París. Miromesnil / Haussmann, 23 mayo 2012. Foto JPQ.
Pequeños pueblos, no sé si redimidos o profanados, si.
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DE STEVENSON A BUÑUEL
Hyères y Saint-Tropez eran dos pequeños pueblos de pescadores cuando Monte Carlo, Cannes, Niza o Menton ocupaban un puesto estrellado en la geografía mundial del lujo y el ocio cosmopolita. Los directores de la Nouvelle Vague, Brigitte Bardot y los Rolling Stones permitieron recuperar el tiempo perdido e inventar el ultra lujo de alquiler.
En el extremo occidental de la Costa Azul, Hyères tuvo una leyenda propia. Antes de escribir La isla del tesoro y huir hacia el Pacífico, Stevenson llegó a escribir que nunca fue tan feliz como en Hyères. Conrad, Tolstoi, Saint-John Perse, dejaron recuerdos de la pequeña ciudad de pescadores, donde se instalaron grandes aristócratas filantrópicos.
BONJOUR TRISTESSE
Buñuel filmó su mítica L’Age d’or en la Villa Noailles, propiedad del vizconde de Noailles, millonario y aristócrata. Many Ray filmó sus enigmáticos Mystères du château de Dés en la misma Villa, hoy convertida en espacio cultural de muy altos vuelos.
Sin embargo, Hyères y Saint-Tropez continuaban siendo lugares “tranquilos” para gente acomodada, muy alejada del gran mundo cosmopolita de Mónaco o Niza. Hasta que, a partir de los años 60 del siglo pasado, algunos cineastas dieron a esos minúsculos pueblos el aura de nuevas leyendas germinales. Vadim filmó en St.-Tropez Y Dios creó la mujer, con una Bardot en la incipiente cúspide de la fama, con un largo rosario de amantes. Y allí filmó Otto Preminger Bonjour tristesse, la versión cinematográfica de la novela de François Sagan, otro de los pilares del “mito” St.-Tropez.
PLAYAS COLECTIVIZADAS
Siguieron un largo rosario de películas de todo pelaje. Como la famosa serie del Gendarme de St.-Tropez, interpretada por un gran cómico de origen español, Louis de Funés. Desde entonces, St.-Tropez comenzó a “rivalizar” con Mónaco, Niza y Cannes, con matices propios. St.-Tropez inventó en el ultra lujo “casual”: yates de alquiler para ricos menos ricos que los ultra ricos; mansiones de alquiler, para los famosos menos famosos que los ultra famosos.
La fórmula tiene mucho éxito. Antes de separarse, Johnny Depp y Vanessa Paradis solían alquilar un yate para varias semanas. Este mismo verano, Cristiano Ronaldo e Irina Shayk han utilizado una fórmula semejante. Como Khedira y Lena Gercke, que son ricos, sin el punto de riqueza que luce en Monte Carlo.
Kate Moss, tras la leyenda de los Stone, solo llega a St.-Tropez con sus braguitas. Y poco más. Que ya es mucho. Bajo la tutela de Dior, Daphné Groeneveld es capaz de montarse un shotting seguida de una nubecilla de admiradores.
St.-Tropez también tiene otra clientela, como el rey Abdalá y Radia de Jordania, que si tienen yate propio. Pero la antigua ciudad de pescadores prefiere cultivar la imagen de un rincón donde se viste “casual” y pueden cultivarse “locuras” mucho más “naturacas”, un poco alejadas del viejo esplendor de Niza, Cannes o Mónaco, donde el ultra lujo no es nada compatible con el baño en paños menores, entre desconocidos dorándose en las playas colectivizadas por el turismo de masas.
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ABC,17julio2012.
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