El crimen y el asesinato ocupan un puesto excepcional en la historia de la política. En nuestro tiempo, la legislación en delicadísimos terrenos morales “regula” en cierta medida el uso del suicidio como arma política arrojadiza.
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Al día de hoy, Aminatu Haidar, el padre de sus hijos y sus hijos (¿utilizados por sus como temibles arietes humanitarios?) parecen dispuestos a utilizar contra Marruecos y España la huelga de hambre que conduce al suicidio, escudándose en la Ley básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, BOE, 15 noviembre 2002.
¿Violará el Estado su propia Ley para alimentar a Haidar? ¿Existe algún recurso jurídico que permita salvar el obstáculo formal?
Ante tan trágicos dilemas, algunos dirigentes políticos (Margaret Thatcher) han sido capaces de aceptar el suicidio de quienes intentaban modificar con una huelga de hambre las decisiones del Estado. En estos casos, el suicida y el hombre / mujer de Estado dan pruebas de un implacable temple moral.
Al día de hoy, la orquestación del temple moral de Haidar choca con las maniobras no siempre visibles y conocidas de dos Estados cuyos dirigentes parecen tener un temple moral a geometría variable.
- España, Sáhara, Marruecos, Argelia, Haidar, intoxicaciones sin cuartel.
- Sociedad, España, Magreb en este Infierno.
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