JPBelmondo & Jean Seberg, Campos Elíseos, verano 1959. Foto Raoul Coutard.
Retomo íntegra mi visión de la obra maestra de JLG.
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GODARD Y EL ARTE DE LA MIRADA
Cincuenta años más tarde, À bout de souffle quizá posea un aliento más limpio y puro que el día de su estreno, víctima, entonces, del gran arte de la intoxicación publicitaria de su autor, diáfana, ahora, y tocada con el gran arte cinematográfico que es el suyo, el de Grifftih, Jean Vigo o Alfred Hitchcock.
Desde hace medio siglo, la película donde se funda el arte y la leyenda de Jean-Luc Godard, ha sido parcialmente víctima de varias de mentiras difundidas por su autor, durante la magistral campaña del lanzamiento, el 16 de marzo de 1960, en cuatro cines parisinos (Balzac, Helder, Scala, Vivienne).
EXTREMA SOLEDAD
La monumental biografía de Antoine de Baecque, Godard (Grasset), permite restaurar algunas verdades esenciales para intentar comprender el puesto de esa película en la historia del cine: ¿Un rodaje improvisado? Todo lo contrario: el rodaje “tiránico” de un joven director trabajando en la soledad más absoluta, capaz de imponer su ritmo personal, saliendo al paso de la tradición inmediata del rodaje en estudio, sometido al imperio del productor. ¿Inexistencia del guión? Bien al contrario: una idea trabajada sin descanso, hasta las tantas de la madrugada, antes y durante el rodaje. ¿Inmadurez técnica? Exactamente lo contrario: un técnico excepcional trabajando a dúo con un fotógrafo de guerra, Raoul Coutard, maestro en el reportaje de guerra, en Indochina. ¿Montaje aleatorio? Una estupidez: Godard y Cécile Decugis trabajaron mucho y en extrema soledad…
Tras el rosario de mentiras propagadas parcialmente por el propio Godard, queda en el aire otra verdad incómoda para la leyenda oficial: JLG también fue un maestro consumado en el agit – prop y la guerra publicitaria, cuya lección magistral fue el lanzamiento de À bout de souffle.
LECCIONES ESENCIALES
Libre la película de la melaza publicitaria, asociada a las obras de otros grandes maestros de su generación, Les quatre cents coups (François Truffaut), Le beau Serge (Claude Chabrol), Hiroshima Mon Amour (Alain Resnais), sin olvidar las primeras películas de Éric Rommer, Jacques Rivette o Agnès Varda, À bout de souffle puede verse, al fin, como una obra maestra cuyas lecciones quizá sean hoy más esenciales que cuando se rodó, entre los meses de agosto y septiembre de 1959.
¿Por qué esenciales…? Porque restituyen a la creación cinematográfica, en general, y al director de cine, en particular, su puesto genuino en la historia del arte y las ideas estéticas, cuando la industria cinematográfica impone unas normas, códigos de conducta y obras que están muy alejadas del arte y la condición artística del director de cine, víctimas ella y él de una degradación miserable de su trabajo, su libertad, incluso su puesto en la historia general de la producción de obras artísticas.
Medio siglo después, quizá sea más fácil comenzar a comprender las tradiciones donde À bout de souffle echa sus raíces, y las perspectivas que esa obra, y la tradición que ella encarna, por sí sola, abren a la historia de su arte.
VIGO, BUÑUEL…
Godard lo repitió en varias ocasiones: en la historia del gran cine, con frecuencia, el reportaje puede enriquecerse con la ficción, mientras que la ficción puede enriquecerse con las técnicas del reportaje. Es el caso fundacional de À propos de Nice (1930), de Jean Vigo, y Tierra sin pan (1933), de Luis Buñuel. À bout de souffle fue premio Jean Vigo (1960), justamente. Y la película estuvo filmada con la técnica de un reportero militar, Coutard, curtido en la fotografía de escenas de guerra, en condiciones fatalmente improvisadas por una acción trágica.
Esa técnica, nada “improvisada”, si no asumida como un principio ético esencial (filmar escenas de amor o vida cotidiana, en una gran ciudad, con el rigor, la libertad y la “improvisación” forzada del reportaje en un campo de batalla), está asociada a la tecnología como las armas del samurai (Jean-Pierre Melville) a la lucha por la supervivencia del proscrito o el soldado de un ejército de sombras (Melville, siempre, protagonista de una secuencia memorable) que lucha por la supervivencia, en una batalla donde se juega el destino mismo de la libertad de todos los hombres, ya que están en juego las nociones de libertad, honor e identidad humana.
LIBERTAD PROFANADA CON IMÁGENES OBSCENAS
Hablando de Hiroshima, mon amour, Godard dejó caer su legendaria sentencia: “El travelling es una cuestión de ética”. Se trata de un principio cardinal: filmar comporta un arte, una ética y una estética de la mirada. Hay travellings obscenos (Pontecorvo filmando algunas escenas políticas, justamente). Y ese arte de la mirada, en acción, en movimiento, que comienza con Griffith, con Keaton, con Vigo, es el que Godard purifica recurriendo a la pericia técnica (cámara ligera, al hombro; película ultrasensible, de la tradición militar) para ofrecernos una obra luminosamente limpia, iluminando con pureza nuestra realidad profanada por imágenes obscenas, pudriendo nuestras almas. ABC Cultural, 27 marzo 2010. Godard y el arte de la mirada.
- Cine en este Infierno.
Enrique MF says
Q:
Godard, GODARD… Junto a algunas de su películas, he guardado el ejemplar del sabado de ABCD, para revisitarlo más veces en el futuro, sobre todo cuando arrecien el frío y la fealdad ahí afuera..
JP Quiñonero says
Enrique MF,
Bueno… ya nos contarás que te parecen las películas, vistas, de nuevo. Como dicen los críticos gastronómicos franceses, hablando de buenas direcciones… Godard, ça vaut le détour, si
Q.-
MMarie says
Bellq historia, Mr Q.
JP Quiñonero says
Mme Marie,
Bella película, si.
Q.-
Agencia Web says
Hace bastante tiempo me interesan esta clase de artículos, su temática, su estilo y utilidad, así que artículos como este son bienvenidos y consientes de un valor incalculable.
Saludos.