Vauvenargues, 15 abril 2006. Foto JPQ
Coincidiendo con el L aniversario de la instalación de Pablo Picasso en el castillo de Vauvenargues podrá visitarse temporalmente su tumba, mientras dure una exposición excepcional Picasso – Cézanne (Museo Granet de Aix-en-Provence), que plantea en sus orígenes últimos la importancia que tienen en la vida y obra de dos genios una montaña y una geografía sagradas.
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LOCURAS DE GENIOS
De las relaciones entre Picasso y Cézanne, el primero dijo todo lo esencial en sus conversaciones con Brassai: “¡Cézanne…! ¡Fue mi único maestro! Sus cuadros me han acompañado toda la vida. Los he estudiado durante años y años”.
La todavía reciente exposición consagrada a las relaciones de Picasso con muchos de los grandes maestros del arte de nuestra civilización ya recordó que, en verdad, Picasso tuvo muchos “maestros”: Rembrandt, Velázquez, Goya, etc. [Picasso, caníbal, minotauro, demiurgo]. Pero es cierto que Cézanne tuvo para él una importancia muy particular, bien conocida y estudiada por los especialistas.
Conociéndose todos los detalles esenciales, sin embargo, quedaba por historiar, en cierta medida, un aspecto íntimo de esa relación, tan esencial en la historia del arte: el puesto que la montaña de la Sainte-Victoire tiene en la vida y la obra de los dos grandes maestros.
MONTAÑA MÍTICA
Todos los biógrafos han subrayado, en alguna ocasión, las discusiones de arte de Picasso con amigos y marchantes. Con uno de ellos, entre los más grandes, Daniel-Henry Kahnweiler, historiador, crítico, coleccionista y marchante de genio. Kahnweiler y Picasso hablaron en muchas ocasiones de Cézanne. Y en esas conversaciones volvía, con frecuencia, la legendaria serie de obras consagradas por Cézanne a la mítica montaña de la Sainte-Victoire (Mont Venturi, en occitano / provenzal), el macizo calcáreo de la Provenza.
Hasta que un buen día, Picasso cogió el teléfono para anunciarle a Kahnweiler: “Me acabo de comprar la Sainte-Victoire”. Profesional impasible, tras unos segundos de duda, Kahnweiler se limitó a preguntar: “¿Cuál de ellas?”. Eufórico, Picasso respondió: “¡La auténtica…!”.
Vauvenargues, el pueblo, visto por Picasso.
Picasso se acababa de comprar el castillo de Vauvenargues, antigua morada familiar de Luc de Clapiers, marquis de Vauvenargues, escritor y moralista del siglo XVIII, situado en la falda norte de la Sainte-Victoire, dominando la pequeña ciudad del mismo nombre, a quince kilómetros cortos de Aix-en-Provence, la gran ciudad provenzal, patria de Cézanne, que hizo el peregrinaje artístico Aix-Sainte-Victoire en incontables ocasiones.
De entrada, la compra de Vauvenargues fue percibida por familiares y amigos de Picasso como una locura del genio. El castillo es una gigantesca residencia, fría, inhospitalaria, de difícil acceso, mal comunicada. Picasso rechazó todas las críticas con un gesto olímpico: “Cézanne ha pintado esa montaña. Yo soy ahora su propietario”.
Picasso solo pasó dos años en Vauvenargues, con Jacqueline, la última de sus mujeres, consagrada a un anciano con achaques con una devoción que rayaba la demencia de amor. Picasso decidió trasladar al castillo todas sus colecciones de arte personales, sus escritos, sus papeles, sus incontables obras en marcha, convirtiéndolo en una suerte de Castillo de Barba Azul, donde atesoró sus fabulosas riquezas artísticas. Pero pronto decidió que, a su edad, aquel castillo tenía muchos inconvenientes. Y se marchó a otra encantadora ciudad no muy lejana, ya en la Costa Azul, Notre-Dame-de-Vie, donde murió.
PERSPECTIVA MÍTICA
En Notre-Dame-de-Vie, Picasso vivió junto a un antiguo templo griego, consagrado a las divinidades del lugar. A su muerte, Jacqueline tomo ella sola la decisión crucial: trasladar a Vauvenargues sus restos mortales. Y darles sepultura al pie del castillo, en la falda de la Sainte-Victoire cezanniana, que también tiene mucho de monte sagrado, como otras montañas próximas, glosadas por Heidegger en sus conferencias sobre los orígenes del arte.
Durante décadas, Catherine Hutin, la hija de Jacqueline y Picasso, prefirió preservar Vauvenargues del turismo de masas, consagrada a la reconstrucción del castillo, y su lenta transformación en fundación y lugar de peregrinación. Con motivo de la inauguración de la gran exposición Picasso – Cézanne, en el Museo Granet de Aix-en-Provence, la heredera de Jacqueline y Picasso ha aceptado abrir Vauvenargues, excepcionalmente, durante todo el verano.
Más de un centenar de obras ilustrarán cuatro temas mayores en esa magna exposición de Aix: “Picasso mira Cézanne”, “Picasso colecciona Cézanne”, “Temas y objetos contemplados por Cézanne y Picasso” y “Picasso se aproxima Cézanne”. Vauvenargues y la Sainte-Victoire son la perspectiva mítica, incluso sacra, de esa fabulosa historia esencial del arte moderno.
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- Pascua de resurrección (1). Ariadna y la fecundación.
- PdR (2). La Sainte-Victoire, la polución y los santuarios de la Luz.
- PdR (y 3). Los genios de la tierra y la lluvia ácida.
- Revelación de un amor glorioso de Picasso.
- Arte en este Infierno.
Picasso contempla Madame Cézanne, de C.
José Julio Perlado says
Gran artículo, grandes ilustraciones, gran información como siempre. Cézanne y la montaña, a la que alguna vez me referí.
Felicitaciones. Abrazos.
JJP
Enrique M. F. says
Informar y deleitar. Una vez más, enhorabuena, Q.
Un lector agradecido.
JP Quiñonero says
José Julio, Enrique,
… José Julio,
Gran Generosidad, la tuya, siempre, que tanto te agradezco.
… Enrique,
Gratitudes muuuchassssssssssssssssss…
Q.-
Robert says
Me lo gustó mucho. No sabía que Picasso fue admirador de Cézanne. Leí tambien el artículo de JJulio.
JP Quiñonero says
Robert,
Aquí nos tienes… tan contentos,
Q.-
yoshiro tachibana says
No me exraño que Picasso admiraba las obras de Cezanne. Como dice él es el padre de la pintura moderna sin duda.Todos nosotros aprendemos de él.
JP Quiñonero says
Yoshiro,
Claro, claro,
Q.-