Quim Monzó recuerda el centenario de Mercè Rodoreda con una bocanada de aire fresco y purificador.
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Yo lo diría con más amargura y crudeza, quizá; pero el tono de Monzó me conviene perfectamente:
[ .. ] No me cabe en la cabeza que durante lustros su literatura haya vivido en el purgatorio porque tocaba menospreciarla. [ .. ] Con los años, he ido descubriendo que, en el mundillo literario, pocas veces se dicen las cosas como son. Se dicen como interesa para mermar a tal persona o situar a tal otra en la posición deseada. A menudo se ensalza a un autor no porque crean que deba ser ensalzado, sino porque, al ensalzarlo, menosprecian a otro. Y así. Todo eso, siempre sobre la base de intereses escasamente literarios. Los méritos literarios importan poco. Importan poco cuando los mandarines son marxistas, importan poco cuando los mandarines son conservadores e importan poco cuando lo que seduce a los mandarines es la pose del autor, su aura, que sea maudit, no el texto en sí. Yo, entonces -a finales de los setenta-, era un pipiolo y todo eso aún no lo sabía. Y, a medida que lo he ido aprendiendo, más y más grima me da el mundillo literario. Tampoco es que crea que los demás mundillos (el teatral, el cinematográfico, el de los artistas plásticos…) sean mejores, pero yo vivo en el literario, y por eso sé más de sus miserias que de las miserias de los otros. [La Vanguardia, 14 octubre 2008. Quim Monzó, Cuánta, cuánta pose…].
maty says
Quim Monzó no suele cortarse cuando escribe sobre la dictadura maoísta que impone su ley en la cultura escrita en catalán.
Pero, agradecería públicamente que también se posicionase contra los desmanes sistemáticos de los nacionalistas excluyentes catalanes. Ahí es más prudente.
Aquí tiene material para una buena columna denuncia. Pero claro, escribe en La Vanguardia, y todo tiene un límite.
lavozdebarcelona.com
Antes en árabe que en castellano
=> Imagen de la carta 20081014creixell.jpg
Tal vez Baltasar Porcel se anime a escribir al respecto, pero dúdolo.