Puesto en perspectiva, a través de más de un centenar de obras, representativas de todas las etapas creadoras de su vida, el legado definitivo de Vassily Kandinsky se percibe muy alejado de su puesto convencional en la historia del arte del siglo XX.
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Kandinsky, huellas de su mano. Acuarela, 1926
Autor, quizá, de la primera acuarela no figurativa de la historia de la pintura, Acuarela abstracta (1910), patriarca -entre otros- de la abstracción absoluta, Kandinsky comienza a alejarse vertiginosamente del canon tradicional de las vanguardias. Y esta exposición (1), comisariada por Christian Derouet, Annegret Hoberg y Tracey Bashkoff, permite comprender varios capítulos esenciales del proceso en curso de reescritura de la historia del arte contemporáneo.
Las obras “menores” del inestimable legado de Nina Kandinsky nos recuerdan el punto de partida original. Tras haber descubierto la pintura moderna, en San Petesburgo, a través de un Almiar de Monet, el jurista que se sentía poseído por la llamada espiritual del gran arte (indisociable, desde siempre y para siempre, en su caso, a la religión y la mística) comenzó siendo un pintor poscezanniano, muy en la estela de Pierre Bonnard. Un pintor “retiniano”, para quien los pigmentos de color son el agua virginal donde moja sus pinceles el artista.
EL GIOTTO Y LOS PRIMITIVOS RUSOS
No es un secreto que, a través de los viajes (Paris, Munich, Moscú, Weimar, Berlín, París, etc.), su frecuentación apasionada de todos los ismos, la mítica fundación del Blau Reiter, Kandinsky buscaba un camino propio entre esa vorágine de escuelas, devorándose las unas a las otras (Proust dixit). Su aspiración a un racionalismo supremo encontraría en la Bahuaus la escuela y el entorno que le permitieron escapar, hoy, lo sabemos, a todas las vanguardistas oficiales, dialogando con Klee y Schonberg, sus hermanos de aventura estética y espiritual.
Kandinsky anhelaba romper con los cánones no menos difuntos de la historia del arte occidental, desde el Renacimiento. Pero la suya no era una pretensión “rupturista”. Bien al contrario. Kandinsky aspiraba a la comunicación espiritual con la materia, como el Rilke de dos míticos poemas escritos en Ronda. Sus modelos, su acción, su proyecto, no fueron la “derogación”, “ruptura” ni “condena” de la cultura, como podía ocurrir con las escuelas dadaístas. Sus modelos eran -como esta retrospectiva muestra de manera deslumbrante- el Giotto y la iconografía religiosa de la vieja Rusia cristiana ortodoxa.
Laviemelangée, 1907.
Cuando la pintura y casi todas las artes se precipitaban en la hoguera pública de las vanguardias, Kandinsky intenta “salvar lo esencial”: aquello “espiritual” (Kandinsky recurre de manera obsesiva a la terminología de los místicos cristianos y orientales) que es, a su modo de ver, la esencial moral del gran arte, el “alma del mundo”, en la terminología de Goethe y Juan Ramón Jiménez, el primero en invitarnos a reconstruir la difunta “arquitectura espiritual de España”.
Solitario defensor -con Klee y el mismo Schoenberg- de la naturaleza espiritual del arte y del mundo, Kandinsky aspira a abolir la figuración tradicional en la historia de la pintura. Pero el suyo no es un rechazo materialista, angustiado, nihilista, como ocurre con la tradición que culmina en Pollock. Bien al contrario. Sus “improvisaciones” son laboriosas e incansables exploraciones de un universo espiritual que él mismo relaciona con la búsqueda del “espacio interior” de Rilke. Kandinsky no sueña con destruir ningún orden de ningún tipo (como pretendía Dada y otras vanguardias). Él aspira a iluminar un mundo nuevo.
DUCHAMP Y LA MATERIA ESPIRITUAL
Uns trägt kein Volk. Aber wir suchen ein Volk, escribiría Paul Klee: Ningún pueblo nos apoya. Pero nosotros buscamos un pueblo. Kandinsky lo repite una y otra vez. La pintura es una tarea eminentemente espiritual, cuyo “objetivo” es la revelación de un mundo, un orden, nuevo, purificado, liberado del infierno histórico, reconciliado con el espíritu y el alma que el arte hace visible. Desde esa óptica, se comprende mejor el hondo diálogo subterráneo de Kandinsky y Marcel Duchamp -que fue uno de los valedores de su instalación definitiva en Francia.
Abandonados los objetos muertos del ready made a su oscuro destino irónico, Duchamp se consagra a su obra íntima y última, Étant Donnés (1946 – 1966). La obra de arte es un misterio que ilumina nuestra vida interior. Las líneas y colores de Kandinsky son archipiélagos y constelaciones que iluminan y salvan el destino de la condición espiritual de la línea, el punto, los colores, la tierra virginal de la pintura, en cuarentena.
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(1) Kandinsky, Centre Georges-Pompidou, París. Hasta el 10 de agosto.
- Kandinsky, tras las huellas de lo espiritual desterrado.
- Arte en este Infierno.
Curvadominante, 1936.
MMarie says
Bella y colorida historia, Mr Q.
Enrique M. F. says
Grande Kandinsky, grande su glosador.
JP Quiñonero says
Mme Marie, Enrique,
… Me Marie,
Si. M K. tiene mucho color. Además de otras cosas…
… Enrique,
Te debo un copazo de algo rico…
Q.-