Homenaje a Turner, 1979. Óleo/lienzo, 60x73cm.
Se trata de una muestra de respeto hacia Gaya, hacia Juan Manuel, incluso hacia mí mismo. Really.
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GAYA, BONET Y LA GRACIA DE MIRAR
Entre quienes contribuyeron al inconcluso rescate de la figura de Ramón Gaya (Murcia, 1910 – Valencia, 2005), recordando con insistencia, durante mucho tiempo, el puesto central de su obra en la historia de la pintura del siglo XX, Juan Manuel Bonet ocupa un puesto muy especial, por el tesón de su trabajo, muy prolongado en el tiempo, la calidad muy incisiva de sus puntos de vista, y la importancia sin duda excepcional de sus iniciativas museísticas personales.
Una copa de agua (Museo Ramón Gaya, Murcia) es la historia muy parcial de tal aventura individual, indisociable de la obra siempre en marcha de Bonet, como historiador, investigador, degustador, biógrafo, coleccionista, “arqueólogo”, director de grandes museos nacionales, y finísimo hombre orquesta de grandes aventuras de rescate, recuperación y reinterpretación de personajes y movimientos, olvidados, proscritos, desconocidos, indispensables para la reescritura en curso de la historia del arte del siglo XX.
En definitiva, la entrada consagrada a Ramón Gaya en el magistral Diccionario de las vanguardias en España, 1907 – 1936 de Bonet es una luminosa biografía mínima, que tiene una ventaja capital: reinstala la obra de Gaya en el corazón de las luminosas convulsiones que cambiaron de rumbo la historia del arte de nuestra civilización.
Bonet ha recordado en muchas ocasiones la ruptura personal de Gaya con tal proceso fáustico se consumó en París en 1927 (¿?), tras una legendaria exposición de tres pintores murcianos (Gaya, Flores, Garay) inmortalizada por una crónica de Corpus Barga. Una copa de agua nos ayuda a fijar definitivamente los grandes jalones del regreso, la recuperación y reinstalación de Gaya, pintor, sin duda, entre los más altos, pero crítico de arte, también, poeta y escritor de una finura única, todavía mal explorada. La poesía de Gaya se cruza, por momentos, con la obra de Luis Cernuda y María Zambrano. El ensayo de Gaya sobre Velázquez es uno de los libros más indispensables que se han escrito jamás sobre el gran arte español.
CONTRA LA POLUCIÓN ENDEMONIADA
Las primeras exposiciones españolas de Gaya, tras su retorno, en 1960 y 1978, permitieron reanudar un frágil diálogo, harto insuficiente, que todavía tardaría diez o veinte años en echar más sólidos fundamentos. La antológica de 1989, la apertura del Museo Ramón Gaya (1990), dirigido desde entonces, con mucho brío, por Manuel Fernández Delgado, los premios Nacional (1997) y Velázquez (2002) de Artes Plásticas fueron aldabonazos mayores. Se debe a Juan Manuel Bonet la iniciativa personal de las dos más grandes retrospectivas consagradas a Gaya, nunca, en museos nacionales, en el Ivam (2000), comisariada por Andrés Trapiello, y en el Reina Sofía (2003), comisariada por Enrique Andrés Ruiz.
Bonet ha participado en muchas otras actividades, museísticas, expositivas, editoriales, familiares, personales, y hasta secretas y todavía mal conocidas, relacionadas con el rescate y reinstalación de la obra de Gaya más allá de las historias oficiales y por escribir de la pintura contemporánea. A través de las siete entregas de Una copa de agua –fechadas entre 1988 y 2006–, escritas con muy distintos motivos, pero prodigiosamente unitarias en el recto camino de la exaltación crítica de una obra singular, como muy pocas, entre las de sus contemporáneos, Bonet ofrece finísimas calas indispensables para explorar gozosos misterios pictóricos, estéticos.
Entre muchas otras facetas por explorar en la obra escrita y pictórica de Gaya, Bonet deja caer, de pasada, la hondísima relación con otras personalidades esenciales, como Simone Weil, y el Gaya que dialoga con Bergamín y Zambrano de las cosas de la vida espiritual, tan próximas a la mística carnal de Santa Teresa. Con la elegancia suprema del flaneur calladamente snob y atormentado, a un tiempo, Juan Manuel nos descubre maravillosos paisajes y horizontes inexplorados, que estaban ante nosotros y nosotros no los veíamos. Esa copa de agua que da título a sus trabajos de la más pura orfebrería crítica viene de Gaya, que la toma de Velázquez. Su luminosa transparencia diamantina nos enseña lo único esencial: aprender a mirar con nuestros ojos, mortales, si somos capaces de limpiarlos de las polvorientas telarañas de la polución audiovisual.
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- Blog Ramón Gaya.
- Ramón Gaya y el destino de la pintura.
- Velázquez, Ramón Gaya y la comunión de los hombres libres.
- Ramón Gaya en este Infierno.
Homenaje de Picasso a Max Jacob y mío a Picasso, 1989. Óleo / lienzo, 54×65 cm.
Gracias por ocuparte de Ramón Gaya. Gracias también a Juan Manuel Bonet. Un abrazo.
Muy de acuerdo con reivindicar a Juan Manuel Bonet.
Habrá que recordar que durante su dirección del Reina Sofía se preocupó de organizar exposiciones de gente como Ponce de León o José Manuel Aizpurúa.
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Gracias a Juan Manuel Bonet, pero también muchísimas gracias a Andrés Trapiello, a Ely Sánchez Rosillo, a pepe Rubio, Pedro García Montalvo, a Juan Pedro Quiñonero y a tantas almas de buena voluntad que saben aún mirar y ver limpiamente.
JB
Alfaraz, Juan Ballester,
… Alfaraz,
Te confieso una cierta alegría en ese rosario de complicidades.
… Juan Ballester,
Qué decir que tú no sepas mejor que yo. Otra gran cosa de Gaya: alimenta la ilusión de una cofradía, una fraternidad. Abrazos,
Q.-