Dark Lady y el primer desfile de YSL, con Jerry Schatzberg

Silken jungle, París, 1962. Foto Jerry Schatzberg.

Marc se inició en la foto de moda con el desfile de la primera colección personal de Yves Saint-Laurent.

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Jerry Schatzberg cubrió aquella legendaria temporada para Squire. Silken jungle quizá sea el más famoso de sus trabajos de aquel año de gracia, 1962.

Marc ya tenía la experiencia del fotógrafo de guerra, el paparazzi y el fotógrafo de estudio cinematográfico. Creía, por momentos, que la fotografía de moda y alta costura tenía cosas íntimas en común con la gran estatuaria clásica…

Aureolado por su trabajo con Melville, y utilizando como tarjeta de visita los desnudos en blanco y negro de Elodie en el hotel de la calle 103, Marc consiguió forzar la mano del director artístico de Jardin des Modes, dispuesto a concederle veinticinco páginas para presentar las colecciones de aquella primavera verano, cuando el jovencísimo Yves Saint-Laurent creó para Dior su modelo Trapéze y los D & J fingían creer que ellos habían concebido la robe fourreau. Entre las modelos de varias agencias, Marc tenía libertad para escoger e imponer aquella con la que podría trabajar con mayor inspiración en los salones del Meurice -para dar una patina de clasicismo a las líneas muy avanzadas con las que Saint-Laurent imponía su personalidad en una casa respetable-, o entre las estatuas de los jardines del Luxemburgo, para hacer resaltar al aire libre unos vestidos de corte mucho más convencional, que la fotografía debía cubrir con un aura misteriosa, moderna, fatal, atractiva para una mujer madura, independiente, con sólidos recursos.

Elodie había heredado de su madre -formada en la disciplina del ballet- una constitución atlética que nunca cultivó, por dejadez, abandono. Pero esa herencia carnal confería a cualquier rincón de su cuerpo una majestad olímpica, que Marc había descubierto en Nueva York, fotografiando su nuca -aérea, altiva- y su espalda -desnuda-, mirándose al espejo mientras retocaba sus labios. Esa silueta deportiva poseía el encanto ácido, turbador, del corsé Mainbocher, esculpiendo la espalda de Lise Fonssagrives, fotografiada por Horst P. Horst en vísperas de la segunda guerra mundial. En ambos casos, en un estudio parisino que el fotógrafo abandonaría a las cuatro de la madrugada, para tomar a las siete el tren que lo condujese a Normandía, donde debía embarcar camino del destierro; o en un hotel de paso neoyorquino, donde el amante descubre en la piel y la figura de su amada los estigmas de una angustia que ella misma desconoce; en ambos casos, la modelo, Lise o Elodie, oficia de vestal maleable, ofreciendo su cuerpo en sacrificio, caída en el altar de la publicidad.

Marc no recordaba el nombre del corsé cuyas cintas, lazos y ballenas había inmortalizado Horst al claroscuro, en el instante de su caída, mortal. Pero deseaba recrear en un escenario natural -el arriate florido donde se yergue en un pedestal de piedra caliza la estatua de Diana, en el Luxemburgo, frente al palacio de Marie de Medicis-, sirviéndose de todos los recursos técnicos de la fotografía de estudio, la atmósfera turbia de una calle prostibularia, o un hotel de citas de gran lujo, donde un traje de noche luciese como un diamante… Dark Lady.

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