Helmut Newton, Interior, París, años 80 del siglo XX.
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Los primeros desnudos en blanco y negro de mi fotógrafo estuvieron muy influidos por Horst P. Horst, Richard Avedon y Helmut Newton, que fue su amigo y cómplice en la historia de la fotografía de su tiempo, e inmortalizó accidentalmente el fin de Elodie en la desaparecida piscina Deligny, quai Anatole France, en un París muy fin de siglo.
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DIANA Y EL CAZADOR FURTIVO
Desnuda, entre las sábanas de la cama deshecha de un hotel de paso, Elodie parecía caminar sonámbula hacia algún lugar que Marc desconocía y anhelaba descubrir, creyendo que ese destino -imprevisible- podría liberarlo de su propia incertidumbre.
Quizá intentando alcanzar con sus dardos el alma de un cuerpo que era suyo -o podía poseer, por entonces, con la voluptuosidad de los caprichos compartidos por placer; a sabiendas que esa posesión no le permitía tener acceso a otras partes mucho más oscuras de la vida de Elodie, cuyo abandono también era una forma de cadena, para ambos-, Marc comenzó a fotografiar a su antigua compañera de internado mientras ella todavía dormía, sin luz artificial, sin focos, apenas iluminada con los primeros reverberos del alba, cubriendo su figura con el níveo velo de una divinidad yacente, proclamando en silencio el misterio intacto de la belleza, el deseo y la transmisión de la vida.Sorprendido él mismo por los resultados de su trabajo, en blanco y negro, Marc propuso a Elodie repetir otras sesiones fotográficas menos improvisadas, los atardeceres que lo permitiera su trabajo -cuando comenzaba a concluir la aventura del viaje neoyorquino, que pronto tocaría a su fin-, intentando aprovechar el tiempo esquivo de la caída del día recluidos en aquella diminuta habitación transformada en improvisado estudio. Profesional meticulosa, ella misma, Elodie tocaba ligerísimamente sus cejas, se maquillaba los labios y fumaba un cigarrillo sin filtro; mientras Marc cargaba su cámara y se disponía a disparar el obturador, acechando como un cazador furtivo la presencia inmediata de su presa, cuya iluminación repentina lo obligaba a precipitar sus disparos. Descartado el artificio de ninguna puesta en escena, la fugacidad de la luz pronto cubría las sábanas y el cuerpo de la modelo con los crespones de sus sombras. Emasculado, el cazador quedaba a solas con su captura, mortal, violada e intacta, de alguna manera; ya que la figura perseguida había desaparecido y el cuerpo que recobraba su titubeante libertad era el de una víctima solitaria, un animal herido, en la agonía, perdida el aura de Diana, en el instante en que la diosa invita al cazador a seguirla hasta el bosque donde él se pierde y ella desaparece… Dark Lady.
● Ava Gardner y mi fotógrafo.
● Horst, Avedon, Newton, Bourdin y mi fotógrafo.
● Dark Lady.
● Fotografía en este Infierno.
Es un punto de vistq muy mqsculino; pero… tiene su akel, Mr. Q.
Mme. Marie…
Madre del Señor… «punto de vista masculino«… ¿como podía ser de otro modo..? en verdad, me gustaría pensar -vaya usted a saber- que se trata de algo más hondo que «punto de vista», aunque tratándose de un fotógrafo…
Q.-