“La artista donostiarra Esther Ferrer gana el Nacional de Artes Plásticas por su trayectoria en el ámbito del arte de acción y su presencia internacional…”
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Madre del Señor… me crucé por vez primera con Esther Ferrer en Pamplona, hace siglos. Luego nos hemos cruzado muchas veces, ya en París. Ella sigue dando guerra. Recuerdo con cariño aquella cronicuela mía sobre ella y los ZAJ, publicada en el difunto INFORMACIONES de las Artes y las Letras del 6 de julio de 1972:
ZAJ ES UNA RUINA
Juan Hidalgo, Walter Marchetti y Esther Ferrer integran desde hace algunos años el grupo ZAJ. Todavía recuerdo sus primeros y escandalosos «conciertos» en Madrid. En Pamplona fue como retornar a unos viejos tiempos.
Ustedes imagínense que leen en un periódico: «Concierto a cargo del grupo ZAJ». Y se disponen a escuchar, por enésima vez, sus musiquillas, tan propias para buenas digestiones. Y usted decide asistir al concierto y matar así la acidez de estómago entre las ruborosas melodías de un Mozart pasado por el agua infectada de la buena conciencia de protocolarias -cuando no inexistentes- virtudes. Pero los ZAJ…. ¡ah, los ZAJ!
Este trío de solapados terroristas le sacudirá el vientre dolorosamente; su digestión será imposible, y a cambio sólo recibirá las monedas sin marcar del azar, el silencio, el vacío, multiplicándose en un escenario que se torna representación de los destinos del Universo.
No en vano Juan Hidalgo se declara hijo de John Cage y nieto de Marcel Duchamp. ZAJ ha renunciado a las palabras, a los sonidos, al arte… no en nombre del «antiarte» -otra etiqueta consoladora-, sino en nombre de la nada, de la pura representación, de la geometría, la comunicación de un «secreto» entre los actores, que se iban colocando con pulcritud, cuando quedaban libres de su discurso, para volver a reabrirlo, mientras los actores-espectadores insistían en modificar la creación apoyándose de nuevo en la violencia.
Hemos indicado hace unas líneas el hecho de que en este «cuadro» vino a jugar un papel importantísimo la palabra, cosa que hasta el momento no había aparecido, siendo esta la primera nota “concertística” (sic) de la sesión, que halló más concreción en el último cuadro de la noche, el denominado «Mandala», que consistió en poner sobre una mesa en el escenario naturalmente vacío una vela encendida, mientras todas las luces del local se apagaban y un ruido ensordecedor era emitido por los altavoces, produciendo una conmoción física e intelectual en el espectador.
Este último acto de ZAJ fue un colofón demasiado efectista, quizás, y sería de lo poco que censuraríamos al conjunto, no obstante suponiendo la culminación musical real de la reunión.
En ZAJ pasaron otras muchas cosas. Parte del público, los menos, llegaron a la grosería verbal. Otros se salieron del concierto, perdidas sus coordenadas clásicas. Algunos espectadores subieron al escenario en busca de folklore y fueron arrojados del escenario por otros espectadores que comprendían el acontecimiento o creían comprenderlo. A otros, les desagradó la intervención del público en el ZAJ, no llegando a darse cuenta exacta de lo pretendido. Etc.
ZAJ pasó por Pamplona mientras los Encuentros continúan vibrando. En la mente de muchas personas que lo hayan presenciado quedará el recuerdo, como olvidarlo. Lástima que sólo quede eso.
En cierta medida, quizá sea posible decir que ZAJ ha fracasado. Si. Solamente habrá dejado la huella absurda y desesperada de los cuerpos vagando, atormentados, doloridos, sin sentido ni fin, en un escenario vacío donde se cumple la representación de la existencia. Un desastre. Otro desastre. Sin cesar comenzando.
Los músicos, los aficionados al arte, los románticos, los buscadores de chucherías culturales, quedarán siempre decepcionados con ZAJ: porque ZAJ no propone nada, porque ZAJ no consuela de angustias, ni de soledades, ni de amarguras. Porque ZAJ no inventa paraísos artificiales, porque ZAJ no nos instala en un futuro maravilloso, porque ZAJ no recurre a los laberintos de la moral, porque ZAJ no es un «alka-seltzer» para el espíritu (quizá, sí, tenga algo de vomitivo…), porque ZAJ no encubre metafísicas ni pensamientos lógicos, porque ZAJ no se reconforta con promesas ni con chistorra. ZAJ es la ruina del arte. ¡Avanti..!
En Pamplona los ZAJ no causaron el escándalo de tiempos mejores. Incluso anónimamente, durante la representación, parte del público silbó himnos libertarios para matar el aburrimioento. En mi caso, los ZAJ siempre me conmueven. ¿Y quiénes son ellos? Repito: Juan Hidalgo, Walter Marchetti y Esther Ferrer.
- Arthur C. Danto, Zaj, ruina del arte y tráfico de almas muertas.
- Arte en este Infierno.
EstherFerrer, by Tejederas / EFE.
Esa cara y esa pose me ha traído el recuerdo de Angel Pavlovsky.
J.Moreno,
Hombre, tampoco es eso… con todos los respetos,
Q.-
Querido Juan Pedro:
Y tanto que no es eso.
Tengo en la mano el catálogo de la expo que, hace 12 años, dedicó el Reina a los Zaj. Recordaba bien dos cosas: la primera acción del grupo: el traslado de varios objetos de madera de chopo desde la calla Batalla del Salado hasta la Avenída de Séneca y la segunda el recuadro con tu artículo (veo ahora la página: 155). Leído en el blog, aggiornado en cuanto a la tipografía y desaparecido el fondo amarillento, tengo la sensación de que puede leerse de manera distinta. No sé qué pensarás tú. Ni Juan Manuel del suyo.
Pasa buen domingo,
P.D. Caína tendrá lo suyo pero, partout cuisent des fèves. ¡16 votos de diferencia!
Querido Miguel,
Hombre… si recuerdas, Juan Manuel y Carlos Alcolea (en Gloria lo tengo) eran algo así como «jefes de prensa» de todo aquello… por mi parte… no sé qué decir: NO reniego de lo que yo era (distribuyendo panfletos literalmente subversivos… ¡hasta intervino la Guardia Civil..!) y entusiasmado con locuras como aquella… tras una prosa un poco titubeante y pedregosa, casi todo estaba dicho, que hoy leo desde su anverso, pero con el cariño intacto por todo lo que fuimos. También me emociona un poco que Esther siga en sus trece, como Dios manda. Qué quieres que te diga que tú no sepas mejor,
Q.-
Cualquier tiempo pasado fue tan mejor que ya hasta Ester Ferrer nos parece maravillosa. Oh tempora!!! JUanpedro, resultas convincente cuando te da sentimental…
Enrique,
Hombre… lo mío es Ramón Gaya, claro. Pero Esther y yo nos conocemos desde hace siglos y siempre recuerdo con cariño aquella locura de los Encuentros de Pamplona… el único libro que se escribió sobre aquel invento fue cosa mía: fuí yo quién lo encargó y pagó… ahora se encuentra en internet a precios astronómicos, cuando se encuentra… ¡han llegado a pagar hasta 1.500 euros…!!! Cuando mi antigua profe de alemán me dijo que había descubierto a Esther… me dije que el mundo es un pañuelo, oye,
Q.-