí que entró en los mingitorios a pintarse los labios lo encontró caído en el suelo como un amasijo de trapos sucios, la nuca rota, los brazos cogiéndose el vientre en un instante de estertor, los ojos en blanco, el rostro abotargado y pajizo, retorciéndose de dolor en el instante de perder su alma endemoniada.
Danielle Dumas todavía tardó mucho en comprender el alcance exacto de las idas y venidas alarmadas del personal de servicio, transmitiéndose al oído, con aspavientos hipócritas, los menudillos noticiosos sobre las circunstancias y el origen último del fin de Alberto Cleón, que pronto se transformaría en una leyenda de ópera bufa. Madame Dumas solo fue prevenida de la parte menos fúnebre de lo ocurrido cuando el girofaro rojo de la ambulancia que llegó con urgencia para trasladar los restos de Cleón proclamaba involuntariamente la gravedad luctuosa del drama que el cuadro de baile había recibido la orden de ocultar (o intentarlo, al menos, con el ruidoso tronío de sus cantes festeros), prolongando innecesariamente una fiesta sin espectadores, sin gracia ni sentido. Ya que la invitada de honor no podía dejarse engañar ni fingir que desconocía el luctuoso alcance de lo ocurrido, poniendo fin de manera brutal a sus escarceos con el jovencísimo bailaor que se dejaba manosear, sin pudor, en un rincón mal iluminado, esperando una recompensa. Fría, calculadora, Danielle se dijo que debía desaparecer sin dar pábulo a ninguna sospecha, cortar sin ninguna esperanza vana aquel juego nada inocente con un joven que podía ser su hijo y parecía dispuesto a obedecer sus caprichos más bajos. Su lujuria femenina encontraría en momento más oportuno otros objetos de placer de la misma especie. Incluso podría volver a buscar satisfacciones semejantes cuando viajase a Sevilla para cobrar sus futuras facturas, que podían crecer desmesuradamente, a la luz de cuanto descubriría pocos días más tarde, cuando leyó algunos recortes de la prensa cainita, glosando el vacío político que dejaba la muerte de Alberto Cleón en penosas circunstancias, cubiertas con un manto de cenicienta hipocresía. [ADAGIO DE OTOÑO. 2. Ramera de Estado. Una primavera atroz].
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Guy Bourdin. Sol, ladrillos y vida cosmopolita. Madame Dumas escribió un conocido bestseller, Puta de Estado.
Marie says
Lotte Lenya, esposa de Kurt Weill: “La ópera de los tres centavos seguirá vigente durante mucho tiempo porque trata acerca de la corrupción y la pobreza. La corrupción, sabemos, tiene un gran futuro y, el Señor sabe, ¡vaya un pasado!”.
Mr Brecht había escrito su Canción de Mackie El Navaja:
Y el tiburón tiene dientes
y a la cara los enseña,
y Mackie tiene un cuchillo
pero no hay quien se lo vea.
El tiburón, cuando ataca,
tinta en sangre sus aletas,
Mackie en cambio lleva guantes
para ocultar sus faenas.
Un luminoso domingo,
un muerto en la playa encuentran,
y el que ha doblado la esquina
en ese instante, ¿quién era?
Schmul Meier, como otros ricos,
se ha esfumado de la tierra.
Cuchillo tiene su pasta
pero nadie lo demuestra.
Se ha encontrado a Jenny Towler
de una cuchillada muerta.
Cuchillo, que está en el puerto,
parece que ni se entera.
En el incendio, un anciano
y siete niños se queman.
Mackie está entre los mirones
pero nadie le molesta.
La viuda, menor de edad,
cuyo nombre mucho suena,
amanece violada.
Mackie, ¿quién paga la cuenta?
Los peces desaparecen
y los fiscales, con pena,
al tiburón por fin llaman
a que ajuicio comparezca.
Y el tiburón nada sabe,
y al tiburón, ¿quién se acerca?
Un tiburón no es culpable
mientras nadie lo demuestra.
(1929, de La ópera de cuatro cuartos)
JP Quiñonero says
Marie,
No había caído… pero, efectivamente, nadie como Brecht ha diseccionado al escalpelo la proliferación de mafias filantrópicas, cuyos capos son policías y políticos corruptos, explotando a matones y prostitutas, como así ocurre en Coslada, Marbella ¿y Estepona…? Esa filiación estrictamente cultural es silenciada por los publicistas a sueldo y la crítica literaria más selecta, poco sensible a temas de realismo sucio de este tipo; como si las literaturas y culturas españolas debieran cerrar los ojos ¿por la fuerza bruta del silencio? ante realidades bien visibles para quien quiera abrir los ojos y hablar de su pueblo con alguna honestidad, digo,
Q.-
Mercè says
Marie, a ver si le gusta esta versión de un clásico de Dylan:
http://es.youtube.com/watch?v=TvtDD98rK-o&NR=1
PS: Estoy corrigiendo exámenes y gracias al Infierno voy descansando… he aquí la razón de mis múltiples comentarios hoy…
Marie says
Temo Mercè estar un poco en otros mundos, que están en este, avec une tres mauvaise reputation, mais oui.
Mercè says
Gracias, querida Marie… es muy de agradecer !!! Por lo demás, puede que hayas apreciado el regalo… digas lo que digas…