Repliegue nacionalista que tiene muchos flecos arcaizantes. Y algo peor:
LeMonde, 19 / 20 mayo 2014. Intención de voto en las elecciones europeas del próximo día 25. Así se convirtió la extrema derecha de Le Pen en el primer partido obrero de Francia.
Los rostros más llamativos de ese coqueteo con los nacionalismos ultra son bien conocidos:
-Ascensión del Frente Nacional (FN, extrema derecha).
-Miedo pavoroso a la mundialización.
-Hundimiento del europeismo de los años de gloria nacional, cuando el crecimiento cero se ha convertido en una trampa asfixiante para el jefe del Estado y la sociedad.
Por vez primera en la historia, el Frente Nacional (FN, extrema derecha) de Jean-Marie y Marine Le Pen se cotiza como el primer partido de Francia, con más intenciones de voto que la UMP de Nicolas Sarkozy y el PS de François Hollande en las elecciones europeas del domingo.
Se trata de un pálido reflejo del estado moral de Francia, cuando el presidente de la República se ha convertido en el jefe del Estado más impopular de la historia de la V República.
Con un 22 % de intenciones de voto, el FN se beneficia del desencanto de los electores más modestos (obreros, clases sociales más desfavorecidas), del rechazo de las clases medias que han retrocedido socialmente y de la incertidumbre de los electores tradicionales, que perciben con la más extrema inquietud problemas nacionales y europeos: inmigración, multiculturalidad, “cosmopolistismo” amenazante para los valores tradicionales.
Mientras Francia fue uno de los “motores” de la construcción política de Europa, durante cuarenta o cincuenta años, los franceses fueron europeos fervientes, grandes creyentes en las virtudes de la UE y las políticas europeas que financiaban la prosperidad nacional, como ocurrió durante varias décadas con la Política Agraria Común (PAC).
A Hollande le cabe la incierta gloria de “liderar” el desapego de los franceses hacia Europa. Según los más recientes sondeos publicados por Le Figaro, Le Monde, Le Nouvel Observateur, la extrema derecha “solo” es el movimiento que “canaliza” y se beneficia del desencanto francés hacia Europa.
Apenas un 39 % de los franceses dicen que Europa es algo “bueno”, cuando un 22 % piensan que la UE es algo nocivo para los intereses de Francia. Un 54 % de los franceses afirman que el euro, la moneda única, “tiene más inconvenientes que ventajas”. La extrema derecha se ha limitado a “montarse” en la “ola” del euroescepticismo emergente, en una Francia que contempla atónita el desmantelamiento de su antigua gran industria.
El semanario Le Nouvel Observateur ha puesto el grito en el cielo afirmando que el tejido industrial francés atraviesa una crisis mortal, víctima de la falta de competitividad y la presión fiscal. Varios analistas financieros han subrayado el mismo proceso: grandes grupos franceses prefieren “deslocalizar” su dirección, instalándose en Europa o los EE. UU. para intentar escapar a la crisis nacional.
Según todos los estudios sociológicos, los franceses continúan creyendo en las virtudes históricas de la construcción política de Europa, como factor de paz y prosperidad. Sin embargo, en la práctica, la extrema derecha y la extrema izquierda canalizan profundas corrientes de opinión hostiles a Europa y la construcción política europea.
El retroceso electoral del PS de Hollande y la UMP de Sarkozy refleja con precisión las dudas de fondo de las clases medias de izquierda y derecha. Un 43 % de los franceses piensan que la UE es una “amenaza” para la identidad nacional.
Durante muchas décadas, Francia fue la gran beneficiaria de la Política Agraria Común (PAC), cuando los agricultores, muy conservadores, eran la primera fuerza electoral de la nación. Los recortes de la PAC han coincidido con el retroceso demográfico de los agricultores, suplantados por los funcionarios como primera fuerza electoral. Con un crecimiento cero, los agricultores se consideran víctimas; y los funcionarios contemplan con pavor la congelación de sus salarios e ingresos. Por vez primera desde hace varias décadas, el poder adquisitivo de las familias francesas retrocedió el año pasado. Los franceses se consideran víctimas del mal gobierno nacional y el mal gobierno europeo.
Y ese euroescepticismo creciente se traduce en sentimientos de hostilidad hacia Europa, acompañados de un profundo repliegue nacionalista. Un 63 % de los franceses piensan que la UE utiliza muy mal el dinero de los contribuyentes. Un 51 % de los franceses piensan que Europa “agrava” la crisis. Un 38 % de los franceses afirman que la UE “es motivo de inquietud”.
Valery Giscard d’Estaing, ex presidente de la República, elegido el 19 de mayo de 1974, estima que Francia atraviesa una “fase” de crisis y angustia. Y teme percibir síntomas de “decadencia”. El último presupuesto equilibrado de Francia data de la presidencia Giscard (1974 – 1981). Desde entonces, todos sus sucesores han gobernado recurriendo a la droga dura de la deuda soberana.
Mitterrand provocó una crisis nacional grave con su programa de “ruptura con el capitalismo y construcción del socialismo a la francesa”. Chirac fue incapaz de cumplir ninguno de los compromisos europeos de Francia. Sarkozy prometió la “ruptura” con el inmovilismo de izquierdas (Mitterrand) y el inmovilismo de derechas (Chirac). Hollande prometió “cambiar el rumbo” del modelo económico europeo, “con más crecimiento y menos austeridad”. Seis meses más tarde, Hollande firmó el Pacto fiscal europeo: pero Francia sigue sin cumplir sus compromisos europeos. Peor: Francia está pasando del estancamiento al retroceso. Las previsiones de la OCDE y la UE anuncian para Francia menos crecimiento y peores resultados que sus vecinos. Y los franceses viven con angustia ese retroceso nacional en Europa.
Le Monde, 19 / 20 mayo 2014.
ABC, 20 mayo 2014.
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