“Crecí en un manicomio. Y mis primeros amigos fueron los enfermos mentales que allí estaban encerrados…”.
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No si cierta ironía enigmática, así hablaba de sí mismo Jacques Dupin (Privas,1927 – París, 2012).
Era su manera elíptica de describir la realidad de su infancia, en su Ardèche natal, donde su padre dirigía un asilo psiquiátrico, no lejos del asilo donde Antonin Artaud estuvo unos años encerrado, en Rodez, en el departamento de Aveyron, “apenas” separado de la Ardèche por el departamento de la Lozère, en las fronteras de la antigua y difunta civilización occitana glosada por Simone Weil. Esas cosas marcan mucho.
A la muerte de su padre, el joven Jacques Dupin fue educado por su abuelo, notario, en Lyon. Convencido (¿?) que estaba llamado a una muy burguesa carrera notarial, “subió” a París para estudiar derecho. Pero su encuentro con René Char, el gran patriarca de la poesia francesa de su tiempo, en un momento álgido de su primera gloria, cambió para siempre su vida.
Char puso un estimulante prólogo al primer libro de poemas de Dupin y facilitó su ingreso en la Galería Maeght, que todavía se encontraba en la calle de Teherán, en un barrio inmortalizado por las crónicas mundanas de Marcel Proust, París, Proust. El sexo de Albertine y el misterio de la creación. Ese primer trabajo con un gran galerista fue decisivo en su vida. Los textos que Dupin escribió sobre Miró, Chillida, Tapies, Bacon y Giacometti, entre muchos otros, tuvieron un éxito fulminante, traducidos inmediatamente por las galerías neoyorquinas que trabajaban con estos artistas. La Maeght estaba lanzando la obra de grandes maestros con mucho futuro. Y los comentarios de Dupin encantaban a pintores y escultores.
Cuando la Maeght cambió de barrio, Dupin y un amigo, Daniel Lelong, se quedaron con el primer local de la Maeght, para fundar una nueva galería (Lelong), donde hoy siguen exponiendo algunos pintores españoles. Estos días expone Juan Uslé.
Dupin se convirtió pronto en el biógrafo oficial de Miró. Y la familia del artista decidió convertirlo en el maestro y especialista absoluto, uno de los rarísimos autorizados a emitir certificados sobre la discutible autencidad de obras atribuidas a Miró. En ese terreno, sus juicios eran implacables y definitivos, ejerciendo al mismo tiempo como especialista y presidente de la Asociación para la defensa de la obra de Joan Miró. Dupin quizá se divertía confiriendo a ese trabajo una dimensión casi “policial”: descubrir y denunciar falsedades artísticas no dejaba de tener su encanto.
Gran galerista y ensayista reputado, Dupin también contribuyó a fundar y financiar una revista, L’Éphémere, que forma parte de la historia literaria de Francia, publicando textos mayores de poetas como Paul Celan, Yves Bonnefoy, Louis-René de Forêts y André de Bouchet.
Como poeta, Dupin publicó una veintena larga de libros, reputados por su inteligencia y elegante hermetismo. Dupin está bastante alejado de las tradiciones más populares de la gran poesía francesa (Prevert, Char). La suya es una tradición que arranca directamente de Mallarmé y Paul Valery, atravesando los trágicos meandros de la historia con una elegancia exquisita, instalada en la tierra prometida del arte, la inteligencia, la reflexión intimista sobre la naturaleza de la poesía, la palabra, la retórica, dialogando a todo instante con el arte de su tiempo.
- Arte y Personajes en este Infierno.
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