La catástrofe tiene mucho de emblemático.
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Su origen último se pierde en las pantanosas tinieblas de la “política cultural de Estado”:
“… la cultura, convertida en mercancia publicitaria al servicio de una oligarquía burocrática”.
A partir de ahí…
La reapertura del Museo Picasso, aplazada a finales del próximo mes de septiembre, se ha transformado en un escabroso folletón político, dejando al descubierto la catastrófica política cultural de François Hollande y su ministra del ramo, Aurélie Filippetti, cuyo amateurismo doctrinario está causando un daño creciente a la credibilidad de unas decisiones “culturales” víctimas de la improvisación ignorante.
Filippetti pasó de la nada cultural a ministra de Cultura por decisión ideológica personal de Hollande, el 2012. Filippetti no tenía ninguna experiencia en gestión cultural ni tenía relaciones particulares con la cultura, más allá de una licencia conseguida sin pena de gloria.
Antes de descubrir el socialismo, muy tardíamente, había sido militante ecologista. Sin destacar, tampoco, por una genialidad particular.
A los pocos meses de instalarse en su ministerio, Filippetti chocó personalmente con Anne Baldassari, la presidenta y directora del Museo Picasso, una autoridad mundial en la obra del genio malagueño, cuyo trabajo personal permitió conseguir 30 millones de euros para renovar el museo que debía abrirse antes de este mismo verano.
Cerrado durante cinco años, el Museo Picasso debía reabrir presentando una nueva colección, con nuevas salas y una nueva ordenación de la colección. Baldassari no solo montó las grandes operaciones internacionales que permitieron conseguir 30 millones de euros, para renovar el museo. También trabajó durante varios años en una presentación de nuevo cuño de la colección permanente del museo.
Antes de la gran reforma que ha durado cinco años, el Museo Picasso exponía 280 obras de manera permanente. Tras la reforma, Baldassari se proponía colgar 500 obras maestras, dispuestas en un nuevo orden. Se trataba del trabajo de una gran especialista, que no solo dirigió las reformas físicas del museo (añadiendo nuevas salas, dispuestas de otro modo): también trabajó una nueva presentación de 500 obras de Picasso, disponiéndolas de otro modo, para “repensar” el legado picassiano, en el marco de la pintura universal.
Filippetti despidió intempestivamente a Baldassari, cuando la directora ya había realizado su trabajo, presentándolo a una ministra incapaz de juzgar, por sí sola, sobre el alcance cultural de la reforma y la nueva disposición de la obra artística.
Baldassari está dispuesta a querellarse contra el Estado francés, si la ministra encomieda al nuevo director la reapertura del museo siguiendo las pautas definidas por ella.
El derecho francés permite considerar que una exposición artística o la organización de una colección de arte, en un museo, pueden tener derechos de autor. El director o comisario de una exposición puede defender judicialmente la autoría de su trabajo, pidiendo daños y perjuicios a quienes intenten robarle o aprovecharse de su trabajo.
En este caso, nadie duda del trabajo de Baldassari, especialista reconocida internacionalmente, gestora de la gran reforma del Museo Picasso, y autora del único proyecto existente de reapertura y nueva ordenación de la colección permanente.
Tras destituir a Baldassari, Filippeti nombró un nuevo director del Museo Picasso: Laurent Le Bon, ex director de la sucursal del Centro Pompidou en Metz, entre cuyas virtudes no se encuentra ningún conocimiento particular de la obra de Picasso. El nombramiento ha caído como una bomba entre los medios especializados.
Claude Picasso, el heredero, ha declarado que aplaza provisionalmente las donaciones previstas. Baldassari declara: “Tengo derecho moral e intelectual sobre la nueva presentación de la colección permanente del Museo. Y pienso hacerlo valer”. Henri Leclerc, abogado de Baldassari, agrega: “Todo el mundo quiere ser artista. Todo el mundo desea defender sus derechos, como es justo. Comprendo perfectamente que la ex directora del Museo Picasso deba defender los derechos de autoría de su trabajo realizado para repensar la nueva presentación de la colección…”.
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ABC,9junio2014.
Es conocida la arrogancia del poder, en cuanto se sube alguien, y esto ocurre en muchas organizaciones y culturas, a la poltrona del poder, parecen creer como si la sabiduría y la sapienza se asentase sobre su coronilla como un halo invisible que les concediese ser expertos en cualquier tema. Gracias por clarificar la batalla del museo Picasso, había oído hablar de ella, pero no conocía los detalles.
saludos
txema
Txema,
Si: planteas con claridad la cuestión esencial, la arrogancia del poder… en este caso, arrogancia de unos personajes de un minúsculo patético.
Encantado, vaya.
Q.-