Faubourg-Saint-Honoré, 25 enero 2012. Foto JPQ.
Gracia y majestad de los amores muertos, los maniquíes y las princesas de una Venecia perdida en el bosque encantado del tiempo.
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El amor ido, el narrador de la Recherche advierte que la elección de los tejidos y los vestidos de la mujer amada, el último verano -Albertine-, ilumina la tediosa esclavitud de la dócil cautiva, convertida en maniquí de sonrisa triste y fatigada
“Il faudra que nous nous occupions bientôt de vos robes de Fortuny”, dis-je un soir à Albertine. Et certes, pour elle qui les avait longtemps désirées, qui les choisissait longuement avec moi, qui en avait d’avance la place réservée, non seulement dans ses armoires mais dans son imagination, posséder ces robes, dont, pour se décider entre tant d’autres, elle examinait longuement chaque détail, serait quelque chose de plus que pour une femme trop riche qui a plus de robes qu’elle n’en désire et ne les regarde même pas. Pourtant, malgré le sourire avec lequel Albertine me remercia en me disant : “Vous êtes trop gentil”, je remarquai combien elle avait l’air fatigué et même triste.
En attendant que fussent achevées ces robes, je m’en fis prêter quelques-unes, même parfois seulement des étoffes, et j’en habillais Albertine, je les drapais sur elle ; elle se promenait dans ma chambre avec la majesté d’une dogaresse et la grâce d’un mannequin. Seulement, mon esclavage à Paris m’était rendu plus pesant par la vue de ces robes qui m’évoquaient Venise. Certes, Albertine était bien plus prisonnière que moi. Et c’était une chose curieuse comme, à travers les murs de sa prison, le destin, qui transforme les êtres, avait pu passer, la changer dans son essence même, et de la jeune fille de Balbec faire une ennuyeuse et docile captive… [MP, Recherche… Tout avait péri de ce temps, mais tout renaissait].
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Las negritas son mías.
- París, Proust. Velázquez, la nuca de Albertine y la inmortalidad del alma.
- París, Proust. Victoria contra la muerte, en los Campos Elíseos.
- París, Proust. Charlus en la Concorde, antesala del Infierno.
- París, Proust. Gilberte, Albertine, Odette y nuestra crucifixión.
- París, Proust. La huida de las adolescentes en flor y la crisis.
- París, Proust. Albertine y los abismos de la pasión.
- París, Proust. El lunar de Albertine, frente al mar y en la intimidad.
- París, Proust. El dandi y la cortesana, ante a Notre-Dame.
- París, Proust. El salón donde se cruzan los vivos y los muertos.
- París, Proust. La belleza, niñas, mujeres y brujas.
- París, Proust. Botticelli y el cuerpo mortal y rosa de Odette.
- París, Proust. Piernas cruzadas y fantasmas nocturnos.
- París, Proust. El bosque de las amazonas.
- París, Proust. Poseer a Madame, al anochecher, frente al lago.
- París, Proust. La pastelería y el sexo.
- París, Proust. El claro de luna y la crisis de nuestra civilización.
- Quiñonero en el hotel sadomasoquista de Proust.
- París, Proust. Mme de Guermantes, el buqué de flores y la creación.
- París, Proust. El pie y las artes de la seducción y el placer.
- París, Proust. St.-Augustin y el Ángel de la historia.
- París, Proust. St.-Lazare, prodigios e infierno.
- París, Proust. Esquina nocturna, 2.
- París, Proust. Tentaciones e inseguridad.
- París, Proust, rutas de Fortuny y Sara Bernhardt.
- París, Proust, despojos de un jardín legendario.
- París, Proust, esquinas nocturnas y spleen.
- Paris, Proust, esquina nocturna.
- La casa donde Proust escuchó la Sonate de Vinteuil.
- Peregrinaje a Balbec – Cabourg.
- Fotografía y París en este Infierno.
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Teresa says
Guardo sus entradas de esta serie. No si si alguien ha escrito o fotografiado algo de esta altura, sobre Proust, precisamente. No se lo crea.
José Julio Perlado says
Grandes sombras, Juan Pedro, delicados perfiles, grandes penumbras, grandes matices asomando tras los cristales de los escaparates del tiempo proustiano recobrado esta vez gracias a tus fotografías. La «prisionera» de Proust es liberada a través de las imágenes, a través de las palabras.
Felicidades!
JP Quiñonero says
José Julio, Teresa…
José Julio,
Ayayay… Dicho todo eso, donde se ponga el tono canallesco de Weegee…
Teresa,
No solamente no me lo creo: diría que hasta lo sufro, perro callejero vagabundeando por esos mundos dejados de la mano de dios,
Q.-