Rambla Mossèn Jacint Verdaguer, Valldoreix-Sant Cugat, 23 agosto 2009. Foto JPQ.

Pan, vino, jamón, quesos, frutas…

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Carmen. ¿Qué pájaro es ese que da unos graznidos tan simpáticos?

Mª Àngels. Debe ser el espíritu de Baltasar, que está con nosotros.

Alexandre. Si. Él se hubiera divertido, con su ironía, incluso sobre sí mismo. Y sus cosas. Zapatero nos puso un telegrama.

Yo. No me fío de Zapatero.

Alexandre. Moratinos publicó un artículo muy bueno en La Vanguardia.

Yo. Tampoco me fío de Moratinos.

Alexandre. ¿..?

Yo. Son pájaros de cuenta. Tu padre era otra cosa. Cuando él habla de personajes bien inmediatos, como en Lola i els peixos morts, esa sociedad bien pensante no lo traga: les inspira miedo.

Alexandre. Algunos de los diálogos de sus novelas me recuerdan a Saul Bellow.

Yo. No, no. Todos los grandes escritores tienen algunas cosas en común, sin duda. Pero la obra de tu padre echa sus raíces en las tradiciones catalanas y castellanas. Su prosa lírica viene del Noucentisme, de Carner, de Rodoreda, en catalán; y, en castellano, viene de Gabriel Miró. Sus relatos urbanos (los que no traga la sociedad bien de Barna.) vienen, como el Pla de Nocturno de primavera, de Valle Inclán y del esperpento.

Mª Àngels. Y de Baroja.

Yo. Claro, claro. Pero hay otros rostros por explorar de tu padre. Me entristece un poco la tiranía más o menos soft que ha intentado eclipsar o negar la importancia excepcional de su doble trabajo como ensayista y periodista. Ese periodista comprometido, con Pujol, por supuesto, jugó un papel muy importante, del que yo estaría orgulloso, como hijo. La fundación del Institut Català de la Mediterrània y el activismo de Pujol, de Solana y González, en la escena mediterránea, por aquellos años, le debe mucho a tu padre: a sus ideas, a sus artículos, a su obra, a su acción.

Alexandre. Vamos a publicar un volumen que será algo así como una antología, aunque al editor no le gusta la palabra antología.

Yo. La obra de tu padre es indisociable de un proyecto de construcción de Cataluña, como la de Pla.

Alexandre. ¿..?…

Yo. Nada que ver con la política inmediata. O algo muy hondo. La lengua, la casa del ser en la terminología de Heidegger, que tu padre terminó por citar muy a menudo, rotura la única tierra donde puede construirse una casa común para los hombres que aspiran a construir algo en común, una casa, un hogar, una patria. Toda la obra de tu padre, comenzando por sus elegías a su casa y hogar natal, pasa por ese trabajo de roturación y siembra de la tierra de su lengua, intentando construir algo, una obra literaria, que es algo así como un edificio espiritual, moral, un espacio público donde otros hombres encuentran la única sabia que puede redimirlos de la mera condición de cosas desalmadas, víctimas de las cosas económicas, materiales, incluso políticas, que destruyen a los hombres y los convierten en almas muertas. Tu padre volvió al libro de Gogol cuando trabajaba en su última novela, donde las fuerzas muertas de una cierta Cataluña cainita dialogan sin entenderse otras fuerzas inmateriales, espirituales. En esa dinámica de construcción y destrucción está hipotecado el destino de  Cataluña. Cuando escribí y le conté a tu padre todo eso, con motivo de su último libro, me llamó por teléfono y me dijo: “Me gustaría pensar que llevas razón, Juan Pedro”.

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