“Cicatería y envilecimiento”… en materia de escritores, crítica literaria y periodismo.
[ .. ]
Tras el dolorido estupor del primer día y la última salva de hoy, ABC, 28 mayo 2009, Rafael Conte. In Memoriam, vuelvo a leer, ordenar y recoger testimonios, palabras, recuerdos…
Cicatería
Constato con cierta perplejidad la racanería del tratamiento que la prensa ofrece de ciertos escritores que han sido esenciales para entender lo que, para bien o para mal, ha sido nuestra cultura.
El caso de Rafael Conte, crítico referencial para dos generaciones. La mayoría de los escritores menores de sesenta años le deben en gran parte el encumbramiento de que gozan en la actualidad. Ni una sola referencia por parte de alguno de ellos. Triste, cicatero… lo dejamos así porque es preferible esto a referirse con certeza y justicia a alguna clase de envilecimiento. Si nos referimos a la reacción de sus colegas la cosa es aún peor. [ .. ] [Juan Ángel Juristo, 25 mayo 2009, Cicatería].
[ .. ]
Guárdame el sueño
Juan Ángel Juristo
Conmovido por la noticia de la muerte de Rafael Conte me han surgido de golpe una serie de recuerdos atropellados que, sin embargo, me hablan de la muerte, por ausencia, de un maestro. Esto no es algo que se dice por obligación, sino que surge de cierta comunión espiritual de pocas certezas pero bien halladas. Una de ellas, desde luego, es la de la constatación de que desde hace muchos años echamos en falta, para bien y para mal, la presencia de los maestros. Recuerdo una vez en que le preguntamos, jóvenes chocarreros, quién sería su sucesor en la crítica española. Nos contestó que nadie porque los tiempos habían cambiado y ya no había críticos referenciales a los que acudir. Yo, entonces, pensé en el reciente éxito de Harold Bloom, fue en los tiempos en que se hablaba de su libro sobre el canon, y me di cuenta de que le sobraba toda la razón. Lo dijo de otra manera, a su magnífica manera, Natalia Ginzburg cuando en los años setenta se hablaba de la ausencia de un gran crítico: ¿cómo echáis de menos la figura de un crítico cuando habéis expulsado de vuestra arcadia del imaginario la idea del padre? Nosotros, los de mi generación, que desconocíamos en gran medida este tipo de debates habidos en Europa tuvimos la suerte, por carencia, de tener un crítico referencial, y este fue Rafael Conte desde las páginas del suplemento cultural de «Informaciones», aquellas páginas amarillas donde escribía Pablo Corbalán, un joven Conte que nos hablaba de las últimas novedades de París, claro, pero también de algo más preciado, de lo que estaba cociéndose en Latinoamérica, y un muy joven, casi un infante, Juan Pedro Quiñonero. Con Rafael aprendimos el modo de mirar a García Márquez, nos enseñó el juego cortaziano, el lado flaubertiano de Vargas Llosa, hizo que nos acercáramos a otros mundos, a otras figuraciones, desde Yourcenar a Miguel Torga. Nos educó de la manera más noble y bella que hay de educar, nos estimulaba para que gozáramos de mundos nuevos, inexplorados, en un ámbito del lenguaje español que desconocíamos en nuestra tierra, un lenguaje lleno de tensión y violencia, que era el lenguaje de los escritores latinoamericanos. Luego vinieron los años y la deuda se diluyó en una respetuosa camaradería, pero el magisterio queda y uno lo echa de menos en momentos como éste, momentos irrepetibles porque lo que se nos va es irremplazable. Gracias, Rafael, por haberme guardado el sueño durante años. [ABC, 23 mayo 2009. Juan Ángel Juristo, Guárdame el sueño].
[ .. ]
Orientador del gusto literario
Santos Sanz Villanueva
Cuando el crítico literario Rafael Conte recapituló en El pasado imperfecto (1998) su trayectoria intelectual y profesional desde los años 50, la encabezó con una cita de Ernest Renan: «On ne doit écrire que de ce qu’on aime». Aunque no pudo cumplir del todo ese ideal porque tuvo que hacer periodismo de redacción en varios medios (El País y El Sol; también escribió en Abc) y corresponsalía en París para Informaciones en los años 70, lo mejor de sus capacidades lo dedicó a escribir sobre lo que amaba, su vocación, su pasión y su vida toda: los libros.
Zaragozano de nacimiento, formado en su Navarra adoptiva y periodista cultural por inclinación, Conte tuvo un primer protagonismo en Acento cultural, la revista del SEU, el sindicato universitario falangista, que aglutinó al realismo socialista madrileño. En ella sustituyó como redactor jefe a Isaac Montero (con quien mantuvo una intensa y conflictiva amistad hasta la reciente desaparición del novelista) cuando la publicación había tomado una deriva izquierdista y comprometida.
Luego dirigió otra revista de la misma órbita, Aulas, y su gran momento lo vivió como crítico del suplemento literario de referencia de los amenes franquistas, Informaciones de las artes y las letras. Bajo la dirección de Pablo Corbalán, y con la imprescindible ayuda del revulsivo Juan Pedro Quiñonero, en esas páginas hizo una valiosísima labor: difundió buena literatura extranjera, dio cancha a la polémica narrativa del boom hispanoamericano, acogió al exilio republicano y favoreció la narrativa joven y vanguardista.
No era entonces Conte un crítico convencional. Al igual que la propia persona, vitalista, no poco vehemente en sus juicios, el crítico, tan generoso como a veces caprichoso y empecinado, se apasionaba y apostaba. Sus opiniones tuvieron gran influencia. Fue receptivo con las voces más prometedoras (Guelbenzu) y se hizo eco de experimentalistas como el Kafka español, el efímero J. Leyva. Aquí el periodista y propagandista se imponían al lector templado que Conte era, pues lo que de verdad le gustaba, y le colmaba, era la literatura clásica, sobre todo la novela del XIX y en especial la de su segunda patria, Francia. Ese activismo le llevó también a preparar la antología Narraciones de la España desterrada (1973), trabajo pionero en el rescate del exilio postergado o prohibido.
Hizo también Conte modestas incursiones en la prosa narrativa (Yo, Sade) o ensayística (Robinson o la imitación del libro), y frecuentó la traducción. Son actividades complementarias de su legado, una gran fe en la cultura literaria y humanística que, con el soporte de un conocimiento enciclopédico y un sustancial buen criterio, le movía a difundir unos valores que consideraba sustantivos para el progreso social.
Por eso sus críticas, aunque no inocuas, eran sobre todo explicativas, y buscaban que el lector dispusiese de un apoyo para situarse ante el autor y el libro comentado. Con este planteamiento, un tanto heredero del liberalismo ilustrado, fue orientador del gusto literario en España a lo largo de varios lustros entre los finales de la dictadura y un trecho de los comienzos de la democracia.
Rafael Conte, crítico literario, nació en Zaragoza en 1935 y murió en Madrid el 22 de mayo de 2009. [El Mundo, Santos Sanz Villanueva, 24-05-2009 11:11. Orientador del gusto literario].
“Decíamos ayer…” “Buena parte de la cultura española está controlada y manipulada por sectas mafiosas”.
- Crítica literaria, Escritores y Personal en este Infierno.
Lo he leído siempre que lo he encontrado en los papeles, desde hace un montón de años. De muy pocos críticos puedo decirlo. No sabía nada, hasta tu despedida aquí, la mañana tras su muerte, de su faceta de ensayista, lo cual, en sí mismo, ya habla de hasta qué punto pasó esta labor suya desapercibida –ninguneada– por sus colegas. Leí el obituario de Masoliver Ródenas en La Vanguardia, otro crítico al que suelo leer. Termina diciendo algo que no tiene remedio: «su desaparición tiene que dolernos como todo aquello que ha marcado nuestras vidas y que de pronto perdemos con la sensación de no haber pagado debidamente la deuda contraída», pero tampoco recoge nada de sus libros, como no sea para decir que en sus memorias no habla de su vida personal… Tengo la horrible impresión de vivir entre «reductores» de cabezas y, claro, entre «cabezas reducidas», la mía una más…
Mercè,
Masoliver y Juristo apuntan y tocan con pinzas el problema de fondo, que yo abordo de manera un poco más directa: la miseria miserable de ese mundillo… lo dejaré ahí,
Q.-