El tufo beato a sacristía y marketing del entierro de Tàpies me hiere profundamente.
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Está todo: la ignorancia, el oportunismo, el beaterío, la apropiación de los despojos, el silencio sobre cosas esenciales, los hisopazos del marketing.
Hay otros Tàpies: invisibles y por historiar.
Recurriré a un solo ejemplo…. su legendario Calcetín.
La maqueta de ese proyecto me parece una obra bella o muy bella, una obra de arte genuina, que incluso pudiera hablarnos de la crisis, las crisis, en su precariedad y lejana referencia a los zuecos glosados por Heidegger.
La escultura -un encargo del Ayuntamiento de Barcelona, para el MNAC, en el Palau de Montjuic, en 1992- creo que ilustra bien las ambigüedades muy profundas de una parte considerable de la obra de Tapies.
El “vanguardista” realizando obras de encargo más que oficial… Su primer calcetín -de 18 metros de altura- tuvo muy mala acogida “popular”. Y fue víctima de los enfrentamientos entre el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat (cuyo presidente decoraba su despacho con otro Tapies, símbolo definitivo del artista oficial y oficializado: icono de “Estado”).
Su segundo calcetín (una versión más modesta, apenas, de 2.75 metros de altura) pasó a exponerse en la Fundación personal del artista.
El proyecto original -el calcetín pagado por los contribuyentes de Barcelona- ya me parecía conceptualmente penoso: la precariedad humana glosada con dinero público, a mayor gloria del artista “vanguardista”, cobrando su buen dinero a costa de su “reflexión” sobre la humana condición.
El proyecto final -el calcetín de la Fundación Tàpies- me parece mera glosa bizantina del artista vanidoso, creyendo que todas las formas que puede tomar su creación original pueden ser un reflejo de su genio. Pálido reflejo, en este caso: ese pie último nada tiene que ver con la maqueta de la iluminación original. Su mera existencia y exposición ya es un patético reflejo de las peores tentaciones del artista: creer que su creación puede sobrevivir a las subvenciones y la nadería del arte pompier de su tiempo, convirtiendo la creación en espejo de vanidades y tesoros que se cuentan en monedas de curso legal, atesoradas con una pasión incompatible con la verdad de la obra de arte genuina, la maqueta del calcetín original.
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- Arte en este Infierno.
Carmen says
Excelente reflexión, Q.-, que podría aplicarse a muchos artistas «modernos».
JP Quiñonero says
Gracias, Carmen, gracias… Si, me temo que la cosa está muy generalizada, incluso en sus aspectos más turbios, con subvenciones, marquesados, fundaciones y demás, qué quieres,
Q.-