Hôtel-Dieu de Paris, 20 noviembre 2013. Fotos JPQ. Hollande está desmontando el hospital más antiguo y legendario de París [ .. ] Francia y sus ángeles de la muerte: moda y angustia social.
Diálogo de fondo con Nicolas Baverez.
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Historiador, catedrático, ensayista, politólogo, Nicolas Baverez es el mejor analista de las crisis que están modificando el puesto de Francia en Europa y el puesto de Europa en el mundo.
Baverez ocupa hoy el puesto que en su día tuvo Raymond Aron: el del observador liberal más eminente, respetado, crítico y mordaz contra el inmovilismo de Estado que, a su modo de ver, está destruyendo las raíces históricas de Francia, con graves amenazas para toda Europa.
A la luz de su creciente gravedad, la crisis de Francia ¿no será una crisis moral, antes que política y económica?
-La crisis francesa es una excepción entre los países desarrollados. Y está muy relacionada con el choque deflacionista de 2008 y con las divergencias de la zona euro que estuvieron a punto de dinamitar la moneda única el 2009. Pero, en su origen último, se trata de una crisis nacional, que comenzó con el lento declinar de los años 70. Francia es el único entre los grandes países desarrollados que nunca ha restaurado ni los grandes equilibrios ni las cuentas públicas ni la creación de empleo después de los dos primeros choques petrolíferos. Como en los años 30, Francia ha fracasado, a la hora de adaptarse a un nueva situación económica y estratégica: la mundialización, tras la guerra fría, la reunificación del continente europeo y el lanzamiento del euro. De hecho, Francia sufre menos una crisis económica que una crisis nacional.
El general De Gaulle decía que “Francia no hace reformas más que cuando estallan revoluciones”. A falta de las reformas necesarias, para adaptarse, Francia está descubriendo que la crisis económica que la encierra en el crecimiento cero, como consecuencia del hundimiento de su aparato de producción, se ha transformado en crisis social, con paro de masas, crisis financiera, con un endeudamiento masivo del Estado (deuda soberana superior al 95 % del PIB, a finales de 2013), crisis moral y política. De un lado, la clase dirigente de la V República, salida de la alta función pública, está hoy desacreditada por su incapacidad para modernizar el país; por otra parte, asistimos al espectáculo de los populistas y demagogos que se benefician de la desestabilización de las instituciones y la desesperación de los ciudadanos. Francia no sabe hoy quién es, ni lo que quiere ni a donde va. Los franceses parecen dispuestos a hacer cualquier cosa, ya que no creen en ellos mismos ni en el futuro de su país. De ahí la vuelta al fantasma y la amenaza de la “revolución”. Pero de una presunta revolución hacia la derecha, en un contesto de gran crisis capitalista y deflación que lamina a las clases medias, haciendo retroceder a la nación.
¿No es un demasiado severo cuando denuncia la angustia social, los extremismos y los riesgos de violencia?
-Yo no deseo nada de eso, en tanto que ciudadano. Pero temo que esa sea la realidad. Las crisis profundas de una democracia se traducen por dos tipos de patologías: el recurso a la violencia y la ausencia de compromisos cívicos profundos. Los franceses tienen hoy una conciencia clara de la gravedad de la crisis, que les afecta que tanto que individuos y en tanto de ciudadanos de una nación en caída libre. Los franceses constatan que sus dirigentes son incapaces de imaginar una estrategia de salida de la crisis. La decepción ha sido llevada hasta el paroxismo por François Hollande, que había prometido “reencarnar el sueño francés”, pero cuya política se reduce a una mera negación miope de la realidad. Al mismo tiempo, hoy por hoy, la oposición no tiene ni líder ni proyecto alternativo claro. De ahí la tentación de la violencia y la ausencia de compromiso cívico profundo. La tentación de la violencia queda ilustrada, cada día, por el crecimiento de la inseguridad: partes enteras del territorio nacional escapan al control real del Estado -como ocurre en la periferia de París y los barrios del norte de Marsella-, incitando a la creación de milicias de autodefensa. El primero de los derechos del hombre, la seguridad de las personas y los bienes, no está completamente asegurado en toda Francia. En ese marco, la ascensión del Frente Nacional ilustra, tras las sonrisas de la Señora Le Pen, la ascensión de una ideología de extrema derecha, nacionalista y xenófoba. La ausencia de compromisos cívicos profundos queda bien ilustrada con la sublevación ante un choque fiscal de 70.000 millones de euros, desde 2012. Sublevación fiscal que no se limita a la Bretaña y se está extendiendo entre los agricultores, los artesanos, las pequeñas y medianas empresas, las familias. La misma ausencia de compromiso cívico profundo queda ilustrada por el exilio de capitales, centros de decisión económica y de talentos: más de 150.000 jóvenes se han marchado de Francia desde 2008, y el 80 % de los diplomados de las grandes escuelas dicen desear trabajar fuera de Francia.
En el fondo, ¿no es el presidente Hollande el último “avatar” de una crisis que comenzó con François Mitterrand y con Jacques Chirac, continuada por el “paréntesis” de la presidencia de Nicolas Sarkozy, que no consumó la prometida ruptura contra los inmovilismos de izquierda y derecha?
-El declive de Francia no comienza con la elección de François Hollande, si no que remonta a los años 70 del siglo pasado. Y se ha traducido por la extinción progresiva del crecimiento, la progresión del paro de masas, la explosión de la deuda pública, el desequilibrio progresivo con Alemania, convertida hoy en líder único de toda la Europa continental y de la zona euro. Situación que no se debe a ninguna voluntad hegemónica, si no al retraso de Francia.
Tras la elección de Nicolas Sarkozy aparecieron dos factores de aceleración de la crisis. De entrada, el declive relativo se ha convertido en declive absoluto, con un crecimiento cero desde 2010, con la caída de la riqueza por habitante (inferior a un 13 % con respecto a Alemania), la caída del empleo, la caída de las exportaciones, el exilio masivo de fortunas, emprendedores y cerebros. Desde 2008, la población crece más deprisa que la actividad, que es una dinámica propia de países subdesarrolados. La segunda ruptura viene del descrédito de la acción y la palabra pública. El narcisismo de Nicolas Sarkozy y el vacío de liderazgo de François Hollande han destruido la monarquía presidencial y desacreditado las instituciones de la V República. El Estado está desnudo. Sin Estado, Francia se descubre privada de motor de modernización.
El drama de François Hollande es que viene a culminar tres décadas de declive francés. El presidente menos apto para la función desde la fundación de la V República en 1958 debe hacer frente a la actual crisis mundial.
Si lo entiendo bien, Francia es víctima del Estado francés, una suerte de “ogro filantrópico”, por retomar la terminología de Octavio Paz…
-En Francia, el Estado era la solución; y se ha convertido en un problema. Continúa siendo un ogro, pero ha perdido todo carácter filantrópico. Es algo como el dios Cronos, que se comía a sus propios hijos. El ogro / Estado francés devora todo lo que encuentra a su puerta: actividad, empleo, rentas, patrimonios, empresas, libertad. Cuanto más aumentan los impuestos y el gasto público, menos eficaces son los servicios públicos. El Estado francés actual no sirve al interés general: sirve a sus clientelas. El Estado francés actual no defiende la soberanía nacional, alineado como está a los mercados financieros, la Comisión europea y, mañana, el Fondo Monetario Internacional, acumulando una gigantesca burbuja especulativa de transferencias sociales (33 % del PIB), de gastos (57 % del PIB) y deudas públicas. El antiguo Estado ha sido canivalizado por la función pública y el Estado providencia, de quien depende buena parte de la renta de más de tres cuartos de la población. El Estado francés está destruyendo la economía y la sociedad civil. El Estado ha corrompido la República, cuya divisa “Libertad, igualdad, fraternidad” se ha transformado en “Estatismo, igualitarismo y comunitarismo”.
Francia debe reinventarse. Francia debe imaginar un nuevo modelo nacional, negociando un pacto productivo que permita reconstruir un aparato de producción competitivo, un pacto social que permita combatir el paro gracias a la liberalización del mercado del trabajo y el abandono de la semana laboral de 35 horas, un pacto cívico que movilice a la sociedad civil reintegre a la juventud, un pacto presupuestario y fiscal que permita restaurar la soberanía de la nación, desendeudándola a través de la reducción del gasto público.
¿Cual es el alcance europeo de la crisis francesa?
-Francia representa hoy un riesgo sistémico mayor para toda la zona euro, que puede ser víctima de una nueva crisis en todo momento. La economía francesa ha recortado la frágil recuperación de la zona euro, cogida en una tenaza, entre la competitividad cualitativa de la Europa del norte y la competitividad de los precios de la Europa del sur, que se han reformado, como ha hecho España, cuyas exportaciones están creciendo en el mercado francés. La deuda francesa tiene una configuración muy frágil: las políticas monetarias de los EE. UU. y Japón están conduciendo hacia la zona euro una liquidez monetaria masiva, los mercados son reticentes a provocar la ruptura de la moneda única, la garantía implícita de Alemania ayuda mucho, y los franceses siguen tolerando nuevos impuestos. Ese milagro no será eterno: las políticas monetarias deberán ajustarse y la situación del Japón, primer comprador de deuda francesa, es muy inestable. Alemania no puede tranquilizar ella sola a los compradores de deuda francesa, incluso si ese fuese su deseo. Salvo cambio mayor de la política económica de François Hollande, un choque mayor contra la deuda francesa parece inevitable. Y ese choque precipitará por sí solo una nueva crisis del euro. De ahí la inquietud de nuestros vecinos e interlocutores europeos, perfectamente fundada. De ahí que la cobardía de la Comisión europea, aprobando el presupuesto de 2014, difunto antes de ponerse en práctica, sea un nuevo golpe contra Francia, contra el euro y contra Europa.
A pesar de la aparente salida de la crisis de las deudas soberanas, ¿no está Europa, la UE, corriendo el riesgo de “salir” de la historia?
-El siglo XXI se sitúa bajo el signo de la mundialización, que pone en contacto inmediato bloques regionales, sistemas de valores heterogéneos. Los EE. UU. y China rivalizan por el liderazgo de la sociedad abierta. Asia vive su siglo XIX, al ritmo de una nueva revolución industrial, sus nacionalismos y conflictos territoriales. África despega y se urbaniza, como nosotros durante nuestro siglo XVIII. Con sus enfrentamientos entre sunníes y chíies, el mundo árabe / musulmán vive su siglo de las guerras de religión, a semejanza de nuestro siglo XVII. Europa se instala fuera o más allá de la historia. Europa no pretende proyectarse en el futuro, aceptando una caída rápida de su población. Europa quiere envejecer tranquila, prohibiéndose el riesgo y la innovación. Europa está de acuerdo en decir adiós a las armas y a la potencia. Europa parece satisfecha con la parálisis de sus instituciones y el bloqueo de su integración, que arruina los avances conseguidos. La reunificación debía dar a Europa su unidad y su soberanía. Sin embargo, Europa sufre una crisis demográfica, económica, financiera, social y política, con el crecimiento de los populismos, que pudieran conseguir un 40 % de los diputados europeos en 2014.
A pesar de todo, nuestras naciones tienen una necesidad vital de Europa, para afrontar los grandes desafíos del siglo XXI, la crisis del capitalismo y la crisis del sistema multipolar, con la emergencia de nuevos imperios y Estados continentes. Europa debe reorientarse hacia las esperanzas de sus ciudadanos, en torno al crisol de la estabilización del euro y su “pilotaje” para conseguir crecimiento y empleo. Para conseguir competitividad hay que privilegiar la competitividad de las empresas, la investigación y la innovación. Para conseguir empleo, la prioridad absoluta debe ser la formación. Los europeos no crearon el espacio Schengen para suprimir todas las fronteras, sino para fijar las fronteras y los límites de la Unión. Ese espacio no puede continuar vacío de seguridad. Es muy urgente definir una estrategia en materia de inmigración. Hay que proteger efectivamente a los ciudadanos, garantizar el funcionamiento de infraestructuras esenciales, vigilar las fronteras, estabilizar los espacios periféricos. La Europa de la cultura y la educación continúa siendo un gran proyecto que es necesario desarrollar. En fin, es necesario reducir el déficit democrático, reforzando los poderes de control del Parlamento europeo y los parlamentos nacionales.
A Jorge Semprún le gustaba citar la magnífica conferencia pronunciada por Husserls, en Viena, en 1935 sobre la crisis de la humanidad europea. Según Husserl, la crisis de Europa, confrontada a la doble amenaza de la deshumanización totalitaria y el cansancio moral solo tenía dos soluciones: bien la decadencia, bien el renacimiento, gracias al heroísmo de la razón. Hoy, es necesario reinventar Europa y las naciones que la componen, para estar a la altura de los desafíos del siglo XXI, respetando nuestros valores y tradiciones. La razón crítica continúa siendo el mejor antídoto contra la desmesura y la desunión, contra las pasiones extremistas y el renuncio a la historia que hoy amenazan a Europa. No tenemos el derecho a desesperar de Francia ni de Europa.
- Entrevistas, Francia y Europa en este Infierno.
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ABC, 24 noviembre 2013.
Vaya panorama.
La vida está muy achucada, Laura, hélas,
Q.-
Excelente entrevista.
Lo mejor que puede hacer la juventud cualificada francesa, española, portuguesa… es migrar a países «serios» y labrarse su futuro en ellos, sin esperanza de un retorno «feliz» para la gran mayoría de ellos.
Los que se queden sólo pueden esperar a canibalizarse, compitiendo por sueldos míseros y condiciones laborales cada vez más denigrantes, con menores prestaciones sociales.
Maty,
La vida está muy achucada por todas partes. Paul Nizan, hace siglos, comenzaba uno de sus libros diciendo: «Tenía veinte años; y no dejaré a nadie decir que es la mejor edad de la vida..»
Q.-
Tras leerte me pasé por la seccción de Internacional del periódico y encontré una «entrevista» a Marc Fumaroli, quien discrepa de tu entrevistado.
ABC.es «¿Por qué usaron los socialistas nuestros impuestos para el rock?» Francisco de Andrés
Uno espera mucho más de un «catedrático de La Sorbona, miembro de la Academia Francesa y del Collège de France».
Maty,
De todo hay en la viña del Señor,
Q.-